El hombre es un cerdo para el cerdo
Sábado, 22 de febrero 2025, 01:00
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El albo cordero y el cerdo impuro se reparten el terreno con los gustos y los prejuicios en tierras castellanas, entre cerdo y cordero, lechón ... y lechazo, mas agricultores y pastores. Las maldiciones que recayeron sobre el más noble y generoso animal doméstico, son deseos malignos que emergen en los orígenes de la mitología bíblica, cuando Jehová condena al agricultor Caín por matar a su hermano Abel, que era pastor. En el trasfondo del mito subyace la preferencia de Jehová por los pastores nómadas, guardianes de rebaños, frente a los sembradores y recolectores. Recién expulsada del Paraíso Terrenal, la primera manada humana será trashumante. Caín no tendrá tiempo para recoger sus cosechas porque habrá de seguir a los rebaños familiares en busca de pastos y el pueblo hebreo peregrinará eternamente en busca de la Tierra Prometida y se extenderá por todos los confines del planeta. El rescate del cerdo por la cocina cristiana no le otorgará ni símbolos ni títulos de nobleza, pero le dará por primera vez un significado, aunque perverso, en los rituales al hacer del consumo público de su carne una prueba de fuego, en el sentido literal del término, para que los conversos judíos y musulmanes abjuren públicamente de sus dogmas. Hasta entonces no había sitio para el cerdo en ese trasiego permanente, el que se alimenta de los productos y subproductos de la huerta y de las sobras de sus amos.
El cerdo, de patas cortas y cortos trayectos no está hecho para retozar por riscos y praderas y triscar los brotes tiernos. Musulmanes y judíos, nómadas por naturaleza lo prescribirían de sus dietas y condenarían a sus devoradores a las llamas infernales. Mientras que la carne de cordero según un viejo refrán castellano, es carne de caballeros, el cerdo en su munificencia, alimenta a toda la escala social con jamones y lechones para los nobles y burgueses, morcillas, chorizos y longanizas para los menestrales y un pedazo de tocino para echar a la olla de los menesterosos. El cerdo hace caridad para todos y su muerte se celebra en público y es motivo de fiesta y algazara. El cordero se ofrece en sacrificio a los dioses, el cerdo de la matanza se conforma con servir de alimento al hombre. Ese hombre, animal omnívoro y carroñero insaciable estigmatiza a la inocente bestia que tanto se le parece y le achaca sus defectos sucio: grosero y mal intencionado. El hombre es un cerdo para el cerdo.
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