Convertir el pote en sopa: cómo hacerlo
El cocinero Marcos Cienfuegos reinterpreta una receta ancestral que ensalza la creatividad de los fogones humildes
La cocina tradicional asturiana no se entiende sin el ingenio. La estoica capacidad de hacer de la necesidad virtud está presente en el acervo culinario legado por las maestras guisanderas; algunos de los ejemplos más palmarios llegaron a nuestros días, otros fueron poco a poco relegados, casi sumidos en el olvido.
Nunca es tarde para desempolvarlos. Marcos Cienfuegos, experto en bucear entre libros antiguos y entusiasta de la memoria de esas mujeres que construyeron identidad gastronómica entre fogones, recupera y actualiza recetas ancestrales.
Lo hace en el evento Bocamina, que lleva la cocina a pie de pozo, pero también en el escenario de la Feria de Turismo Minero e Industrial (Fetumi), celebrada a principios de este mes de octubre en el Pozo Sotón, donde reinterpretó una sopa de pote asturiano.
El origen del plato es tan sencillo como su elaboración. Las guisanderas añadían más líquido durante la elaboración de la receta, que recuperaban, integrados en él todos los aromas y esencias del embutido y las verduras. Transformado en sabroso caldo, era la base de una sopa que calmaba una jornada más el hambre al tiempo que alimentaba el gusto.
«Nuestras 'maestres guisanderes' transformaban lo aparentemente secundario, en platos llenos de sabor. Lo que se pone en valor es el ingenio de lo humilde. Es un ejemplo de lo que hoy en día puede ser la economía circular», explica el cocinero.
Las cocineras empleaban la creatividad culinaria en no desperdiciar absolutamente nada, convirtiendo el caldo en un plato estrella a través de la sopa. Es el reflejo de una forma de entender la cocina que brotaba de la escasez pero que a día de hoy puede abrazarse desde el paradigma de la sostenibilidad.
«Ese modelo de cocina que hoy llamamos de reaprovechamiento era en las casas mineras, en la cocina del carbón, pura necesidad y también pura sabiduría», añade el gastrónomo mierense. Su reintepretación va más allá, con una doble elaboración que la actualiza, incorporando técnica y contrastes.
Juega, por ejemplo, con las texturas introduciendo distintos 'toppings' a una sopa de fideos. Soasa morcilla al horno, a una temperatura bastante elevada, para generar un punto crocante que contrasta con la melosidad de un lacón cocido a fuego lento del propio. No faltan los picatostes.
La sopa de pote, que cualquiera puede replicar en casa, es «un claro símbolo de resiliencia, de creatividad y de arraigo cultural». Para Cienfuegos, es una forma más de poner en valor la memoria gastronómica de la cocina de Asturias.