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La sangría se reivindica

La mezcla de vino y fruta picada se abre caminoen el mundo y hasta tiene estatus de cóctel. En las barras más chics la jarra sale a 75 euros

irma cuesta

Jueves, 3 de septiembre 2015, 00:39

Uva española, naranjas y limones de la huerta mediterránea, agua, azúcar y canela. Esos son los ingredientes de Lolailo, una de esas marcas de sangría que luchan por convencernos de que también esa combinación mágica puede volver locos a los más exigentes gourmets. De momento, Lolailo ya ha encadilado a los americanos, y no es una forma de hablar: se bebieron el año pasado nada menos que cuatro millones de litros y es ya la tercera marca de sangría en volumen de ventas en Estados Unidos y una de las que se ha encargado de desterrar esa imagen modesta y un tanto chiringuitera que arrastraba la bebida más castiza del verano. Esa mezcla de vino y fruta (y a veces un chorrito de licor) que cada cual preparaba en casa según sus preferencias, ya no se identifica solo con el consumo low cost.

Quién le iba a decir a Carlos Muñecas, el artífice de Lolailo, que su fórmula secreta (una cosa son los ingredientes y otra muy diferente la cantidad que debe utilizarse de cada uno de ellos para conseguir el cóctel perfecto) terminaría dando la vuelta al mundo y conquistando el paladar de los yankis en poco más de una década; ni eso, ni que acabaría convertido en el mayor exportador de sangría del país.

La historia del hoy director general de Sanviver (el acrónimo de sangría, vino y vermú, y la casa madre de Lolailo) serviría a cualquier escuela de negocios para ofrecer pruebas de lo que uno es capaz de conseguir a golpe de perseverancia y entusiasmo.

Carlos, a quien debemos que no solo los americanos sino los japoneses, los coreanos, los griegos y los israelitas se pirren por nuestra sangría, empezó a montar su empresa cuando solo tenía 22 años y una firme voluntad de ganarse la vida. «Tenía muy claro que no trabajaría para otro; que de alguna manera encontraría la forma de sacar rendimiento directo a mi esfuerzo y estaba cansado de ver cómo mi padre elaboraba vermú para los de casa, así que un buen día le dije: Papá voy a vender tu vermú. Me dijo que si estaba loco, que si había pensado en lo que me metía... en fin, esas cosas. Le contesté que sí y, de algún modo, empezó todo».

Lo que comenzó con vermú fue ampliándose a vino y sangría y en 2001, con unas botellas de la pócima secreta, Carlos y su hermano José Manuel cogieron un avión en Barajas con destino Nueva York. «Allí conseguimos colarnos en una feria que se celebraba en un centro de negocios y allí mismo contactamos con nuestro primer cliente: un distribuidor al que le dimos a probar nuestras muestras y al que acordamos mandar diez cajas gratis cuando volviéramos a España para que tratara de colocarlo. Poco después nos llamó para decirnos que un bar de Manhattan, el Dallas BBQ, en 241 West 42nd street, quería nuestra sangría. Así comenzó nuestra aventura americana hasta convertirnos en los mayores exportadores del producto en España».

Hasta finales de los setenta, la sangría era un elemento imprescindible en buena parte de las mesas españolas cada vez que el termómetro anunciaba la llegada del buen tiempo y, justo ahora que el gusto por lo nuestro parece haber revivido, la Unión Europea se ha encargado de echar una mano.

En los primeros días de 2014, la Eurocámara acordó que solo la sangría que se produzca en España y Portugal podrá usar ese nombre, dejando para el resto de los países miembros un mucho menos atractivo «bebida aromatizada a base de vino», seguida, obligatoriamente, del país de procedencia.

El acuerdo habría estado bien si no fuera porque, según Muñecas, nadie o casi nadie vela porque la normativa se cumpla. «Si a alguien se le ocurre producir tequila en España y llamarlo así, a los dos días tienes en la puerta a un par de mexicanos de la oficina de comercio exterior para recordarte que lo del tequila es solo cosa suya; y qué te voy a contar si en lugar de cava llamas champagne a un espumoso hecho aquí. Sin embargo, nadie protege como se debería a la sangría por mucho que ahora exista una normativa europea».

Es posible que nuestros gobernantes no estén a lo que deben, pero lo cierto es que hay muchos otros que llevan ya tiempo reivindicado la sangría como uno de nuestros tesoros patrios.

Javier de las Muelas, fundador del imperio Dry Martini y un referente en el mundo de la coctelería, lleva años diciendo a todo el que le pregunta que a él le encanta el combinado español más reconocido internacionalmente. El problema, según De las Muelas, es que tanto su receta como su momento de consumo se han vulgarizado. «La sirven en cualquier bar de costa, elaborada de cualquier manera, cuando hay que dar valor a todo lo que tenemos de bueno. En los locales que he abierto en Bali, Singapur y Río de Janeiro, uno de los cócteles más demandados es la sangría, pero elaborada con los mejores ingredientes

Pero quizá la prueba de que la sangría recupera el sitio que le corresponde esté en la carta de Cachitos, un restaurante de Barcelona que va por su segundo local en la avenida Diagonal y oferta nada menos que 55 tipos de sangría. Una, incluso, con champán, por 15 euros la copa y 75 la jarra de 1,5 litros si la idea es compartir.

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