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AIDA COLLADO
Domingo, 11 de octubre 2015, 00:20
¿Qué habría ocurrido si el vendedor ambulante Mohamed Bouazizi no se hubiese quemado a lo bonzo el 17 de diciembre de 2010 después de que la policía le requisase su puesto de fruta? ¿Habría derrocado la revolución tunecina al gobierno de Ben Alí? ¿Se habría desarrollado la primavera árabe en las mismas condiciones? ¿Se habría alternado del mismo modo la relación entre Occidente y Oriente? «Las bolas de cristal no valen». Lo dice el secretario general de Política de Defensa, Alejandro Alvargonzález, quien ayer habló de la importancia de estar preparados «ante la impredecibilidad» de una situación tan «compleja y complicada» como la que caracteriza a la que definió como 'la edad de la globalización'.
Tan importante como el paso de la Edad Media a la Moderna es la transición en la que se encuentra inmerso el planeta y que tiene «consecuencias políticas y económicas de primer orden», destacó. Para el mundo que perfiló Alvargonzález durante su intervención en 'Somero 2015' -el congreso sobre economía colaborativa que hoy se clausura en el recinto ferial Luis Adaro- es indispensable contar con una sociedad civil fuerte. «En España hay una falta de sociedad civil importantísimo», insistió, antes de relacionar este déficit con «la falta de empresas» o «el paro permanente por causas estructurales». Al fijar la mirada en Asturias, el escaso tamaño de sus compañías también encuentra explicación en esta carencia. «Nos falta asociacionismo», sentencia en el mismo sentido.
Alvargonzález señaló que la tecnología ha hecho el mundo más pequeño y, además, está sujeto a importantes cambios demográficos. «África va a empezar a crecer a un ritmo de 20 millones de habitantes al año», puso como ejemplo. Las sociedades serán «multiculturales y multirreligiosas y gestionar eso no es tan fácil», insistió. De ahí, del hecho de que «los malos viven en la globalización como pez en el agua», viene también la importancia de articular sociedades civiles potentes, «como un modo de asegurar que nuestra forma de vida va a seguir siendo la misma en cuanto a valores democráticos se refiere». Dicho de otro modo, debemos «integrar todo esto en nuestros valores, porque si no, vamos a tener un problema». Por mucho que en lo económico «esa 'importación de personas' sea necesaria, debido a nuestra pirámide poblacional»
En la misma línea económica, recomendó la máxima «Piensa global y actúa local», que aplican las Fuerzas Armadas en sus desplazamientos. Las empresas que dan el salto al exterior, recomendó, también han de adquirir -como el Ejército- «ventajas competitivas y realizar un análisis permanente de lo que está pasando en el mundo, para lo que necesitan sistemas de inteligencia e inteligencia analítica».
Fue precisamente ese, servir como ejemplo, el papel de las Fuerzas Armadas modernas en el congreso. La economía colaborativa quiere aprender de su capacidad de respuesta ante lo inesperado, de sus procedimientos cuidadosamente planeados para hacer frente a lo impredecible, de su innegable don logístico, de ese ejército que tiene muy claro que «si ha de ir a la guerra, ya se ha fracasado». Su principal objetivo, aclaró Alvargonzález, es la disuasión. Y para eso, confesó, «hace falta dinero, dinero y dinero».
El secretario general dio algunos números: la OTAN considera que le gasto idóneo en Defensa para mantener la seguridad de un país es del 2% del PIB «y España gasta el 0,9%». Tiene un gasto similar al de Argelia, con diez millones de habitantes menos y una renta mucho más baja -aunque también atraviesa una situación más complicada por su localización-. Las Fuerzas Armadas españolas también han sufrido durante la crisis y ya se han comido el cerdo de la hucha. «No hemos llegado a rascar hueso, pero casi y ahora necesitamos recuperarnos. Hemos conseguido mantener una forma de hacer, pero ha habido mucho desgaste», completó.
Su intervención será una de las últimas de 'Somero 2015', antes de llegar hoy a su fin, tras analizar en la jornada de clausura 'El tejido financiero de la era p2p'. Participarán en el debate el autor de 'El fin de la banca', Jürg Müller, y el catedrático de Economía Juan Urrutia, así como David Villar, autor de 'Las comunidades agroindustriales' o el gurú de la economía colaborativa Neal Gorenflo, entre otros.
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