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Aficionados celebran uno de los goles de la Selección Española de Fútbol femenino. Arnaldo García

Gijón empuja a España en su camino a la final

Cientos de personas vibran con la Selección Femenina de fútbol en la zona de hinchas habilitada en la plaza del Parchís

José L. González

Martes, 15 de agosto 2023

Celia Morán jugó «hace muchos años» al fútbol en el Llanes. Lo hizo con alguna compañera, pero siempre rodeada de chicos. «No había equipo femenino», recuerda sobre una época en la que las mujeres que practicaban este deporte tenían que derribar muros a martillazos. Esta mañana, junto a Julia García, disfrutó, sufrió, vibró y se emocionó con un hito histórico del deporte español, el pase a la final de Mundial de fútbol femenino de la Selección Española tras vencer a Suecia por 2-1. «Ver toda esta afición, toda esta gente, es un orgullo para el deporte femenino, para España y para todos. No esperaba ver a tanta gente». Y la sorpresa era, en la mayoría de los casos, compartida, porque en la zona de aficionados habilitada por Iberdrola en la gijonesa plaza del Parchís se juntaron cientos de personas para ver a España hacer historia.

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La mañana no invitaba a una presencia masiva de aficionados. La noche de los Fuegos fue larga y, a las nueve de la mañana, eran muchos los que aún ponían resistencia a dar por terminaba la fiesta. En la plaza del Parchís, una pantalla gigante, una portería para practicar juegos de habilidad sobre hierba sintética y una pequeña grada con dos filas de asientos esperaba a los aficionados a la selección que habían hecho el esfuerzo de madrugar en festivo para disfrurar en comunidad del partido. «¿Ve, se lo dije?», afirmaba Alejandro Caamaño junto a su hijo, también Alejandro, que estaba feliz al término del partido. Antes de que comenzase el encuentro, clavó el resultado. «Lo hemos pasado pipa». Eso sí, con cierto sufrimiento, algo a lo que, como seguidores del Sporting, ya están «acostumbrados».

Los niños, muchos, hacían cola ante la portería para probar suerte colando el balón en los agujeros del juego de habilidad que se les planteaba. Muchas camisetas de España, alguna del Sporting y del Real Madrid y una idea sobre quién es la mejor jugadora de la selección: Alexia Putellas. El ambiente en la zona de aficionados se fue calentando poco a poco, a medida que pasaban los minutos. El dominio de España en la primera parte no se llegó a traducirse en goles, mientras el equipo sueco intentaba dar zarpazos esporádicos que llevaban los nervios a la grada. La campeona de España de 'free style', Paloma Pujol, que impresionó a los asistentes con sus trucos, fue una de las invitadas a la actividad por Iberdrola. Ella ha estado en toda la gira española que ha hecho la empresa energética por España, repitiendo el modelo de Gijón por diferentes ciudades. «En Gijón la gente madruga bastante y el ambiente en otras ciudades ha sido este. Solo que en algunas ciudades la zona estaba cerca de las estaciones de tren y el tipo de personas eran viajeros. Lo que mola es ver a gente con camisetas de la selección que vienen para ver esto. No es que se lo hayan encontrado, que es lo que ocurre aquí». Junto a ella, también estuvieron la surfista Lucía Martiño, que acudirá a la final del domingo, Paula Valdivia, jugadora del Motive.co - Club Balonmano La Calzada, y Elena Farga, cantante y creadora del himno de la selección, 'Está por venir'. El concejal de Deportes del Ayuntamiento de Gijón, Jorge Pañeda, y la vicealcaldesa, Ángela Pumariega, también se sumaron a una actividad en la que estuvo presente por motivos familiares el presidente de la Federación de Empresarios del Metal y Afines del Principado de Asturias (Femetal), Antonio Fernández-Escandón.

En la segunda parte del partido la emoción iba en aumento. Un chubasco no impidió que los aficionados siguieran el partido. Algunos optaron por resguardarse cerca de los edificios colindantes, aunque la mayoría se quedaron en la zona habilitada. Cada vez había más gente en el entorno. El cambio de Alexia Putellas por Salma Paralluelo, exatleta profesional, héroe de los cuartos de final y poseedora una zurda de filigrana, le cambió la cara al partido. Su velocidad sirvió para que España se estirase y crease peligro en una fase del juego en el que las suecas estaban imponiendo su físico. Y el público congregado en la plaza del Parchís lo notó. Cada vez eran más los cánticos, los suspiros, las quejas por alguna acción rival que la colegiada del partido, la brasileña Edina Alves, no apreciaba como falta o tarjeta. La emoción, en definitiva, de un partido que estaba por decidirse. El gol de Salma en el minuto 80, con una bonita jugada previa, desató la locura en Gijón. Los gritos impedían que se escuchase la megafonía y todo eran saltos y celebraciones. «Oh, oh...», se preocupaba un aficionado apostado junto a un edificio para protegerse de la lluvia, consciente de que una de las jugadoras de España estaba en posición de fuera de juego y, aunque no intervino en la jugada, se encontraba en la trayectoria del balón. Revisión del VAR, un minuto de tensión, y una segunda celebración de un gol que, en ese momento valía una final de un Mundial.

Siete minutos duró la alegría desaforada. Los que tardó la sueca Rebecka Blomqvist en colocar en la red de España un certero remate dentro del área. Ciertas caras de preocupación, algunas manos a la cabeza y poco más, porque los aficionados reunidos en Gijón estaban convencidos de que España ganaba. Y así fue. Un golazo de Olga Carmona tras un saque de córner en el minuto 89 llevó de nuevo el éxtasis a la plaza del Parchís que, ahora, se mordía las uñas para que en los siete minutos de tiempo añadido no ocurriese nada reseñable. Lo intentaron las suecas, se defendió España, por quien en Gijón gritaban de alegría hasta cuando mandaban el balón a la grada, y disfrutó todo un país con el pitido final de un partido que deja abierto el camino de la Historia. El domingo, a las 12 horas, todo un país estará pendiente de una selección con estilo propio que, como dijo el seleccionador, Jorge Vilda, ha conseguido que España entera se ponga en pie. «Ahora queda que salgan a la calle». En Gijón, ya lo han logrado.

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