Rubén García (Migaya)
«Asturias es una potencia dulce indiscutible»El elevado consumo per cápita, así como la calidad y variedad empujan al mercado repostero regional, al que este obrador se sumó en 2020 con «ideas frescas»
Rubén y Laura García llegaron al mundo dulce para «aportar algo nuevo», «hablar de Asturias y exportarla». Él, ingeniero técnico dedicado al sector industrial eléctrico; ella, enfermera en el Hospital de Cabueñes, los dos llambiones y de Langreo. Con la colaboración del pastelero Alejandro Montes, se aventuraron en 2020 con Migaya, desde cuyo obrador gijonés elaboran tanto 'chaponas' (el origen del todo), como rocas, barquillos, chocolate a la taza artesano y turrones. Están a punto de duplicar su catálogo.
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–Empecemos por el principio. ¿Cuándo surge la idea de un proyecto como Migaya?
–El proyecto echa a andar en 2020, una semana antes de que se decretara el estado de alarma. De aquella teníamos en mente sacar solo las 'chaponas', aunque paralelamente se iba gestando el resto del proyecto.
–¿Qué pasó?, ¿qué les llevó a apostar por el dulce?
–Somos llambiones (Ríe). Queríamos cambiar todo lo que se había hecho y se hacía en referencia al dulce en la región, pero desde la base. Por ejemplo: una casadiella, ¿qué más se puede hacer con ella? Todo empezó con las 'chaponas', el producto que patentó y elaboró Rosa Vílchez –confitería Biarritz, Gijón–. Nosotros las pusimos en nuestra boda y fue cuando nos contó que se jubilaba; le dijimos que si no le cedía el testigo a nadie, nosotros recogíamos el de ese producto. Así, en 2019, aprovechamos las 'chaponas' como base de empresa para crear una marca que potenciara la repostería asturiana, pero de una forma innovadora. Y aparece Alejandro Montes, un amigo íntimo que venía de estar al frente de Mamá Framboise en Madrid diez años. En pandemia decidió cambiar el rumbo, regresó a Asturias y nos ayudó. Empezamos a hablar y ver las opciones y dijo que montáramos un obrador. Ahí nace Migaya.
–Dice que para cambiar la pastelería que se hacía en Asturias. ¿Cómo?
–Para renovarla y darle un aire fresco. En Asturias tenemos, de verdad, gran calidad a nivel gastronómico a todos los niveles, pero siempre digo, yo que me he dedicado a lo comercial, que nos falta saber vendernos. Ocurre en todos los sectores, es algo de Asturias en general; no sabemos exportar suficientemente bien productos de altísima calidad y el buen trabajo que tienen detrás. Dicho lo cual, también creo que esta tendencia, imperante hasta ahora, está cambiando.
–Asturias tiene mucha oferta y mucha demanda de dulce.
–A nivel nacional, somos una potencia indiscutible. Tenemos una oferta variada y de muy muy buena calidad. Cataluña tiene el prestigio, muchos negocios y más estudios centrados en la pastelería, pero el mayor consumo per cápita de producto dulce está en Asturias. Por eso cuando iniciamos Migaya pensamos en aprovechar lo que teníamos, refrescándolo.
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–¿En qué se puede innovar? En ingredientes, elaboraciones, presentación...
–Puede ser en todo. Donde haya originalidad y cambio, ahí vamos a estar nosotros. Nuestra historia comenzó con Migaya Origen, en la que ahora se incluyen cuatro productos y pronto habrá tres más; uno será la chapina de Gamonéu. Y la otra gran familia es Migaya Selección, las rocas. La idea fue elaborar algo tan típico como las rocas, trasladando los sabores propios de postres asturianos; empezamos con la de arroz con leche, ahora hay una docena con guiños a otras regiones españoles y este año se duplicará la oferta...
–¿El dulce tiene futuro en el contexto actual?
–Sí, solo hay que buscar lo que la gente quiere. Es que al final nos cansamos de tener siempre lo mismo... En pastelería echo de menos una oferta tan variada como la que hay en cocina, donde se renueva la carta y hay diferentes opciones en diferentes negocios. Y claro, siempre hay donde comer una fabada cuando apetece. Eso en repostería no se ve tanto... Además, competimos contra el 'low cost' y los sucedáneos y contra una cultura que piensa que el azúcar es, por definición, muy malo. El natural, el cuerpo lo elimina por la propia temperatura, cosa que no hace con edulcorantes... Hay que tener consciencia.
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–Y mirar la etiqueta.
–Cada vez se hace más. Hace no mucho no lo hacía nadie, pero ahora sí se paran y entienden los ingredientes que lleva.
–También les diferencia de la pastelería clásica el espacio. En Migaya se compra y se lleva, no hay salón para merendar.
–Empezamos con recursos limitados con el objetivo de ser eficientes con lo que teníamos e invertir en calidad e imagen de marca. En Migaya somos nueve personas, tenemos un obrador de fabricación y reparto. Distribuimos el producto en tiendas gourmet y tenemos presencia en todas las comunidades españolas. Es difícil abrir mercados, pero igual de complicado es mantenerse año a año. En eso estamos.
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