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Los integrantes de la plantilla del Athletic celebran la conquista de la Supercopa ante el Barcelona.

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Los integrantes de la plantilla del Athletic celebran la conquista de la Supercopa ante el Barcelona. afp

Marcelino hace al Athletic supercampeón de España

El proyecto del técnico asturiano nace bendecido con este éxito fulminante y pone a los rojiblancos en las mejores condiciones anímicas para despegar

jon agiriano

Lunes, 18 de enero 2021, 01:32

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El Athletic vivió ayer una noche maravillosa, entre las más felices de las últimas décadas. No se olvidará fácilmente esta Supercopa 2021 que ha obligado a los rojiblancos a una doble hazaña: el jueves contra el Real Madrid y ayer en La Cartuja ante el Barcelona, al que tuvo que remontar en dos ocasiones, la segunda en el minuto 90. Cuando todo parecía perdido, los rojiblancos acabaron tumbando a su histórico verdugo en tantas finales con un gol excepcional de Iñaki Williams al comienzo de la prórroga. Todo le salió perfecto al equipo de Marcelino, que hizo una lectura perfecta de la final y demostró que ha dado con la tecla de lo que necesitaban sus jugadores a la velocidad del rayo. El Athletic sumó así, a lo grande, su tercera Supercopa, un título que hay que adjudicar también a Gaizka Garitano. Ya nada debe ser igual tras este triunfo tan meritorio.

La final, apasionante, tuvo un desarrollo realmente extraño, muy poco apasionado podríamos decir, durante casi toda la primera parte. Es probable que, pensando en el último choque en San Mamés, Koeman ordenara a sus pupilos un arranque tranquilo, dejando correr el tiempo, sin asumir riesgos ante la presión voraz de su rival. Madurando el partido, como suele decirse. Sus jugadores se pasaron de obedientes, hasta el punto de que no hicieron prácticamente nada durante cuarenta minutos, salvo defender las acciones ofensivas de un Athletic valiente pero sin muchas luces a la hora de acabar las jugadas de ataque. Unai Simón no tuvo ni que intervenir. El equilibrio era total. El control, eso sí, correspondía a la tropa de Marcelino y eso era sin duda una gran noticia.

Barcelona

Ter Stegen, Dest (Mingueza, min. 46), Araujo, Lenglet (Trincao, min. 106), Alba, Busquets (Riqui Puig, min. 97), De Jong, Dembélé (Braithwaite, min. 87), Pedri (Pjanic, min. 87), Griezmann y Messi.

2

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Athletic

Unai Simón, Capa (Berenguer, min. 80), Yeray, Iñigo Martínez (Unai Núñez, min. 95), Balenziaga (Lekue, min. 83), De Marcos, Vencedor (Mikel Vesga, min. 80), Dani García, Muniain, Raúl García (Villalibre, min. 83) y Williams (Morcillo, min. 106).

  • Goles 1-0: min. 40, Griezmann; 1-1: min. 41, De Marcos; 2-1: min. 77, Griezmann; 2-2: min. 90, Villalibre; 2-3: min. 93, Williams.

  • Árbitro Gil Manzano (Comité extremeño): Expulsó con roja directa a Messi (min. 120). Mostró amarilla a los azulgranas Lenglet y Jordi Alba, y a los rojiblancos Dani García, Villalibre y Morcillo.

  • Incidencias final de la Supercopa de España, disputada en La Cartuja de Sevilla, a puerta cerrada.

Como lo era, por supuesto, la actuación de Messi. El argentino, que vivió un noche penosa, quiso jugar desde el principio. Durante más de media hora, concretamente hasta que en el minuto 38 largó un disparo peligroso desde fuera del área, el argentino estuvo andando, de aquí para allá, en actitud contemplativa. Sólo le faltó comerse algunas pipas. Se podía decir que Messi estaba allí sólo como una amenaza latente, sin incidencia en el juego. Como tampoco Ter Stegen era muy exigido por los rojiblancos, a quienes el insospechado repliegue del Barcelona le dejaba sin espacios arriba, el partido fue discurriendo entre bostezos más allá de la emoción inevitable de una final con el marcador a cero. Y todo indicaba que iba a continuar así hasta el descanso, de forma que fuera en la segunda mitad cuando se acabaran por desatar las hostilidades.

Buena réplica

Pues no. En el minuto 40, Messi se hizo presente y acabó participando de manera decisiva, tras uno de esos pases de molde a Jordi Alba, en la jugada con la que Griezmann abrió el marcador. El palo fue muy duro para el Athletic, que ni se merecía ese gol en contra tal y como se estaba desarrollando el partido ni se lo esperaba de ninguna manera. La típica jugada, en fin, que puede derrumbar la moral de un equipo con problemas de autoestima. Marcelino la sufrió como una puñalada por la espalda. La reacción de sus jugadores, sin embargo, fue tan perfecta que provocó hasta incredulidad. Ni siquiera se miraron la herida. Se fueron al ataque y dos minutos después respondieron haciendo el 1-1 tras un magnífico pase de Williams y una llegada providencial de Óscar De Marcos.

Tras esos momentos de vértigo, llegó el descanso y en la reanudación volvió la normalidad. Que en este caso beneficiaba a un Athletic, cuyo trabajo defensivo, con presión alta y basculaciones medidas, le permitía controlar al Barça con una autoridad que no se recordaba en estos enfrentamientos, siempre teñidos de un buen número de ocasiones culés. Y no sólo eso. En medio de tanta igualdad, de idas y venidas, los rojiblancos tuvieron dos buenas opciones de marcar el segundo. La primera, un cabezazo de Raúl García tras una falta muy bien puesta por Muniain la desactivó el VAR en el minuto 57 decretando uno de esos fueras de juegos por milímetros que hacen añorar los tiempos en los que existía el concepto de jugadores «en línea». La segunda la tuvo Williams en un disparo dentro del área, muy franco, que se le marchó desviado.

El Athletic amasaba razones para confiar en la victoria. Su despliegue era magnífico, superior al del Barça. Sólo le faltaba calidad arriba para poner la rúbrica a las jugadas. Lo de tantas veces. De ahí que cuando Griezmann marcó el 2-1 tras culminar una buena combinación de Dembelé y Jordi Alba por la banda izquierda, muchos pensaron que ahí iba a estar la diferencia, el factor cruel que acabaría condenando al equipo de Marcelino. Quién iba a decir en ese momento de conmoción el giro que iba a dar la final, cuando todo pareció estar perdido para el Athletic y los cambios del técnico asturiano no parecían surtir el efecto deseado.

El caso es que llegó el minuto 90 y una falta se convirtió en la última oportunidad del Athletic. Una de esas que se espera rezando, casi de rodillas. Y Villalibre hizo el empate tras un nuevo balón perfecto de Muniain. La fe del Athletic, su magnífico partido de cabo a rabo, en todas las facetas del juego, tenía su premio. Se alcanzó la prórroga y no tardó nada en llegar un gol histórico, de esos que se recordará siempre: una joya de Williams que los rojiblancos supieron defender a lo grande, sufriendo como era lógico en un par de ocasiones del Barça pero teniendo cerca también el cuarto gol; una capacidad de réplica por parte del Athletic que acabó desquiciando incluso a Messi, tantas veces verdugo de los rojiblancos. El rosarino acabaría expulsado por una agresión a Villalibre, que lo hizo todo bien. Incluso tocar la trompeta. Se hicieron eternos los últimos minutos hasta llegar el éxtasis final, pero son estas emociones enormes, al borde de la taquicardia, las que dan sentido al fútbol y retratan a los grandes equipos. Lo que ha sido el Athletic en esta Supercopa.

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