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Un operario del tren de carril de ArcelorMittal en la factoría de Gijón. DANIEL MORA
La industria asturiana pierde 5.000 empleos en un año de incertidumbre y sucesivas crisis

La industria asturiana pierde 5.000 empleos en un año de incertidumbre y sucesivas crisis

El sector servicios se refuerza y engloba ya al 75,6% de los asalariados de la región hasta llegar a los 290.900, frente a los 53.900 del industrial

LAURA CASTRO

GIJÓN.

Domingo, 15 de septiembre 2019, 03:51

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La industria asturiana se resiente. Prueba de ello son los más de 10.000 empleos que perdió en una década, de los que casi la mitad, 4.800, se destruyeron en el último año. La incertidumbre que vive el sector por los numerosos retos presentes y de un futuro muy próximo se traduce en recortes de producción, cierres de empresas y pérdida de puestos de trabajo. En el lado contrario está el sector servicios, que refuerza su papel protagonista en el mercado laboral de Asturias, donde ha pasado de dar trabajo a un 68,3% de los asalariados en 2008 al 75,6% en el presente año. En la actualidad emplea a más de 290.000 personas, frente a las 53.900 de la industria.

Estos son solo algunos de los datos que recoge la Encuesta de Población Activa del Instituto Nacional de Estadística (INE) y que muestra no solo que el total del empleo perdido con la crisis no se ha recuperado, sino que los puestos de trabajo que se han creado durante los años de recuperación han sido de menor calidad y se han dado en los sectores que menos riqueza generan. La recesión se llevó por delante 41.000 empleos en industria y construcción, las actividades económicas que mejores condiciones ofrecen, principalmente, por la estabilidad de los puestos y por su remuneración. La temporalidad en estos sectores es mucho más baja que en los servicios, donde la mayoría de los contratos que se firman tienen fecha de caducidad. Asimismo, un operario de industria o construcción cobra entre 2.200 y 7.700 euros más al año que un empleado del sector terciario, según la última encuesta de estructura salarial del INE, que recoge los datos de 2017.

La construcción está en una fase de recuperación, aunque muy paulatina. Sumó en el último año 2.300 asalariados, pero está lejos de recuperar el peso que tenía en 2008, cuando englobaba al 12,3% de los empleados de la región. Ahora representa únicamente al 6,7% de los asalariados asturianos. La industria, en cambio, ha perdido peso en el reparto de asalariados, casi un punto, en la última década, lo que se traduce en la destrucción de más de 10.000 puestos de trabajo. El sector se resiente en la región fruto de los numerosos retos a los que se enfrenta: los elevados costes energéticos y ambientales, la transición energética, el 'Brexit', la guerra comercial, el aumento de importaciones de terceros países...

Alcoa fue la primera 'grande' en hacer saltar las alarmas en Asturias. Cansada de esperar por una rebaja eléctrica que no llegaba, la multinacional estadounidense decidió encaminar sus plantas de Avilés y La Coruña hacia el cierre con una paralización total de inversiones. El anunció llegó en octubre y tras prácticamente nueve meses de arduas negociaciones con los representantes de los trabajadores, las autonomías y el Gobierno central, Alcoa decidió vender ambas factorías al fondo de inversión suizo Parter Capital, que trabaja ahora en un plan estratégico para las plantas. Se logró mantener el 100% del empleo durante al menos dos años, pero la incertidumbre continúa instaurada en la plantilla ante la indefinición de la cartera de clientes y la escasa producción de la fundición, la única parte de la empresa que sigue activa. Cuando estalló la crisis en Alcoa, Iberdrola ya había solicitado el permiso para cerrar su térmica de Lada, petición que Naturgy también realizó para la de Soto de la Barca.

Y tras esto llegaron los recortes de Arcelor. El gigante siderúrgico advirtió de que un 15% de su producción en Asturias no es rentable por los costes del CO2 y alertó de las graves consecuencias que tendrá la guerra comercial para el sector en Europa. Los aranceles impuestos por Donald Trump al acero procedente de Turquía y China, principalmente, provocó una desviación de este hacia el viejo continente y con ello una sobrecapacidad del mercado. El problema es tal que por primera vez en diez años la importación de acero en Europa superó al exportado. Además, ni China ni Turquía tienen que pagar por sus emisiones contaminantes, lo que representa una diferencia competitiva notable con los productores europeos.

El Gobierno de España se ha comprometido a incrementar su presión en la UE para que se apruebe un arancel medioambiental para que los productores de dentro y fuera del viejo continente 'jueguen' con las mismas condiciones. Asimismo, el Ministerio de Industria y el de Transición Ecológica asumieron el compromiso de aumentar las compensaciones por emisiones indirectas de CO2 y rebajar la factura eléctrica, pero deberá esperar a que se forme el nuevo Ejecutivo para hacerlo. Mientras, la industria asturiana teme el impacto de la descarbonización y las comarcas mineras exigen un mayor esfuerzo de los diferentes gobiernos para atraer nuevos inversores fuertes, capaces de reindustrializar y revitalizar las cuencas, que afrontan ahora un nuevo cierre con Vesuvius.

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