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El resultado mantiene las espadas en alto en la política asturiana

El resultado mantiene las espadas en alto en la política asturiana

El Gobierno de Javier Fernández sigue con el pulso débil frente a una derecha crecida que le ofrece acuerdos, aunque se beneficia del castigo de las urnas a Podemos

ANDRÉS SUÁREZ

Martes, 28 de junio 2016, 03:30

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La gobernabilidad de Asturias seguirá empantanada en las próximas semanas, en el mejor de los casos, o incluso durante meses, si se cumplen los peores pronósticos. El 26-J no despeja nada en el corto plazo para el gabinete de Javier Fernández, que continúa en una posición precaria, sin una mayoría definida. Aunque la cosa podría haber sido peor. De haberse dado el temido 'sorpasso', el adelantamiento de Unidos Podemos, la presión sobre los socialistas en la Junta General, con un adversario al alza, hubiera sido terrible. Pero ese escenario no se ha producido. ¿Qué va a pasar? Dependerá de lo que suceda durante las negociaciones para elegir al próximo presidente del Ejecutivo central. No es lo mismo que Mariano Rajoy llegue a la Moncloa sin intermediación alguna del PSOE, lo que dejaría el escenario regional sin apenas cambios, que lo haga con su beneplácito -a través de una abstención, por ejemplo-, lo que probablemente tuviese una contrapartida en forma de respaldo del PP a aquellos gobiernos autonómicos o locales socialistas con problemas de estabilidad, caso del Principado. Hay, pues, mucha tela que cortar.

La Junta General y por extensión el Gobierno asturiano llevan un año funcionando al ralentí. Fernández se apoya en una tropa parlamentaria poco numerosa, apenas sus 14 escaños y los cinco que puntualmente incorpora IU en virtud del acuerdo de investidura suscrito al inicio del mandato y que amenaza con tambalearse desde que la coalición se sumó a la confluencia con Podemos. En este periodo la estrategia opositora de la formación morada ha sido feroz, sin la mínima concesión al entendimiento con los socialistas. Es la tormenta perfecta porque el PP, que reconciliado con Foro mira a 2019 como el momento idóneo para asaltar la Presidencia del Principado, tampoco ha dado oxígeno al PSOE. Ha sido un año basado en dejar caer las hojas del calendario a la espera de ver cómo se clarificaba el panorama nacional. No pudo ser el fallido 20-D. El 26-J, aunque deja un escenario menos tortuoso, mantiene aún dudas por resolver.

Para el PSOE y para el Ejecutivo de Fernández, que Unidos Podemos no haya consumado el 'sorpasso' es ya un triunfo en sí mismo. Lo es, sin duda, a efectos de partido, porque los socialistas se jugaban su supervivencia. Y aunque en clave de gobierno no supone una mejora práctica, al menos las cosas no empeoran. De haberse producido ese adelantamiento, hubieran pintado bastos.

Porque, en esa hipótesis, Podemos hubiera visto legitimada su estrategia de combate sin cuartel al PSOE y más que probablemente la hubiera intensificado. Arrastrando además en esta jugada a IU, en el marco de una confluencia que se habría considerado exitosa, dejando de esa manera al gabinete socialista sin el único apoyo externo con el que de forma puntual ha contado en estos meses.

Pero no ha habido 'sorpasso' y el PSOE ha conjurado esa amenaza. Podemos deberá replantearse ahora si la acción política desarrollada en estos meses en la Junta está siendo bien entendida por sus votantes o se la empieza a percibir como una fuerza de bloqueo. Y el portavoz de IU, Gaspar Llamazares, feroz crítico desde el minuto uno con la forma de articular la confluencia, ya señaló ayer que el pacto de investidura con el PSOE sigue vigente mientras la militancia de la organización «no diga otra cosa».

A partir de ahí, el rumbo de la política regional queda a expensas de lo que suceda en Madrid. Hay varias alternativas. La posibilidad de que Rajoy sea elegido presidente sin la participación expresa del PSOE apenas traería cambios al terreno regional y el Ejecutivo de Fernández, si Podemos no cambia de actitud, seguiría viéndose obligado a navegar sin apoyos claros. Una abstención socialista para favorecer esa investidura sí podría ir acompañada de una contrapartida, y tiempo atrás el PP ya ofreció respaldo a los socialistas en comunidades y ayuntamientos donde está en minoría a cambio de ese voto en el Congreso. Ayer, en este clima, el vicesecretario de Organización de los populares asturianos, Luis Venta, ya mostró «disposición de diálogo» y emplazó a Fernández a «acercarse a los asturianos que en las urnas han dicho sí a una opción política de centro derecha moderado». Ninguna declaración es casual en estas fechas.

El 26-J tiene una lectura de gobierno pero también una de partido. Todos se jugaban mucho en el envite. Por ejemplo, la presidenta del PP, Mercedes Fernández, presionada por un creciente y revoltoso sector crítico que quiere su cabeza en el próximo congreso. El resultado del domingo, una victoria abrumadora, refuerza a la dirigente en un momento difícil.

En el PSOE asturiano, mientras, los partidarios de Pedro Sánchez, con la número uno al Congreso, Adriana Lastra, a la cabeza, toman aire. El resultado electoral disipó la amenaza de que una rebelión interna acabase con la carrera del secretario general de forma abrupta. De todos es conocido, además, que Sánchez no es santo de la devoción de Javier Fernández. Entre los 'sanchistas', reforzados, hay quien aboga ahora por presentar una candidatura propia y pelear por el liderazgo de la FSA en el próximo congreso.

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