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Toña Is, en Luanco, su refugio. En una mano sujeta la Santina que siempre la acompaña y en la otra luce el tatuaje que se hizo tras ganar el Mundial en diciembre. PALOMA UCHA
«Todavía hay mentes cerradas y cavernícolas»

«Todavía hay mentes cerradas y cavernícolas»

«Llevo siempre en el chándal a la Santina», confiesa Toña Is, que se santigua cuatro veces ante un partido | La seleccionadora sub 17 de fútbol femenino, que acaba de hacerse un tatuaje que recuerda que ganó el Mundial, elige Luanco para descansar

AZAHARA VILLACORTA

Domingo, 23 de junio 2019, 02:06

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Cuenta Toña Is (Oviedo, 1966) que su madre «era muy futbolera». Hasta el punto de que, «cuando abrías el armario de su habitación, lo que te encontrabas era un póster de Hugo Sánchez, su preferido». Así que, cuando la quinta de sus siete hijos (cuatro chicas y tres chicos) le dijo que quería jugar, ella le contestó que iba a ser duro. Que habría muchas zancadillas. «Y las hubo», aclara Toña Is. «Pero que, si estaba segura, adelante».

«Mis padres fueron increíbles. Estoy haciendo lo que me gusta gracias a ellos. Era una época complicada y siempre me apoyaron en todo», explica esta mujer que, a sus 53, acaba de hacerse un tatuaje en la muñeca izquierda que le recuerda que, el pasado mes de diciembre, en Uruguay, escribió su nombre en las páginas de la Historia tras ganar el primer Mundial de Fútbol Femenino al frente de la Selección española sub 17.

Un camino que empezó con pachangas en su barrio, La Corredoria, y que siguió su curso natural cuando, ya como central del Oviedo Moderno, conoció al que entonces era su presidente, otro futbolero irredento, y se enamoró de él. «El día después de la boda fui a jugar. Nos marchábamos de luna de miel por la tarde. Ni pensé en las lesiones. Imagínate. Fue un partido muy especial porque metí el gol de la victoria y la gente gritaba 'viva la novia'», hace memoria Is para que nos hagamos una idea de lo supone para ella el deporte rey. «La vida misma». Porque, además, antes de pasarse a los banquillos y convertirse en la primera mujer seleccionadora de fútbol en España, vistió la camiseta de la Selección en 34 ocasiones.

Un veneno que esta policía local en excedencia («de las de tráfico que van en moto») inoculó sin querer en su hija Paula, diecisiete años y portera en las filas del Sporting que dentro de poco hará las maletas rumbo a Carolina del Norte, donde ha aceptado la beca de una universidad.

Junto a ella, «una jugadora más» del combinado nacional, viajó a Uruguay al frente de «la selección más complicada, la sub 17, en la que no dejan de ser adolescentes». Así que admite que alguna que otra vez ha tenido que poner firme «a algún grupo que se estaba desmadrando». Pero son las menos: «Me conocen y saben hasta dónde pueden llegar. Que, cuando toca ser serio, hay que ser serio. Y, cuando estás en un campeonato, se acabó el cachondeo. Ya habrá tiempo para reírse. El nivel de exigencia es máximo. Un Mundial no se gana por casualidad».

Esa es una de las fórmulas del éxito de esta seleccionadora que sabe que, «con unas niñas que están fuera de su entorno, hay que hacer un poco de todo: de psicóloga, de entrenadora, de madre...». Todo, para conseguir que sean «una piña»: «Prefiero una jugadora que sume a una que sea una crack y que, si en un momento dado no la puedes poner, vaya a darte un problema en el equipo».

Hasta ahí, las claves más racionales. Pero tampoco oculta Toña Is que es supersticiosa. Y que, por ejemplo, se santigua cuatro veces (el cuatro es su número) antes de cualquier partido. O que lleva siempre con ella a la Santina. «Es una Virgen de Covadonga que tenía mi madre siempre en la mesita. Cuando murió, la tenía en el hospital y ahora va conmigo en el chándal a todos los campeonatos».

Piensa que la ayuda con las zancadillas, que ahora son de otro tipo. Como que, por ejemplo, «a las mujeres se nos sigan cerrando muchas puertas». Solo un ejemplo en forma de pregunta lanzada al aire: «¿Alguien cree que los futbolistas están preparados para admitir a una entrenadora dirigiéndoles? Tengo mis dudas. Mira lo que pasó con Conchita Martínez en tenis». O que «las chicas sigan teniendo que entrenar en los peores campos y horarios».

Eso, por no hablar de episodios como que a las ganadoras de un torneo de squash les regalen un vibrador y crema depilatoria: «Sin comentarios. Parece mentira que en pleno XXI pasen esas cosas y que todavía haya mentes cerradas y cavernícolas». Y luego están «los sueldos desorbitados que cobran ellos. Queda mucho por hacer, pero yo, de momento, voy a seguir trabajando para conseguir éxitos para el fútbol femenino y para mí misma». Durante el mes próximo, será en el Europeo sub 19, al que acudirá como ayudante. «Y ya en agosto intentaré desconectar en el piso que tenemos en Luanco». El descanso de una guerrera que atesora los tres mayores títulos que pueden conseguirse en el fútbol (campeona de España, de Europa y del mundo) y que el año pasado se pasó 240 días concentrada.

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