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La grada, con pancartas, vibró como si fuera un partido más y lanzó rollos de papel al término del acto.

La alianza se afianza en Pumarín

El Unión Financiera y la afición intercambian felicitaciones por un año de ensueño

EDUARDO ALONSO

Miércoles, 31 de mayo 2017, 00:12

En la zona nordeste de Oviedo descansa Pumarín. Humilde, con 16.700 residentes, donde los jugadores se han instalado en él, pasean por sus calles, algunos con sus mascotas, e incluso se comparten algunas palabras con algún aficionado, el barrio se empeña en custodiar sus tradiciones: la complicidad de la mirada de la gente, el saludo al caminar por la calle y, por supuesto, la liturgia del fin de semana en el polideportivo municipal con su equipo de baloncesto.

A primera vista no impresiona. El polideportivo de Pumarín es una instalación más bien pequeña (1.500 aficionados apretados de aforo), aunque acogedora, con el parqué muy próximo a las gradas, ampliada a contrarreloj para adecuarse a las necesidades del equipo, y a la espera de una definitiva decisión sobre su futuro. Pero esas mismas circunstancias, la de ser tan recogido y la de tener las gradas tan cerca, han favorecido toda la temporada la presión de los jugadores ovetenses porque los rivales se han sentido más agobiados.

Es un polideportivo que tiene algo especial. Un pabellón de barrio. Prueba de ello es que, pese a su apariencia, se ha convertido esta temporada un fortín. El Unión Financiera Oviedo Baloncesto ganó catorce partidos en su casa y perdió solo tres (Ourense, Lugo y Melilla) en la competición de la LEB Oro. Unos números que le auparon hasta la cuarta posición y le concedieron el billete a la lucha de los 'play off' de ascenso a la ACB. Comedida, templada y elegante también en la derrota ante el Palencia, la afición no se altera y mucho menos con un traspié que no hace otra cosa que dilatar el sueño perenne de la ACB.

La proximidad física entre jugadores y aficionados se ha trasladado a lo emocional. El baloncesto, y más concretamente el Unión Financiera, se ha convertido en una verdadera religión. A los habitantes del barrio y a los aficionados hace tiempo que dejó de sorprenderles el 'efecto Pumarín'. La pasión, la entrega y el compromiso configuran la imagen de una parroquia azul satisfecha con sus jugadores.

La plantilla del Unión Financiera, antes de disgregarse, acudió ayer a Pumarín a despedirse y agradecer el apoyo y cariño recibido en tan alta dosis. Y, pese al horario, las 20.50 horas y de que se trataba de un día laboral, no se encontró demasiadas gradas ni sillas vacías como cabría esperar. Al contrario. El club abrió las puertas con un goteo persistente de gente. La hinchada respondió el día en el que todos los aficionados habían soñado con que su equipo accediera a la final del 'play off' en el quinto partido con su verdugo en semifinales: el Palencia. Quien más quien menos, se había fabricado un recuerdo para la final.

El pabellón recibió a los jugadores, que fueron desfilando uno a uno, con una camiseta común en la que se leía OCB, entre aplausos y vítores. Después de meses de remontadas, coraje, lucha y piña, junto a una buena ración de bocas apretadas y manos anudadas en un puño, quedó claro que los aficionados del club azul responden. Y, como quien sale al parqué a entrenarse, los hombres de Carles Marco se adueñaron de Pumarín con toda naturalidad, como si no hubiera más de 200 personas pendientes de sus movimientos y de sus palabras.

«Todas las derrotas son duras, pero nos levantaremos», se oía murmurar en las gradas, un hervidero de fe y esperanza. Hacía años que el Oviedo Baloncesto no se veía envuelto en una parafernalia similar. Y la esperanza y el peso del color azul de las camisetas devoraron a los auténticos protagonistas, que se han movido por escenarios más difíciles con desparpajo y atrevimiento.

Nuevo vuelo

El equipo emprende ahora un nuevo vuelo con demasiados interrogantes tras un acto, el de ayer, en el que hubo música, gestos de proximidad por parte de los jugadores en forma de autógrafos y fotos al término del encuentro, y, por supuesto, palabras.

El 'speaker' ejerció de animador: «Lo que hemos vivido ha sido increíble. No olvidemos que somos campeones de la Copa Princesa». Víctor Pérez, de capitán, con un mensaje pleno de esperanza y futuro, abrió el turno de los jugadores. «Esta familia crece día a día. Este año hemos vuelvo a escribir la historia». Carles Marcos, de director del grupo. «Sin vosotros no hubiera sido posible. Si seguimos con esta unión, habrá mejores días aún», hizo hincapié. Y el presidente, Fernando Villabella, de autoridad. De máxima autoridad. «Es difícil hablar después de haber perdido, pero tengo que felicitar a toda esta afición porque es ejemplar», dijo, antes agradecer también la actitud del Ayuntamiento de la ciudad.

Pero no se quedó ahí el guión. Todos tuvieron su momento. Se rompieron la timidez y los discursos formales y todos, desde los miembros de la plantilla y del cuerpo técnico a los responsables de las distintas áreas del club y del pabellón, incluso los colaboradores, levantaron al público de sus asientos. Se fueron pasando el micrófono de mano en mano. El cierre a una temporada de ensueño.

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