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Eita y Asur Martino, de 22 y 19 años respectivamente, presumen de nombre asturiano en el DNI.
De Alejandro a Xandru, la identidad asturiana se hace hueco en el DNI

De Alejandro a Xandru, la identidad asturiana se hace hueco en el DNI

No siempre ha sido posible y ahora es una opción cada vez más elegida

JESSICA M. PUGA

Domingo, 9 de febrero 2020, 03:43

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Hay un mundo detrás del «dime cómo te llamas y te diré quién eres» que retuerce el refrán para dar título a un libro. La cuestión es que el nombre que te define y por el que te identifican sea el mismo que aparece en el Documento Nacional de Identidad (DNI). Si no, de poco vale. Conseguir que la identidad sentida se refleje en un papel oficial es un paso fundamental que no siempre ha sido posible ni fácil. La situación parece estar cambiando porque en los últimos años han nacido en Asturias muchas xanas, llaras, neles y xurdes, pero aún no es la tónica general. Eso será lo próximo si la tendencia actual se mantiene.

Las circunstancias no siempre han sido tan favorables. Durante el franquismo, no hace tanto, no se podía registrar a ningún niño con un nombre que no tuviera el beneplácito de la Iglesia católica y, mucho menos, en otra lengua que no fuera la única permitida entonces: el castellano. Eso dio lugar a la proliferación de marías, y a que se convirtiera en costumbre llamar a los descendientes con el nombre que correspondía al santo del día de su nacimiento. Hubo excepciones. En Cataluña, por ejemplo, con Montserrat. Y en Asturias con Covadonga y Pelayo. Ambos, ahora, cincuenta años después de aquello, siguen siendo los nombres de origen asturiano más utilizados. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), viven en el Principado 1.921 covadongas y 2.360 pelayos, cifra que asciende a 4.510 y 4.687, respectivamente, si se tiene en cuenta todo el ámbito nacional.

«Era muy habitual que la gente fuera al registro a inscribir a los hijos tal y como hablaba, pero luego castellanizaban su elección: decía Pepín y quedaba José», cuenta Inaciu Galán, gijonés del 86 nacido Ignacio, que optó por asturianizar su nombre en cuanto cumplió la mayoría de edad.

Adaptar el nombre al idioma de la comunidad autónoma es posible desde unos años después de la muerte de Francisco Franco en 1975, cuando la Constitución española restituyó la libertad para elegir nombre. Algunos asturianos se inscribieron a partir de los 80 en consonancia con lo que sentían. «Nací en 1966 y me registraron como Alejandro, pero nunca nadie de mi familia me llamó así, yo era Jandrín», cuenta quien a finales de los 80 completó los trámites necesarios para ser Xandru Martino. ¿Por qué el cambio? «Porque una forma d' identidá ye tener el nome na lengua que falas», resume. «El proceso de adaptación entonces no fue fácil o, mejor dicho, no me lo pusieron fácil de primeras porque el funcionario que lo tenía que oficializar me decía que aquello no era normal. Por lo demás, no tuve problema. Sí que es cierto que cambié el DNI al momento, aunque creo que no es obligatorio, y que durante los primeros años llevaba una fotocopia que explicaba el cambio, por si acaso», recuerda.

Quiso la casualidad que el mismo funcionario fuera el que, algunos años después, registrara a sus hijos, Eita (22 años) y Asur (19 años). «Cuando nació la nena ya llevé todo lo necesario para que no hubiera problema y no lo hubo», adelanta, aunque incide en situaciones curiosas ocurridas a posteriori. «Cuando decimos el nombre de los críos, se da por hecho que son nombres euskeras, porque mi mujer es vasca. Cuando el que lo pregunta, que es asturiano, descubre que se trata de nombres asturianos lo habitual es que ponga cara rara...», explica Martino, que, a la hora de elegir, más allá del origen, tuvo presente que no hubiera traducción al castellano, no como en su caso.

Las traducciones dadas por hechas son otra de esas situaciones que en lugar de anecdóticas son habituales y «llama la atención porque lo lógico sería que fuese fuera de Asturias donde se dieran las confusiones, pero no, me ocurren aquí», apunta Xuan Pandiella, gijonés del 90. A él lo llaman Juan, unas veces porque no lo entienden a la primera, y otras, y sobre estas quiere incidir, porque «dicen que prefieren el nombre español, algo que no tiene mucho sentido», comenta. «Y en mi caso, bueno, pero es que conozco a otro Xuan que antes era Iván. Vamos, que a él decirle Juan es como decirle Antonio a un Manuel», apunta.

Adaptar el nombre de pila al asturiano no es complicado. «Tanto la Academia de la Llingua como el Gobierno del Principado dan los certificados necesarios, que solo hay que presentar para pasar un proceso administrativo sencillo», explica Galán. «Los documentos anteriores no dejan de ser válidos, porque lo que hacen es poner una nota al margen en la partida de nacimiento en la que explican que te llamas como sea a partir de determinada fecha».

Fue lo que le pasó a Llucía Miravalles, cuyos padres asturianizaron su nombre a principios de los 90 por una campaña lanzada por la Academia de la Llingua. «No he tenido ningún problema», asegura. Iniciativa pol Asturianu iniciará otra para fomentarlo.

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