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Los jugadores del Madrid celebran el pase a la final.
Exhibición colosal del Madrid en Múnich
FÚTBOL | LIGA DE CAMPEONES

Exhibición colosal del Madrid en Múnich

Ancelotti impartió una lección magistral a Guardiola y los blancos lograron una goleada histórica que les conduce a la final de Lisboa

Ignacio Tylko

Martes, 29 de abril 2014, 04:23

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Serenidad, compromiso, seguridad en sí mismos, poderío en ambas áreas y fe ciega en el espíritu de Carlo Ancelotti. Los jugadores del Real Madrid se presentaron en el infierno de Múnich sin esos temores atávicos de antaño, ganaron por vez primera, salieron por la puerta grande y demostraron que, seguramente, conforman la mejor plantilla del mundo. La ansiada décima ya no es una quimera. La orejona está cerca y se roza con los dedos, aunque falta la cita decisiva del 24 de mayo en el imponente estadio Da Luz Lisboa. El Madrid fue un equipo exquisito que en todo momento hizo una interpretación fantástica del escenario, de sus virtudes y de las debilidades de un Bayern de Múnich que sólo mostró signos de impotencia. Fue una caricatura de ese bloque que disputó tres de las cuatro últimas finales. El primer tiempo de los merengues fue apoteósico, pura fantasía. El 0-3 en el marcador, que pudo ser más amplio, y el hecho de que el Bayern lanzase su primer córner poco antes del descanso, lo explican todo.

Buenas caras en el calentamiento y en el túnel de vestuarios, donde casi siempre comienzan a disputarse los partidos. Miradas cómplices, señales de ánimo y gestos de máxima concentración. Pero todo con calma, sin esa tensión y presión añadidas que los equipos menores suelen sufrir en este tipo de contiendas y que les atenazan. Desde la final de Copa ante el Barça, el Madrid se lo ha creído de tal forma que, a día de hoy, parece invencible. Sería un craso error darle considerarle ya el reconquistador de Europa, ya que ni el Chelsea de Mourinho ni el Atlético del Cholo practican un fútbol tan alegre como el de los bávaros, pero el Madrid está en el mejor camino. Una autopista hacia el título soñado por su hinchada, huérfana de finales de este tipo desde hace 12 años. Por decimotercera vez en su historia, el Madrid luchará por la gran corona continental. Y será en Lisboa, donde Pepe, Coentrao y Cristiano se sienten felices.

Ancelotti vaticinó que el Madrid no se encerraría, que no repetiría un arranque tan timorato como en el choque de ida y que iría a marcar algún gol. Sabía por qué se imaginaba algo así. ¡Vaya si lo conocía! Los blancos adelantaron la presión, dificultaron la salida de la zaga y el portero alemanes, y marcaron territorio de principio a fin. Guardiola, en cambio, evitó una salida en tromba. No quería un equipo alocado, confiaba en que el partido sería muy largo y se obsesionaba con la idea de que su equipo acabase las jugadas para evitar los contragolpes letales de los «atletas». Lo que no por asomo entraba en el guión de Pep, ni en el de cualquiera analista en su sano juicio, era que el Madrid adquiriese su billete para la final a balón parado. Ahí es donde las fuerzas siempre se igualan y, en teoría, los alemanes no deben de ser inferiores a los españoles. Pero tampoco su mejor Barça era un prodigio a la hora de defender las acciones de estrategia.

Alonso se pierde la final

Sergio Ramos se reivindicó como uno de los mejores centrales del mundo y se dedicó su excelsa actuación a la madre de su mejor amigo, recien fallecida, y a su padre. Sólo había sido capaz de firmar un doblete ante el Levante, en 2008, y repitió en el momento y lugar idóneos. Cumplido el cuarto de hora, se elevó para rematar un saque de esquina bien tocado por Modric. Y cuatro minutos después, repitió cabezazo tras peinar Pepe una falta lateral lanzada por Di María. Se desquitó de ese penalti lanzado al limbo en la semifinal de hace dos años ante el Bayern. El fútbol, como la vida, casi siempre ofrece una segunda oportunidad.

El fútbol es paradójico y quizá por ello enorme. Dicen que Guardiola es un obseso de los detalles y que Ancelotti es más un preparador a la vieja usanza, de esos que saben manejar los egos y dejan hacer a los futbolistas. Pues esos dos goles cercenaron esa teoría y dejaron en pésimo lugar al preparador de Santpedor.

Carletto es experto, conoce el oficio y con esa media sonrisa permanente y saber estar en sus comparecencias, transmite ese equilibrio mental que necesita todo equipo para crecer. Se vino rriba cuando, tras el sorteo, le recordaron que el Bayern era la bestia negra del Madrid. Y matizó que los muniquieses no habían tenido fortuna con él. Ya acumula el de Reggiolo seis victorias y dos empates ante el Bayern, y tres victorias en cuatro visitas a la capital bávara. Además, la historia ofrece deja otro dato curioso. La única vez que no remontó un exiguo 1-0 fue en 1990 ante ese Milan en el jugaba Ancelotti.

Jugó Gareth Bale en lugar de Isco, lo que suponía una decisión lógica pero no exenta de cierto riesgo porque con el malagueño el Madrid fue magnífico en la final de Copa y ante el Bayern, pero se mantuvo el 4-4-2. El galés auxilió siempre a Carvajal y trabajó en defensa como no se recordaba desde sus tiempos de lateral. Su trabajo en la zaga define el enorme trabajo del Madrid, donde los dos centrales completaron un duelo irreprochable. El tercer gol fue un prodigio de contragolpe. Bale la sacó cerca de su área y luego fue quien asistió a Cristiano.

Modric supo cortar, tocar, templar y mandar, hasta convertirse en una de las grandes figuras de una noche inolvidable. El único pero fue esa entrada de Xabi Alonso a Schweinsteiger que le costó la amarilla, ya con 0-3. Quiso quitar el pie pero Proença no se la perdonó y el de Tolosa se perderá la final. El segundo tiempo se quedó reducido a un trámite. El Bayern tiró de orgullo pero Iker sólo se lució para atajar un tiro de Ribéry. El francés recibió algunos abucheos cuando fue reemplazado. El público tampoco entendió muy bien la decisión de Guardiola de retirar a Mandzukic y dar entrada a Javi Martínez en el descanso. El fuego de las críticas puede quemar al técnico catalán. El postrero gol de Cristiano por debajo de la barrera atizó aún más las llamas. 16 goles en Champions este curso, más que nadie en la historia, y 51 en 50 partidos del máximo torneo continental. Colosal.

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