El techo del baloncesto avilesino nació en Senegal
Superación. Leity Ndiaye tiene 25 años, mide 2,05 metros y tras pasar por Cataluña y Valencia lucha por alcanzar su sueño de ser profesional desde Castrillón
En el equipo de Primera Nacional Masculina del Club Baloncesto Castrillón hay un jugador que destaca por encima del resto. Dentro de un grupo de chavales que juegan y entrenan por puro placer, a última hora del día y siempre y cuando sus obligaciones laborales o estudiantiles se lo permitan, la diferencia la marca Leity Ndiaye (Senegal, 25 años), un pívot de raza negra de 2,05 metros que supone tanto una bendición para sus compañeros y entrenadora, como una pesadilla para los rivales bajo el aro.
El techo del baloncesto avilesino, o mejor dicho de la comarca, firma también una historia de superación digna de reseñar, como tantos otros compatriotas africanos que han venido a Europa, España, Asturias o en este caso Avilés primero y Piedras Blancas después, en busca de un futuro mejor y sobre todo de luchar por sus sueños. El de Leity está muy claro: «Ser el mejor jugador del mundo». Con Lebron James como referente, no es para menos, pero, siendo más realistas, el senegalés intentará con un primer paso en el CB Castrillón llegar a ser jugador profesional.
Pero la relación del pívot africano con el baloncesto comenzó hace mucho tiempo, cuando era un niño. «El baloncesto es mi vida y siempre lo ha sido. Primero me fui a Marruecos y con 19 años llegué a España. Primero jugué en Cataluña, en el Lleida y después me fui para Valencia. Jugué en el Vinaròs y antes de venir a Asturias también estuve en Castellón», relata el protagonista.
Al principio pudo disfrutar en nuestro país de lo que más le gustaba, pero todo se truncó por un problema con su documentación. «Estuve sin jugar dos años, vine a Avilés para intentar solucionar mi situación y poder volver a jugar tranquilo y apareció el Castrillón, Yolanda –Mijares– y Efrén –Pérez de Illas– y me han ayudado mucho», desvela.
Mijares, leyenda del baloncesto asturiano con un pasado exitoso tanto en la Federación Española como sobre todo en el Adba, donde hizo historia acariciando incluso el ascenso a la máxima categoría, no lo dudó a la hora de incorporar al jugador senegalés, un portento físico y «sobre todo una buena persona. Ya en el Adba sabéis que tuve jugadoras en situaciones semejantes y estamos haciendo todo lo que podemos por ayudarle», reconoce la entrenadora.
En ese sentido, además de entrenar por las noches con el primer equipo del club, también entrena en la cantera, «a niños de siete, ocho o nueve años» y se ha afincado en Piedras Blancas. «Como buen senegalés, es un león en la cancha», bromea Efrén, que en Castrillón está reviviendo la dupla que firmó con Mijares en el Adba, además de entrenar a más equipos en la entidad.
Ndiaye es capaz de machacar, algo muy poco habitual en Primera Nacional, pero sus números van más allá del espectáculo. Tras 17 partidos disputados esta temporada, todos los posibles, promedia 18,5 puntos y 13,2 rebotes, siendo el jugador clave de un equipo castrillonense que ha sufrido un cambio generacional este verano. «Son gente muy joven, pero estoy encantada con ellos. Me gustaría poder entrenar más días y más horas, pero es la categoría que es», asume.
Máxima ambición
Una categoría que Ndiaye, pese a estar muy agradecido a sus entrenadores y al Castrillón, quiere abandonar lo antes posible. «Sé que en Asturias está el Oviedo en LEB Oro y mi objetivo es que me vean para poder seguir creciendo como jugador. No me marco ningún límite y confío mucho en mis posibilidades. Quiero mejorar, sé que con Yolanda lo puedo conseguir aquí ahora mismo, para convertirme en un jugador profesional. Por trabajo y esfuerzo no va a ser».
Este curso, Ndiaye empezó de menos a más, rompiendo el molde hace un par de semanas con 34 puntos y 14 rebotes frente al Noreña. Talento, condiciones y esfuerzo para conseguir un sueño por el que dará su vida.