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Rabanitos

Rabanitos

Puede que te importe un rábano, pero no debería. Al contrario de lo que piensas, esta hortaliza es un dechado de virtudes

sergio eguía

Jueves, 11 de mayo 2017, 11:52

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Tiene un punto picante que engancha y un fondo dulce, es crujiente y ensalza el sabor a todo lo que se añade. Y encima es sana a más no poder. ¿Su secreto? El azufre. Puede sonar peligroso, pero este metal es imprescindible si queremos mantener nuestro cuerpo en condiciones. De qué iba el demonio a conservarse así desde el inicio de los tiempos.

Bromas aparte, lo cierto es que esta verdura, que con la primavera abandona los invernaderos y comienza a ofrecerse en plenitud, es una bomba de nutrientes libre de calorías. Tiene potasio, magnesio, yodo, hierro... y propiedades inmunoestimulantes, antimicrobianas, coleréticas, antisépticas, carminativas, antianémicas, antiinflamatorias, depurativas, antioxidantes, expectorantes, diuréticas, colagogas, hepatoprotectoras y digestivas. Hasta baja la fiebre. En serio. Y según el conocimiento popular, si se bebe vino blanco en el que ha macerado un rábano rojo, se limpia el riñón. Esto no hace falta ni creerlo, ni probarlo.

Eso sí, en la cocina crudo, encurtido, cocido o asado da mucho juego. Es riquísmo solo. Si prefiere que no pique, pélelo. La sustancia que pica está justo debajo de la piel. En ensalada es muy apreciado y los grandes chefs suelen añadirlo en los cocidos de garbanzos y demás legumbres porque su dulzor equilibra los caldos.

Por cierto, hay tres tipos de rábanos. Los blancos, típicos de la cocina oriental y algo empalagosos. Los rojos, que se cultivan en nuestra tierra y nos encantan. Y los negros, el rábano ideal si eres amigo del picante. Cuanto más oscura es la piel de esta planta de la familia del brecol, las coles y los nabos, más pican.

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