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Ighalo celebra un tanto con la camiseta del Watford./ Afp
El cazador sonriente - Odion Ighalo delantero del Changchun Yatai y selección nigeriana Mundial Rusia 2018

Ighalo: el cazador sonriente

Nigeria ·

Delantero habilidoso que se carcajea de la presión, es una de las esperanzas goleadoras de la selección nigeriana

RAFAEL LAMELAS

Viernes, 8 de junio 2018

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Es nigeriano pero podría pasar por brasileño, tanto por su elegancia en el recorte como por su continuo buen humor. Odion Ighalo se carcajea de la presión que atenaza a tantos delanteros. Al llegar al área, donde otros se precipitan, él para el tiempo. Acostumbrado a entretenerse en el regate, a dejar sentados a los defensas, su estilo inconfundible ha generado amores eternos entre las aficiones de los equipos en los que ha servido, siempre dejándolos al borde del ataque de ansiedad por su cachaza en los momentos decisivos.

Ighalo creció en el Julios Berger Lagos de su país antes de dar el salto a Europa. En lugar de enrolarse en una de las ligas más conocidas se fue al Lyn noruego. Allí dejó fluir su clase con asiduidad, hasta que empezaron a llamar a la puerta otros clubes. Primero preguntó el Brann, del mismo país nórdico; luego fue el Ajax, siempre atento al talento inesperado; al final fue el Udinese, con su red de rastreo en medio mundo, el que se quedó con su pase por casi dos millones de euros.

La escuadra italiana, de la familia Pozzo, acababa de acceder a la gestión del Granada, que por aquel entonces estaba en Segunda B. Ighalo, al principio a regañadientes, se fue cedido para intentar ayudar al ascenso del equipo rojiblanco, en una categoría muy por debajo de su nivel, marcando goles con insultante facilidad. Cumplió su misión y regresó a Italia, para ser prestado de nuevo a otro club, el Cesena, en la serie A. Apenas jugó en la primera vuelta, por lo que regresó al Udinese; los Pozzo le volvieron a encomendar la misión de fraguar otro ascenso en su satélite español. En Granada acabó y aunque durante meses le costó encontrar su mejor versión, reclamó los focos en el partido más importante, tras pasar varios encuentros en la suplencia. «Geijo estaba jugando muchos partidos. Contra el Elche él tenía una lesión y Dios quiso que yo jugase», rememora. Marcó un magnífico tanto al Elche, serpenteando entre rivales con una frialdad impresionante, que consolidó el 1-1 con el que los nazaríes regresaron a Primera división. «Fue un año maravilloso en mi carrera y en la ciudad. Conseguimos subir al equipo después de 35 años», se congratula.

El ariete prolongó su estancia en España durante dos campañas más, ya en la élite. Escogió bien sus goles, pues algunos fueron decisivos para fraguar las dos primeras salvaciones del conjunto en la máxima categoría. Los Pozzo compraron otro club, el Watford, por aquel entonces en la Segunda inglesa, la Championship, y allí lo llevaron. En un campeonato con poco espacio para la lírica, Ighalo volvió a brillar con luz propia y consumó otro reto: actuar en la Premier League. Dirigido en ese ejercicio por Quique Flores, los Hornets firmaron la permanencia e Ighalo llamó la atención de algunas potencias británicas. Aguantó un año más con el Watford pero las cosas no le satisficieron con el sucesor de Flores, Walter Mazzarri. Pidió salir y aunque le tentaron varios rivales, acabó marchándose a China, al Changchun Yatai. Ha logrado siete dianas en once partidos esta temporada, algunos de extraordinaria factura. Ahora viaja a Rusia con el equipaje de siempre: su larga sonrisa y las instrucciones para ejecutar goles inverosímiles.

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