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Urgente «Cuando llegué abajo y vi las llamas, se me vino el mundo encima»
Aficionados del Real Madrid y del Atlético en Lisboa
Lisboa, invadida
FÚTBOL | LIGA DE CAMPEONES

Lisboa, invadida

Los rojiblancos, cuesta arriba, toman la ‘Pradera de San Isidro’, y los blancos la turística Plaza del Rossio, con sendas pantallas gigantes para que miles de aficionados pudiesen ver la final

Amador Gómez

Sábado, 24 de mayo 2014, 20:14

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Lisboa ya estaba desde primeras horas de la mañana invadida de aficionados del Atlético y del Real Madrid. Cerca de 100.000 seguidores, y la mayoría de ellos sin entrada, abarrotaban las calles de la capital portuguesa así como en sus respectivas fan zone', donde finalmente se autorizó la instalación de sendas pantallas gigantes.

Los rojiblancos debieron caminar durante muchos metros cuesta arriba hasta llegar al Parque de Eduardo VII, un recinto similar a la Pradera de San Isidro, donde los colchoneros disfrutaron sobre el césped como si estuvieran al lado del Manzanares en plenas fiestas de su patrón a mediados de mayo. Los blancos, en la céntrica Plaza del Rossio, rodeados de terrazas plagadas de lisboetas y turistas que, aunque incomodados por tanta avalancha, también pudieron disfrutar de un ambiente único.

Hermanados los aficionados de ambos equipos en las arterias del centro neurálgico, en el metro, en los alrededores del estadio Da Luz... Continua mezcla de camisetas, bufandas y banderas colchoneras y merengues, orgullo del fútbol español y, ante todo, de Madrid. Himnos rojiblancos y blancos, cánticos y gritos de hinchas del Atlético a favor de los suyos y continuas proclamas en contra del eterno rival, del gran enemigo. Incluso con un speaker arengando a las masas en la fan zone del Atlético, donde se vivió un ambiente espectacular, superior a la del Madrid, bastante más festivo, con una afición eufórica, crecida antes de la disputa de la final. El Atleti ganaba por goleada antes del partido.

Dado lo alejado que estaba el punto de encuentro del Atlético y de que había que caminar demasiado, tanto desde la boca del metro más cercana como desde el centro, por una avenida demasiado empinada, en esa fan zone apenas se veían otras camisetas que no fuesen las rojiblancas. Un recinto que durante muchísimas horas fue coto casi cerrado colchonero, donde la empresa Forno de Lugo se hartó de vender bocadillos y raciones de lomo, chorizo, panceta, morcilla... Aunque centenares de hinchas llevaban su comida ya desde casa. Incluso botellas de whisky y ron para preparar los cubatas, como si de un botellón español más se tratara, hicieron acto de presencia en plena Lisboa.

Con el himno de Joaquín Sabina y rock de Mago de Oz y Maná, entre otros temas, antes de que el correspondiente 'dj' comenzase a poner otro tipo de música, sin decaer nunca los habituales cánticos rojiblancos, con Simeone como uno de los grandes protagonistas. En la fan zone madridista, también con 'dj', música discotequera y gritos también de ánimo a los suyos, con el tan repetido "¡Como no te voy a querer...! ¡Cómo no te voy a querer...!". También en contra del Barça, con los preceptivos insultos a los culés, de la misma manera que los hinchas del Atlético los dirigían hacían hacia los del Madrid.

Cerveza y churros

Un ambiente más tranquilo y apagado en la Plaza del Rossio, con quioscos de cerveza y churros, aunque aquí sí se echaban en falta los bocadillos. Bastante más policía también custodiando la fan zone blanca que la rojiblanca, donde se llegaron a encender bengalas por parte de algunos radicales del Atlético. Había ultras y rapados, sí, pero en medio de una atmósfera muy familiar y sosegada.

También algún descerebrado medio enloquecido, posiblemente drogado ya al mediodía, corriendo cuesta abajo y gritando, entre otras barbaridades, el típico "¡Madridistas, hijos de puta!". Sin cortarse ni cuando pasaba por delante de un grupo de policías que le miraban estupefactos. Siempre hay excepciones. Ante todo, lo que hubo antes de la disputa de la final fue "mucho buen rollo", como coincidían en destacar los seguidores de uno y otro equipo. Ilusionados como nunca los rojiblancos. Convencidos, pero precavidos, también como nunca, los blancos. Por la primera o por la décima en una Lisboa que vivió una auténtica invasión española.

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