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Lunes, 11 de marzo 2019, 23:22
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Ocupa el centro de una calle perpendicular hacia la playa, la cara imprescindible y el motor urbano de este pueblo que el tiempo convirtió en minúsculo Manhattan:¡Qué pena que ya no funcione el tranvía que unía Salinas y Avilés, 'llétricu' de 1921, más lento e incómodo que la actual línea urbana número 11, pero tan pintoresco y romántico!
En aquel entonces sólo había chaletes ostentosos y modestas casas de pescadores, hasta traer el desarrollismo las torres. Y ahí encontramos El Carmín, ocupando el bajo de una torre vecinal:su mediterránea blancura exterior no resta asturianía a un interior luminoso y sociable, con cristaleras exteriores que graban el logotipo de la casa (un pulpo y dos botellas de sidra), bancos corridos, taburetes y ambiente de 'sírveme un culete Gonzalo' y '¿que pescaínos puede hoy prepararme Consi?'
Dirección: Luis Treillard, 17. Salinas
Teléfono: 985 50 07 49
Sala: Gonzalo Mesa Fernández
Cocina: María Consolación Vargas Rodríguez 'Consi'
Apertura: 1985
Descansos: domingo noche y lunes
Menú laborables: 9 euros
Menú Finde: 16 euros
Sidra: Peñón
Porque El Carmín –fiesta polesa y también salinense de medias azules y emprestadas– es informal de ambiente y serio en paladares cuando ofrece tapas generosas y potes completos de sírvase Vd. mismo, o prepara lo que toque del mar a la espalda.
¿Otros aconsejables? Pulpos indígenas a la gallega o en vinagreta, hígado encebollado que cura la anemia con sólo mirarlo, pote y fabada sin artificios, pimientos rellenos de merluza o bacalao, patatas rellenas de carne guisada, cachopos de tamaño y sustancia, arroz negro y con pitu, pitu de caleya, frixuelos rellenos mercedores de premio....
Y parrochinas o bocartinos frescos y crujientes, esas angulas del futuro aún no prohibitivas para los bolsillos modestos, pero en trance de convertirse.
Con el verano, el bonito se corona de varias maneras siempre jugosas y deliciosas, y en esta primavera temprana recemos por que no se hayan agotado los guisantes con jamón: las estaciones entran e imponen sus gracias, aunque andemos alarmados ante el desorden y la confusión que presentan de forma creciente año tras año.
No cabe duda de que El Carmín tiene encanto, el mismo que transmite el matrimonio citado, Gonzalo y Consi, ella de Corvera, él de Pola de Allande, llegado a la comarca para trabajar en la histórica Casa Lin, donde se conocieron: «Deseábamos volar solos y Salinas resulta un lugar especialmente agradable. Nos atrajo el contraste entre sus inviernos reposados y sus veranos concurridos, donde reencuentras clientes de años y temporadas, con sus hijos ya convertidos en padres, y dispones de un vecindario que gusta de comer fuera y siempre bien».
Treinta y cuatro años para un negocio matrimonial son una vida, y bien han de hacerlo para seguir rectamente, sea en bonanza, sea en crisis; en fin, del lugar se marcha satisfecho, y luego, un paseo por la playa hasta el Museo de Anclas cumple una completa función relajante y digestiva.
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