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El colombiano Nairo Quintana celebra su triunfo en la segunda etapa de la Vuelta en la meta de Calpe. JAVIER LIZÓN / EFE
Quintana descubre otra manera de ganar

Quintana descubre otra manera de ganar

En un emocionante final de etapa, el colombiano ataca sin montaña y logra en Calpe su victoria «más particular»

J. GÓMEZ PEÑA

CALPE.

Lunes, 26 de agosto 2019, 01:07

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Pese a su rostro gastado, Nairo Quintana estaba de estreno. «Nunca había ganado así», se extrañaba. A él le han visto vencer las grandes cimas. Pero esta vez fue en el tramo que bajaba entre curvas y repechos desde la Cumbre del Sol hasta Calpe, al nivel del mar. Tuvo intuición. Olfato. Detectó la veta de oro en un leve repecho, notó cierta indecisión en Roche, Urán, Aru, Nieve y Roglic, y se largó. Listo, listo. «Ganar de esta manera es una sensación particular. Bueno, siempre hay una primera vez». El bautizo inesperado de colombiano. «Lo necesitaba». Hinchaba el pecho.

EL DATO

  • 37 segundos sacaron de ventaja Quintana, Roche, Aru, Uran, Roglic y Mikel Nieve.

Quintana no celebró su victoria en Calpe hasta 50 metros después de cruzar la meta. «Solo luego he hecho como que volaba. Sé que me llaman el cóndor» desveló. Ese gesto define su ambición en esta Vuelta rota ya desde el inicio. El colombiano no quiso perder ni una pizca de tiempo en levantar los brazos. No le bastó para coger del liderato, que es de Roche por dos segundos, pero sí para reclamar los galones en su equipo, el Movistar, por delante de Valverde. El murciano, que corre para divertirse, lo pasó en grande en la subida a la Cumbre del Sol. Se gastó en cruces de golpes con Latour y Bennett. Pero no estuvo en el corte que luego, en la escarpada costa que baja a Calpe, montó Mikel Nieve. El navarro abrió un vagón en el que sólo montaron Quintana, Roche, el recuperado Aru, Quintana, Urán y, atención, Roglic. «Más que las heridas, me duele el tiempo (40 segundos) que perdí el sábado en la caída», dijo el esloveno.

Kruijswijk, Óscar Rodríguez, De la Cruz y Carthy cedieron casi dos minutos en Calpe

Tras ellos, Calpe vio desfilar a los que empiezan la Vuelta perdiendo. A 37 segundos llegaron los jóvenes Higuita, Aranburu y Pogacar en compañía de Valverde, Latour, Kelderman, Chaves, De la Parte, Herrada y 'Superman' López, el líder destronado. López pagó sus dos errores. No vio la relevancia del corte en el que se metieron Quintana y Roglic. Y luego en la persecución reventó al único gregario que le quedaba, Ion Izagirre, con un acelerón desesperado. A la primera, su equipo, el Astana, se resquebrajó en un escenario sin grandes cuestas pero muy áspero, hecho para el espectáculo.

Así es la Vuelta. Una escaramuza diaria. En la de Calpe, cuando nadie lo esperaba, cedieron 1 minuto y 43 segundos corredores como Kruijswijk, Óscar Rodríguez, De la Cruz, Carthy... Y uno de los dorsales que parecen destinados a ser líderes del pelotón español, Marc Soler, se dejó nueve minutos.

El recuerdo de Lambrecht

A todo eso se unió el hundimiento del Ineos, el antiguo Sky de Froome, Thomas y Bernal. Tumbado en el asalto inicial. Nadie podía imaginar algo así en la salida. Benidorm es sol, playa, vino, paella, pieles tostadas y noches picantes. Dicen que todos, vengan de donde vengan, pueden encontrar su sitio en este 'Manhattan' de la Costa Blanca, incluso te puedes topar con un recuerdo que duele. El de la muerte del belga Bjorg Lambrecht en la reciente Vuelta a Polonia. En la salida, sus compañeros y sus rivales se abrazaron. Se quitaron las gafas y el casco. Ojos líquidos en el Lotto, el equipo del joven -apenas 22 años- Lambrecht, fallecido tras caerse en un tropiezo que parecía inofensivo.

Hace un año debutó en la Vuelta. Le gustó. Fue cuarto en la cima de La Camperona. Iba a estar en esta edición. Todos guardaron un minuto de silencio. En esa burbuja de 60 segundos, los ciclistas piensan que el ojo retorcido del destino que miró a Lambrecht bien pudo haberse fijado en ellos. Esa sensación que intimida dura lo que el silencio, un minuto. Después vuelve la guerra. La fuga. La de Sander Armée, Ángel Madrazo Jonathan Lastra y Willen Smit. Cuatro dorsales, cada uno con su número y sus historias que se cerraron antes de llegar a la falda de la Cumbre del Sol. Cazados. Hacía calor. Eso endurece las cuestas. Valverde, siempre juguetón, animó la subida. Y su compañero Quintana remató luego camino del Peñón de Ifach, en Calpe. Allí, en la acalorada meta, el murciano decía que lo que importa es que gane uno del equipo. Quintana hablaba ya de la llegada en la quinta etapa a Javalambre, donde aspira a ganar con su versión de siempre. López, desbancado, rumiaba su rabia. Roglic, callado, sonreía. Y el líder, Roche, sólo pedía una cosa: «La otra vez que fui líder me duró un día. A ver si ahora aguanto más». «Mejor que Roche sea el líder. Yo pienso en Madrid», avisó Nairo.

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