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Jueves, 14 de septiembre 2017, 18:28
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Pasear por Cangas, las del Narcea, relaja y da fame andariega, señal inequívoca de salud. Y véngase de Leitariegos, de Cerredo, de Muniellos o de estacionar el coche donde se pueda, que no resulta fácil, la capital del conceyu más extenso y selvático por pujanza natural, ejerce de apetecible parada y fonda.
Y para paz espiritual, ahora que el otoño acorta los días y resta veraneantes, nada mejor que las viejas calles del centro histórico, apiñadas de palacios y capillas con la colegiata de María Magdalena recordándonos que el pecado de la lujuria tal vez merezca penitencia, pero el de la gula apenas merece otro castigo que –a partir de cierta edad– los análisis traidores.
Dirección: Dos Amigos, 12. Cangas del Narcea
Teléfono: 985 810 038
Fecha de apertura: 1995
Menú diario: 10 euros (12 en terraza)
Menú sábado y domingo: 18 euros
Sidra: Llagar de Quelo
Bodega: Clásicos y vinos de Cangas
Tarjeta de crédito: Sí
No parece que la sidrería de Javier y Adela los favorezca, que la huerta, el ganado, el corral y la viña propios refuerzan la salud, y el potaje de berzas denso y picantín, los callos, los escalopines de cecina rebozada, el picadillo de matanza, la andoya, el chosco o el butietcho que preparan y sirven, mejoran humores, temperaturas y facilitan la longevidad. Súmense el entrecot, el chuletón a la piedra, el goloso pitu de caleya con manos de gocho y el cabritín a la sidra con patatinos para admirar un gran paisaje de proteínas exultantes y reconstructivas. Además los esplendores de la temporada –que la comarca posee un clima continental diferente y exclusivo de calores y heladas en distribución benéfica– dan a nuestros anfitriones el honroso trabajo de la siembra, el cuidado y la recolección manual de, entre otras hortalizas, guisantes y tomates, que con jamón los primeros, y acompañados de bonito fresco los segundos, convierten lo sabroso en delicatesen.
Javier y María nacieron en aldeas del concejo, ambos hijos de mineros agricultores como mandaba la época, y decidieron dedicarse a la hostelería; primero rentaron una sidrería, luego adquirieron la actual: «Nos gustaba la cocina y atender a los vecinos; el sector industrial ya vivía horas bajas», recuerdan.
«Tiene fama el cachopo que elaboramos con jamón curado, y tratamos de reivindicar el escaso e inmemorial queso de xenestoso», comenta Javier, paisano de la cabeza a los pies que cuida sus sembrados, sus vacas y sus vinos, y también escancia y sirve sidra con el cuidado y el ritual exigidos.
¿Y lo de sidrería? ¿No estamos en la única comarca vinatera del Principado donde el chigre apenas participa de la tradición local?
«Cierto, pero la llegada de gente de otros concejos popularizó la sidra y a la juventud le gusta. Por supuesto también los vinos de aquí. Y el de mi viña. Elaboramos una cocina tan casera que somos nuestros principales proveedores».
Eso se sabe. Y sabe.
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