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María Fernanda D'Ocón y Narciso Ibáñez Menta en 'El televisor'.
La 'Historia para no dormir' favorita de Chicho

La 'Historia para no dormir' favorita de Chicho

'El televisor' es un magistral relato que advierte con carácter visionario sobre la alienación a la que conduce el consumo desaforado de la pequeña pantalla y un nihilista alegato contra la televisión franquista

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Lunes, 10 de junio 2019, 20:02

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Una puerta se abre en la oscuridad y en la penumbra se recorta un nombre: «Narciso Ibáñez Serrador presenta...». Un grito espeluznante disuelve el título, 'Historias para no dormir', y la puerta se cierra devolviéndonos a la oscuridad. El 4 de febrero de 1966, Televisión Española emitió por primera vez una serie cuyos créditos están grabados a fuego en la memoria sentimental de al menos dos generaciones de espectadores.

A la manera del 'Alfred Hitchcock presenta' o de 'The Twilight Zone' ('Dimensión desconocida' en España), Chicho Ibáñez Serrador introdujo el fantástico en la tele en blanco y negro adaptando relatos de maestros del género como Ray Bradbury y Edgar Allan Poe o con guiones propios escritos bajo el seudónimo de Luis Peñafiel. El primer capítulo, 'El cumpleaños', se basaba en un cuento de Frederic Brown y fue el único rodado en formato cine.

'Historias para no dormir' proporcionó los primeros premios de su historia a la televisión franquista: 'El asfalto' ganó en 1967 la Ninfa de Oro al mejor guion en el Festival de Montecarlo. La serie tuvo varias temporadas y se prolongó con parones de varios años hasta 1982. De todas sus entregas, disponibles en la web de RTVE, la favorita de Chicho era 'El televisor', que se emitió el 5 de julio de 1974. Poco antes, su autor había dimitido como director de programas del ente público, donde solo aguantó una pocas semanas. Las suficientes para eliminar la figura del censor.

'El televisor' no solo es un relato redondo que nos arrastra sin tiempos muertos hacia el abismo de la locura de su protagonista, sino que el tiempo le ha conferido un carácter visionario y refrendado su condición de alegato nihilista contra la televisión del régimen. Narciso Ibáñez Menta, padre del realizador y presencia habitual en 'Historias para no dormir', protagoniza esta mordaz crítica hacia el propio medio donde trabajaba Chicho, cuyo calado político no supo advertirlo la censura de un franquismo que agonizaba.

El protagonista de 'El televisor' (Narciso Ibáñez Menta) soñando con su aparato de 24 pulgadas a todo color.
El protagonista de 'El televisor' (Narciso Ibáñez Menta) soñando con su aparato de 24 pulgadas a todo color.

Un mar de antenas en los tejados con el sonido de fragmentos de programas de la época dan inicio a este mediometraje de 65 minutos con suntuosa banda sonora de Waldo de los Ríos. La voz en off del propio Chicho nos presenta a su protagonista, un ciudadano ejemplar, un españolito medio de la época, que se mata a trabajar revisando cuentas en un banco y administrando comunidades de ocho de la mañana a doce de la noche.

Todo para que su familia disfrute de comodidades en un piso de un bloque colmena del desarrollismo. Como nos informa con crueldad el narrador, una vida mediocre de la que este buen hombre no se da cuenta. Su sueño es que llegue el día en que pueda comprarse un televisor a color y a tocateja. Su mujer (conmovedora María Fernando D'Ocón) y sus hijos (atención a una jovencísima Kiti Manver, que ya había hecho 'Habla mudita' de Manuel Gutiérrez Aragón) esperan ansiosos la llegada del nuevo electrodoméstico, sin saber que esa pantalla de 24 pulgadas le arrebatará a su padre.

Enrique, «enamorado de su familia, de la televisión y de los números», empezará a entrar en barrena cuando descubra fascinado todo lo que la tele puede ofrecerle. Un concurso con Kiko Ledgard, Tico Medina, «que es tan bueno que por algo escribe en el 'ABC'», Adolfo Marsillach, «un intelectual», Mari Carmen y sus muñecos... Deja de acudir al trabajo y de afeitarse. Y se planta firme en el sillón desde que empieza la carta de ajuste hasta la desconexión.

Una muestra del talento de Chicho a la hora de narrar en imágenes como buen cineasta es la escena en la que el protagonista sustituye en sus estanterías los libros y discos por revistas de televisión como el TP. En su pérdida de razón tratará en vano de hacerles partícipe de su fe a los suyos. «¿Cómo vamos a quedarnos sin nada? ¡Si tenemos todo un mundo ahí dentro!», responde a su mujer.

Como Alonso Quijano, empezará a no distinguir entre ficción y realidad. «La televisión se ha metido en mí, me ha dado muchas vidas», confiesa anticipando conflictos que una década después David Cronenberg exploraría en 'Videodrome'. El pobre Enrique creerá que todo lo que sale en televisión es verdad. Y en su locura llegará a la lucidez de resolver que la tele es una máquina alienante y dañina. «Todo lo que sale por aquí es mentira o maldad», advierte a su esposa.

'Canon', 'El hombre y la tierra', los dibujos animados... «Hasta la misa es mentira», observa histérico en un cuelgue que hoy adquiriría proporcionales siderales con la oferta audiovisual de las plataformas y la vida paralela que nos proporcionan las redes sociales. «Ya no sé imaginar», concluye el protagonista de 'El televisor' antes de un final en el que Chicho se sumerge sin complejos en el más puro 'fantastique'. Ni Kafka hubiera escrito mejor la vampirización de un ciudadano sumiso a un régimen dictatorial, que acaba lobotomizado por sus sueños de entretenimiento y evasión. Y eso que todavía no se había inventado la telebasura.

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