Alima Salima Amar, en su restaurante gijonés. JUAN CARLOS TUERO
GIJÓN

El Rincón del Monje

Nacida en Melilla, estudiada en Córdoba, gijonesa veterana, Alima Salima sabe de huerta y cordero, de miel y almendras. Y de gochu y vino

Jueves, 13 de agosto 2020

Puede pasar desapercibido, pero luego se va a tiro hecho. Y eso que esta vinatería, tapería y restaurante lleva catorce años abierta, siempre con Sali gobernando la sala, la cocina y el negocio al completo. Catorce años abierta y tres meses y pico cerrada, los mismos que nosotros y parte del mundo.

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«Quince días, dijeron, y lo tomé como vacaciones sorpresa. Así lo presenté a mis empleados. Una vez pasados llegó la perplejidad, la incertidumbre, los papeleos interminables, el necesario préstamo bancario para cubrir el largo cierre y una reapertura llena de limitaciones», resume.

El Rincón del Monje

  • Dirección: Garcilaso de la Vega, 6 - Gijón

  • Teléfono: 984 39 32 75

  • Propietaria y cocinera: Alima Salima Amar

  • Apertura: 26 de octubre de 2006

  • Descaso: Domingo

  • Menú laborables: 9,90 euros

  • Menú sábados: 14,90 euros

  • Media a la carta: 25 euros

  • Ajuar: de calidad

  • Mascotas: admite perros

  • Otros: Sin televisior

Sali, que no viene del diminutivo inglés para Sara y sí del árabe Salima, nació en Melilla y desde niña se apasionó por los platos rifeños y los platos andaluces: «Cerdo y vino incluidos, que del primero hasta los andares, y del segundo la felicidad en copa», puntualiza. Sentida la vocación, estudió cocina en la escuela de Córdoba y allí ejerció sus primeros trabajos: sentía, a lo Santa Teresa, que entre pucheros y ollas andaba una parte esencial de sí misma.

«Mi entonces marido, funcionario, fue trasladado a Gijón. Ya aquí busqué local de inmediato para montar mi casa de comidas, a la que llamé rincón por pequeño y personal, y añadí lo del monje por el fino paladar y el saber vitivinicultor de benedictinos y franciscanos», recuerda.

El Rincón del Monje, corta calle para tan gran poeta, se anuncia con cristaleras, permite el acceso de canes y llena su recoleto espacio con barra amplia, sillas de madera, estucos, cuadros y trampantojos, uniendo bohemia y refinamiento por igual. ¡Y sin televisores que capturen la vista del plato y de la compañía!

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El milhojas de vegetales con piña inició, con sus jugosos contrastes, un festín al que siguieron las mollejas en plancha limpias y tiernas, el timbal de lubina y salmón en salsa, las suaves y golosas manos de gochu y el señorial rabo de toro. Y por supuesto, los digestivos en copa que nos facilitan a los muy adultos cenar igual que jovenzuelos. No faltan, del sur, berenjenas, esparragos trigueros, puntillas, salmorejo, boquerones en vinagre, o flamenquines; y el norte pone callos y cachopo o solomillo de xata asturiana.

A un lado de la barra leemos 'Frescura, reposo, penumbra y paciencia', el secreto de los vinos con alma; aparte, una gran cartela pintada reza 'Bonum vinum laetificat cor hominis'. Añadamos, como es el caso, el bonum manducare, y quede todo dicho.

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