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Irache Miranda Gimeno y Adriá Sanjulián López.
Restaurante Yume

Restaurante Yume

Se dice ‘street food’ o ‘condumiu caleyeru’, y es la expresión de una inquietud por la cocina mestiza y compleja de quienes ya llevan tras de sí un camino largo y brillante

luis antonio alías

Jueves, 5 de noviembre 2015, 00:57

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Yume significa sueño en japonés. Y el logotipo añade al correspondiente ideograma un pajarito. «Lo ideé como la confluencia masculina y femenina de Adrián, el chef, y yo, la encargada de sala», descifra Irache, bastante más que encargada de sala, toda una maestra de ceremonias que tras estudiar organización y protocolo ha colaborado de forma continuada con su hermano, nuestro querido amigo y maestro Koldo Miranda, actualmente haciendo las Américas colombianas. A su lado estuvo en Illas, y a su lado en el Niemeyer, dirigiendo bodas, banquetes y eventos integralmente, de la elección del marco y las flores al orden de asiento o la música.

A su lado y al de Adrián el nombre puede marcar destinos, cocinero abulense que vino para acá deseoso de integrarse en el equipo de Koldo. Con él casi acaba de montar este restaurante pequeño, informal, amable, que traza un pasillo profundo, dispone vetustas mesas de traviesa, destaca sillas y vajillas heterogéneas, y esparce toques decorativos sencillos y personales. La cocina, abierta de par en par, permite que los comensales curiosos o suspicaces observen, confíen y aprendan.

Y Adrián puede enseñar mucho y bien. Por trabajar con Koldo, que ya es un grado, pero también con Sergi Arola o Paco Roncero; además, el pasado año ganó el premio nacional al mejor cocinero joven, un título que consagra por sí solo.

¿Qué platos podemos disfrutar en este rincón del viejo Avilés donde Sabugo mira al Muelle, su eterno destino? Pues creaciones con productos del mercado local guisados y presentados según ciencia y conciencia orientales, ampliando el hecho despidámonos de límites y limitaciones de que haya asturianos diestros en la difícil ceremonia del té, y japoneses que escancian magistralmente.

A fin de cuentas no hay otra cultura (ni otra gastronomía) que la mestiza, bien lo demuestran la fabada o el arroz con leche.

Podemos elegir y compartir frituras de pescado y cangrejo leves y crujientes aderezadas con tamarindo y té matcha; gyosas o empanadillas al vapor; baos o bocaditos de calamar, de pollo en escabeche o de papada; ensalada de tofu Rey silo con manzana, almendra y wasabi; lasañas de piel de soja, verduras y cardamomo; arroz pequinés de pato

Se juega con los contrastes, las especias, los frutos secos, las semillas, los agridulces y las cremas y espumas; los nombres parecen a veces sacados de las aventuras por los mares del sur de Jack London ramen laska, salsa xo, tupinambo, charasi, otoño nipón, modos Yhai y Sechuán, a veces de los primeros recuerdos de Palacio Valdés: xatu, callos, espinacas, hierbaluisa, mejillones, congrio, cordero

El paladar queda exultado, el estómago satisfecho, el bolsillo sin queja y la estadía disfrutada: cuatro facetas para otra brillante cantina de la siempre adelantada villa del Adelantado.

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