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Café Mayerling
GIJÓN

Café Mayerling

Es el último de su especie, superviviente de una época en la que presumíamos de industrias, vida social, modernidad y dolce vita

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Lunes, 3 de diciembre 2018, 17:45

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No sabemos por qué se llama así, como el pabellón de caza donde Rodolfo, heredero imperial austrohúngaro, y su amante, la baronesa de Vetsera, pusieron fin a sus vidas en 1889, suicidio de amor para unos, crimen de estado para otros, y tristeza perpetua para la madre del suicida, la bellísima Sissí.

Algo significaría para César, el fundador, que añadió un escudo con corona al logotipo.

Café Mayerling

  • Dirección: Corrida, 14. Gijón

  • Teléfono: 985 358 763

  • ENCARGADOS: Francisco Javier López y Elena Huergo Garrido

  • COCINA: Alba, Carmena y Clarís

  • SALA: Berto, Talo y José

  • DESCANSO: Ningún día

  • MEDIA A LA CARTA: 20 euros

  • TERRAZA: Abierta todo el año

  • TARJETAS:

El primer tramo de calle Corrida, o Bulevar, contaba entonces con el Yuste, el Helguera, el Menfis, el Tívoli, el Oriental o el Guinea; y previamente el Suizo, el Alcázar, el Imperial, el Príncipe y otros centros para la convivencia, el arte y la última trilogía en la que –Foxá dixit– todos terminábamos echando anclas:la del café, copa y puro.

De aquellas hornadas sólo queda el Mayerling. Se lo debemos a la constancia y adaptación de Javier y Elena, que han preservado el ambiente antañón de un espacio limitado e inteligentemente aprovechado con barra de taburetes, mesas de sillas y sofás, piso alto –y añadido desahogado y entretenido–, terraza climatizada:la primera que nos prolongó el verano en el invierno. Y como la fachada de cristaleras da también a la posterior calle Teruel, otra pequeña terraza nos permite elegir entre el paseo para ver y ser visto y el callejón desapercibido.

Croquetas caseras de bacalao, calamares frescos a la romana, afamada ensaladilla rusa, cachopos individuales o dobles (atención al de jamón ibérico, fuá y patatas panaderassin que desmerezca el de cabrales y arándanos), fabada, arroz con calamares en su tinta y una larga lista de platos combinados «donde cada componente juega papel de protagonista, y un entrecot o un lenguado relleno de marisco reciben la selección y preparación de cualquier especialidad», comenta Javier.

Sumemos pizzas y hamburguesas absolutamente caseras –del amasado de la harina al amasado de la carne– y el panorama se amplía sin cubrir ni lejanamente la oferta: quedan los desayunos, de la tosta con aceite de oliva y tomate a los churros, y quedan las tortillas y mini tortillas merecedoras del primer premio del IV concurso de EL COMERCIO la mejor tortilla tradicional.

Y queda la coctelería, y los cafés, y los dulces, y los helados, y el significado de una permanencia sólo posible con parroquia amplia y contenta, la atendida por Javier que llegó de Villaviciosa con catorce años «para buscar algo mejor que curiar vacas y repartir carbón». Tras una década luminosa, con baristas como Caballito o Sergio Puente, y entre 1970 y 1985, el Mayerling cerró y al reabrirse David, que llegaba del Dindurra, entró de camarero para pronto hacerlo suyo.

Malos años para los cafés selectos, que caen temporalmente en el olvido, buenos años para las sidrerías, que recuperan fuelgu tras una larga decadencia.

Y después llegaron la crisis de los noventa, la devastadora del 2008, la pérdida de centralidad de Corrida por las calles laterales… Y sin embargo ahí sigue, dando trabajo a una docena de personas y con nombre de tragedia, escenario de bienestar y generosidad de historia.

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