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3 euros. Es todo lo que se necesita para pasar inadvertido detrás de un gran algodón de azúcar como el que tiene Lucía. FOTOS: JOAQUÍN PAÑEDA
Veinte euros para vivir la Semana Negra

Veinte euros para vivir la Semana Negra

Por 19,45 euros, en menos de dos horas, compramos un libro y un disco, nos comimos un perrito y un algodón de azúcar, bebimos un mojito, jugamos a la tómbola y subimos al Saltamontes

ANA RANERA

Martes, 9 de julio 2019, 00:13

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La Semana Negra tiene el poder de fusionar, cada verano, la literatura con la feria, la música más inconformista con su noria girando incansable con el cielo de Gijón como fondo y las palabras reivindicativas con el soniquete de las atracciones esperando a su siguiente pasajero. Este festival lleva treinta y dos años logrando fundir la fiesta y la cultura y demostrando que el espíritu crítico y la diversión pueden compartir espacio. Aunque aún no sabemos si el año que viene será el mismo. Cuando daba sus primeros pasos, nadie habría imaginado que acabaría convirtiéndose en todo un icono nacional ni que lograría reunir a miles de personas. Este festival ofrece en su recinto múltiples opciones para todos los gustos, pero, si solo tuviéramos 20 euros, ¿qué podríamos hacer? En un tiempo récord, menos de dos horas, nosotros exprimimos todas las posibilidades que ofrece el festival. Un presupuesto ajustado no está reñido con disfrutar de una jornada en la Semana Negra. La tarde podría comenzar con un paseo por su mercadillo, donde se pueden comprar numerosos objetos tanto nuevos como de segunda mano: ropa, complementos, bisutería, juguetes o películas. Por solo 1 euro compramos un disco de nuestro grupo favorito para empezar poniendo ritmo a la tarde; tenemos para elegir entre todo tipo de música, pues todos los gustos tienen espacio aquí. Si continuamos paseando por las instalaciones, encontraremos las tradicionales tómbolas que no faltan en ninguna feria. Por 2 euros nos hacemos con cuatro boletos para participar en la tómbola y, si el azar nos sonríe, nos llevaremos a casa un regalo y marcharnos a casa montados en una bicicleta nueva. Si corremos algo menos de suerte, acabaremos llevando a cuestas un peluche, aunque, al menos, no nos iremos con las manos vacías. La merienda es fundamental, y por 3 euros quedaremos ocultos tras un algodón de azúcar gigante que nos endulzará la tarde, hayamos tenido suerte jugando, o no. Pero si hay algo esencial en una visita que se precie a este festival, es sumergirse entre novelas negras en el clásico Supermercado del libro, donde, año tras año, los gijoneses se llevan sus provisiones literarias por 1,95 euros cada pieza. No solo hay libros policíacos, sino que en este mercadillo encontramos auténticos chollos de cualquier género.

La bebida también es imprescindible. Un mojito nos costará 3,50 euros, pero no se trata de un mojito cualquiera, sino que como dicen sus camareros, Gala y Roberto, «estos son los mejores, están hechos con el corazón», y explican: «Los hacemos con azúcar biológica, lima, soda y el mejor ron, no encontraréis un mojito mejor», insisten. Después de un buen rato recorriendo los puestos y disfrutando de los chiringuitos, toca divertirse en alguna de las atracciones. Con 4,50 euros compraremos una ficha para subirnos al saltamontes o a la noria y, después de los nervios previos a montar, podremos surcar el cielo mientras suenan de fondo los éxitos musicales del momento. Tras la adrenalina y el vértigo, nos quedan cuatro euros y cinco céntimos, suficientes para que Mario nos prepare en La taberna chilena el perrito caliente especial de la casa: «Este no es un perrito al uso, lo hacemos siguiendo una receta típica de mi país, a la gente le encanta».

Ya solo nos quedarán en el bolsillo cincuenta y cinco céntimos, pero la fiesta no termina, aquí también hay planes gratuitos. Todos los días, ofrecen un amplio programa en el que incluyen mesas redondas, presentaciones de libros o conciertos que nos permitirán conocer la esencia con la que nació la Semana Negra. Anoche nos quedamos a ver a Dakidarría, un grupo gallego que fusiona ritmos urbanos, reggae, ska y punk-rock sin olvidar nunca su filosofía incendiaria y, así, vivimos de cerca el ambiente nocturno del festival. Y si todavía hay ganas de fiesta, puede uno dejarse caer por cualquiera de las discotecas que instalan aquí sus carpas, en ellas la juerga se extenderá hasta bien entrada la madrugada.

La Semana Negra ofrece todos las noches conciertos gratuitos de música alternativa

Terminamos la noche de la misma manera que la empezamos, disfrutando de la música: si lo primero que hicimos fue comprarnos un disco, ahora toca bailar hasta que nos echen. Queda claro que divertirse en la Semana Negra es posible con cualquier presupuesto, solo hay que tener ganas de pasárselo bien y, si además tienes unos euros en el bolsillo, la jornada será aún más entretenida.

La Semana Negra ha cambiado mucho en estos treinta y dos años de vida; ha crecido en tamaño, en afluencia y en su oferta de ocio, pero sigue siendo un festival creado por y para la novela negra. Paco Ignacio Taibo, uno de sus fundadores, escribió para conmemorar el veinticinco aniversario: «Fuimos el refugio de todos los autores perseguidos, de periodistas heréticos, de todos los experimentos de género, de todos los lectores insatisfechos, de varios defenestrados por la industria editorial. Mostramos que igualdad y fraternidad y, sobre todo, libertad, no murieron con la Revolución francesa», y estas palabras se siguen reflejando tantas 'semanas' después en la música, las lecturas y los debates que tienen cabida en esta pequeña ciudad negra, llena de sorpresas en cada esquina.

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