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Empecemos por confesar que los vascos no estamos para estos trotes electorales y para semejante zozobra política. Medio siglo de brutalidad etarra, entreverada por otras violencias, han imprimido en la arena de nuestra convivencia una huella difícilmente difuminable, por más que puedan cundir los intentos de blanqueo acelerado y las ganas colectivas de pasar página a un pasado que sigue interpelando al presente. Mirándonos de reojo en el espejo, porque ese pasado solo nos permite enorgullecernos del coraje que exhibieron los resistentes, los vascos nos estamos redescubriendo en este pequeño y hermoso lugar en el mundo en el que tanto se puede disfrutar de la vida, de la buena vida, cuando nadie amenaza ya con arrebatártela. Gozamos del bienestar y del progreso del norte con el gusto por los placeres mundanos del sur. Y no, no estamos en este trance de nuestra historia para que todo a nuestro alrededor parezca tan patas arriba. Para que nos inunde la crispación -sea la que emana de Cataluña, sea la de las elecciones de mañana- de la que fuimos dramáticos protagonistas durante años insufribles.

El oasis vasco -¿lo somos de verdad?- se siente cómodo ahora en el sosiego y la moderación sin dejar, en ningún caso, de contar en Madrid. Quiere influir el PNV, que siempre lo ha hecho salvo cuando -qué tiempos- el PSOE y el PP han gobernado con mayoría absoluta. Lo excepcional en esta carrera hacia el 28-A plagada de rarezas es que las Cortes se han erigido en el nuevo foro al que la izquierda abertzale pretende extender su competición con los peneuvistas. Hasta tal punto que la campaña de EH Bildu la protagoniza Arnaldo Otegi, sabedor de la catapulta que supone para sus intereses la alianza con Esquerra Republicana y dispuesto a sumar sus escaños al muro contra la derecha. Las dos familias del nacionalismo vasco aceran así su pulso eterno, con el telón de fondo de una posible fuga del voto útil hacia Pedro Sánchez. Nunca la política española había planeado tanto sobre Euskadi. Sobre la Euskadi post-ETA que se tantea a sí misma.

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