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La productora Esther García llegará el viernes a Gijón en tren. EFE
«Un director que sabe lo que quiere es un sueño»

«Un director que sabe lo que quiere es un sueño»

Esther García, Premio Mujer de Cine | La productora de El Deseo acaba de rodar junto a Almodóvar con más de cien personas a su cargo: «Conseguir lo que Pedro quiere es duro, pero muy estimulante»

AZAHARA VILLACORTA

GIJÓN.

Lunes, 19 de noviembre 2018, 06:32

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Además de organizar las mejores fiestas de fin de rodaje, es una de las personas más queridas y respetadas del cine español y, por eso, la industria celebró con ganas en septiembre la concesión del Nacional de Cinematografía a Esther García (Cedillo de la Torre, Segovia, 1956), un galardón al que el sábado se sumará el Premio Mujer de Cine que otorga el FICX. Convertida en una de las productoras patrias más poderosas, García ha ayudado a levantar algunas de las películas más importantes de este país desde que entrase a trabajar con 19 años como 'chica para todo' en 'Pim, pam, pum... ¡fuego!', de Pedro Olea. La mano derecha de Pedro Almodóvar en El Deseo acaba de concluir la última del manchego, 'Dolor y gloria', con más de un centenar de personas a su cargo, pero también quiere hablar de 'El Ángel', de Luis Ortega, cine negro con sello autoral que presentará en Gijón el viernes. Y de 'El silencio de otros', un documental que acaba de llegar a las salas comerciales y que revela la lucha silenciada de las víctimas del franquismo. Porque ella es de las que aprovecha el éxito para apostar por proyectos y cineastas que cree que merecen la pena.

-Menudo año de premios que lleva

-Estoy un poco sobrepasada, abrumada. Los dos son premios maravillosos y este me hace muchísima ilusión. Aunque también he descubierto que, cuando me dan uno, me entra un poco de agobio porque es como si tuviese que demostrar que estoy a la altura. Tengo el síndrome del impostor (Ríe).

-De usted dijo Javier Cámara: «Deshace entuertos y se enfrenta a retos imposibles. Dirige los equipos desde el amor y la empatía».

-Porque, en realidad, estos son premios para los trabajos ocultos, para los que tienen menos visibilidad, pero sin los que otros no podrían brillar. Lo que intento transmitir al equipo es que somos una herramienta para que el creador consiga contar lo que quiere. A veces, el unicornio que quiere el director no tiene el cuerno del tamaño exacto o no es del mismo color, pero lo intentamos (Ríe).

-¿Cómo logró una niña de una aldea segoviana de apenas cien habitantes llegar a tener tres Goyas?

-La vida tiene mucho de azar y otra parte muy importante de esfuerzo. Desde que vi con cuatro años 'Los Tarantos' gracias los titiriteros que iban por los pueblos, nunca soñé que podría llegar a hacer una película, pero en los sesenta emigramos a Madrid y en el barrio en el que acabamos viviendo mis padres, mis hermanos y yo, Villaverde Alto, muy obrero, muy politizado y con gente muy comprometida, un día conseguí que me dejasen ver un rodaje y me pareció algo extraordinario. Me di cuenta de que no había tenido una vocación clara más allá de la que teníamos todas las niñas, que era ser misionera y probablemente, cantautora (Risas).

-Se enamoró del séptimo arte.

-Sí. Descubrí que, si aquello no era mi vocación, se parecía muchísimo. Así que decidí luchar por ello.

-Y eso, en un tiempo en el que las mujeres se ocupaban del maquillaje, la sastrería y poco más.

-Es verdad que tardé un poco, porque era difícil meterse en un equipo de cine, pero al final entré en 'Curro Jiménez'. Después, hice cosas como 'Los bingueros' y un muchas más de películas con Mariano Ozores. Aprendí un montón. Las hacíamos en tres semanas y media y trabajábamos ocho horas al día. Eso, para un productor, es el sueño dorado: tener un director que sabe lo que quiere y cómo lo quiere y cumple un plan de trabajo con meticulosidad. Eran películas exclusivamente alimenticias y, menos porno, hice casi de todo. En el destape, hice 'Cristina y la revolución sexual' y había dos versiones: una para España, que era destape solamente, y otra para fuera, que era más fuerte (Ríe).

-Produjo el documental de 'El tren de la libertad' y aseguran que es la mujer que ha vencido el machismo de la producción de cine. ¿Cómo vive los tiempos del #MeToo?

-Los hombres se sienten mucho más cómodos trabajando con hombres y eso hace que llamen a otros hombres para trabajar. Pero, cuando tienen la oportunidad de trabajar con una mujer, repiten, porque es un estímulo adicional tener a alguien cerca con una mirada diferente. Y, cuando hay mujeres en posiciones de poder, eso permite que las que están más abajo empiecen a escalar. Desde el poder tienes oportunidad de ayudar. Las mujeres no podemos dar ni un paso atrás, pero creo que las cosas están cambiando poco a poco. Los hombres jóvenes, mi hijo y sus amigos, están a años luz de algunas posiciones machistas que padecíamos antes.

-Hablando de trabajo, ¿cuáles son los rodajes más complejos a los que se ha enfrentado?

-Dos. El rodaje más complicado que he hecho es el de 'Acción mutante', porque no había ciencia-ficción en España y no sabíamos cómo se hacía. Nos levantábamos todos los días a las cinco de la mañana porque Resines tenía por delante tres horas de maquillaje, construimos las armas... Fue una película durísima. Y otra cosa que nos costó muchísimo conseguir fue la plataforma petrolífera de 'La vida secreta de las palabras'. Pensamos que no lo lográbamos, porque siempre están alquiladas o en reparación, pero, al final, conseguimos una en Irlanda.

-Almodóvar tiene fama de duro.

-Lograr que cumpla sus deseos resulta más duro que con otros directores, pero también por eso resulta muy estimulante. Pedro es extremadamente meticuloso. Por ejemplo, durante el tiempo que no está rodando, siempre está buscando referencias. Para una película suya traemos cosas prácticamente de todo el mundo: muebles de Italia, telas de Francia, una reproducción del MOMA... Él busca permanentemente objetos, inspiración. Oye toda la música que se hace, lee todo lo que cae en su mano... Como los grandes, es un ilustrado. Y luego lo destila todo y consigue tener ese estilo tan personal. El estilo almodovariano que todo el mundo conoce y que ya se usa como adjetivo.

-Hace cameos en sus pelis....

-Yo, su hermano Agustín, mi hermana Lola... Siempre tenemos unas frasecillas. Salgo en todas menos en una. Y con Álex de la Iglesia, Isabel Coixet y Fernando Colomo también hice algo... Pero cosas diminutas. Yo creo que lo hacen por si les doy suerte (Ríe).

-¿Hay mucho actor con ínfulas?

-Cada vez menos. Es cierto que en algún momento hay algunos que son pesados y te piden una cosa que te parece ridícula, pero hay que permitírselo por el sufrimiento que implica ser actor. Son frágiles, se juegan tanto y tienen que tener la cabeza tan bien amueblada... Dependen de su físico, de su estado emocional...

-¿Hacia dónde va el cine español?

-Estamos en un proceso de cambio de modelo. En este momento, se hace y se consume más audiovisual que nunca, aunque por canales diferentes. Pero, para mí, las salas siguen siendo un templo para descansar y para olvidarme durante un tiempo del estrés, un lugar de recogimiento y de entrega a una aventura que a veces es emocional y, a veces, casi física.

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