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«En la ciencia y en el fútbol tienes que elegir entre atraer o exportar talento»

«En la ciencia y en el fútbol tienes que elegir entre atraer o exportar talento»

Juan Luis Arsuaga Codirector del yacimiento de la sierra de Atapuerca ·

El científico, elegido en 2014 para una selección española de la Ciencia, explica que en la prehistoria no sólo conocían el deporte; «es que no hacían otra cosa»

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Martes, 12 de junio 2018

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El paleoantropólogo y codirector de las excavaciones de la sierra de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga (Madrid 1954), seguirá el Mundial de Rusia desde una sugerente tribuna: el Museo de la Evolución Humana, del cual es director científico y que está situado a unos 25 kilómetros del valioso yacimiento prehistórico burgalés. No tiene una idea concreta de cómo verá los partidos, pero imagina que en el salón de actos instalarán una pantalla para que los colegas españoles, ingleses y americanos animen a sus selecciones. Todo apunta a que el fútbol llevará mucha rivalidad a Ibeas de Juarros, localidad pegada a Burgos capital donde moraban los restos del 'homo antecessor', que vivió hace 800.000 años, y de otro homínido más antiguo pero sin clasificar (1,2 millones de años). «A la excavación viene gente de todo el mundo. Dicho sea con humildad, ésta es una 'meca' de la prehistoria», comenta Arsuaga.

PREGUNTA: ¿Ha podido comprobar si el 'homo antecessor' conocía el juego o el deporte?

RESPUESTA: Es que en la prehistoria no hacían otra cosa; pasaban el día haciendo deporte. Es verdad que lo exclusivo del ser humano es jugar de adulto. Lo decía Konrad Lorenz: los cachorros de los perros hacen deporte, se persiguen, luchan, hacen carreras, pero cuando se hacen mayores dejan de jugar. Nosotros conservamos ese espíritu juguetón. Somos una especie siempre infantil. Y a nuestras mascotas las hemos troquelado de esa forma; juegan de mayores.

P.: Usted mismo tiene 64 años y está atento al Mundial.

R.: Hay científicos a quienes no les gusta el fútbol, pero no pienso perderme los partidos más importantes.

Apego al terruño

P.: ¿Qué piensa de los que afirman que el fútbol es una forma de representar los conflictos?

R.: Yo no me atrevería a decir que el deporte sea un sucedáneo de la guerra. Es una posibilidad, pero no es inevitable. En el fútbol hay un elemento de identificación, y en principio no es malo. Uno pertenece a su tierra, es lo normal, lo natural, no tiene por qué conducir al enfrentamiento. Es cierto que el fútbol moderno ha derivado hacia eso, pero podría cambiar. El deporte también sirve para unir, como los Juegos, y para que las aficiones vayan a beber juntas, como el rugby.

P.: A los ultras de los estadios se los tilda de trogloditas... Como si vivieran en Atapuerca.

R.: Esa visión de la prehistoria como algo animal se basa en el desconocimiento, es un error de concepto. De un individuo que se inmola y mata a un montón de gente se dice que ha tenido un comportamiento inhumano, y no es correcto, es muy humano, los animales no hacen eso. No es un atavismo, algo que vuelve. Pero no quiero decir que seamos agresivos, ni que ésa sea nuestra naturaleza. Siempre está la posibilidad de ser manipulados. Mandela decía que a odiar se aprende, uno no nace odiando, el odio se educa.

P.: Los ojeadores de fútbol creen poder educar a futuros Messis que hoy tienen 4 años. ¿La ciencia acabará fabricando superjugadores?

R.: Espero que no. Ni siquiera lo creo necesario. El deporte explota las características naturales. De otro modo, ¿por qué no hacer carreras de dopados?

P.: Ahora mismo, para 'producir' cerca de 500 futbolistas de élite en Primera hace falta más de un millón de licencias federativas. ¿En la investigación avanzada es igual?

– Hace falta un sistema de ciencia. La ciencia también es competitiva. Se compite por las patentes, por los descubrimientos... Luego se compara el resultado, es una cosa mixta, pero hay una competencia por ser el primero, por hacer el descubrimiento antes, por ser las mejores universidades y los mejores centros de investigación, los que captan el talento. El talento es el oro en la ciencia, igual que en el deporte, en el fútbol, y tienes que elegir entre atraerlo o exportarlo. Es importante no expulsarlo; te empobreces.

P.: Es el dilema de algunos equipos de Primera.

R.: Se trata de crear focos de atracción, sea en el arte, la industria, la ciencia o el deporte. El talento multiplica la inversión y va allí donde encuentra un caldo de cultivo, la masa crítica, el ambiente. A Barcelona, a Bilbao o a Madrid. Esa visión deportiva es útil para que la gente lo entienda.

P.: De hecho, usted formó parte de La Roja de los científicos, coincidiendo con el Mundial de Brasil de 2014. ¿Sería España favorita en un Mundial de Ciencia?

R.: En uno individual, Ramón y Cajal estaría a la altura de los más grandes, de Darwin o Newton. Si pensamos en términos de equipo, no ganaríamos, pero tampoco haríamos el ridículo. España estaría donde está en casi todo, donde ha estado siempre. En ciencia andamos por el doce o así, pero igual que en lo demás. No dejamos de ser un país occidental, a la cola de la antigua Europa, y ahora que la UE se ha abierto, más por el medio. Estaríamos bien; aspiramos a estar entre los mejores, pero no tenemos que flagelarnos.

P.: Los clubes de la Liga Santander cobraron 1.100 millones de euros por los derechos de televisión de 2016-2017. ¿Qué haría la ciencia con los derechos de un Mundial?

R.: Pues lo mismo que la cultura, el medio ambiente, los temas sociales y cien mil cosas más... Me encanta el deporte, y no tengo la sensación de estar dando mil millones a nadie. Ponemos la tele, vemos el partido y como somos tantos el poco dinero que damos cada uno representa mucho. Es el mundo en que vivimos. La ciencia no tendría por qué competir con el deporte. Los países más avanzados científicamente como EE UU, los que tienen los premios Nobel, son potencias deportivas. Incompatible no es.

P.: El deporte permite entender la condición humana.

R.: Están el deporte individual y el de equipo. Un individuo atrae a una generación, mientras que la identificación con un equipo, con un club de fútbol se transmite de una generación a otra. El deporte también es una escuela. Wellington dijo después de Waterloo que esa batalla se ganó en los 'playgrounds' (campos de juego) de Eton. Allí se forjaron la camaradería, el compañerismo, la organización, la disciplina, el sacrificio... esas virtudes que apreciamos en el grupo.

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