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Sacerdotes atribulados

ÓSCAR BELLOT

Domingo, 21 de enero 2018, 01:03

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La religión cotiza al alza en televisión. No hablamos por supuesto de esos sermones de pastores protestantes a los que se entregan con fervor al otro lado del charco y que convierten a dichos reverendos en estrellas de algunas cadenas estadounidenses, sino a la reciente oleada de ficciones que focalizan su mirada en los problemas del clero. Basta con darle un repaso a la parrilla de Movistar Series y Movistar Series Xtra para darse cuenta de que ahí los guionistas han hallado un filón que se han aprestado a explotar con avidez.

A la plataforma de Telefónica han llegado en los últimos tiempos 'Broken' y 'Algo en que creer' (Ride upon the Storm), dos de las tramas más subyugantes a disposición del sibarita televisivo. Británica la primera y danesa la segunda, ambas parten de un postulado común: los fantasmas que atormentan a quienes deben guiar a otros a través de ese valle de lágrimas que según la doctrina tradicional del catolicismo es la vida en la Tierra. ¿Cómo cumplir dicha misión y ofrecer consuelo a los demás cuando el encargado de hacerlo dista mucho de tener su corazón pacificado?

He ahí el meollo de la cuestión a la que se enfrentan el padre Michael Kerrigan y el pastor Johannes, a los que ponen rostro Sean Bean y Lars Mikkelsen, respectivamente. Sus poderosas interpretaciones de dos seres atribulados en cuyo interior confluyen la eterna lucha entre el bien y el mal que ha configurado el devenir de la humanidad atrapan al espectador con esa pasión morbosa que sentimos al contemplar cómo se desgarra un alma.

Impecable el trabajo de estos dos viejos conocidos del seriéfilo -el digno Edard Stark de 'Juego de Tronos' el primero; el taimado Viktor Petrov de 'House of cards' el segundo-, cuyos personajes plasman el tormento existencial que les devora de un modo muy distinto: sobrio y contenido el británico; excesivo y arrollador el escandinavo. Dos aproximaciones tan válidas como cautivadoras, aunque personalmente me quedo con la segunda: puestos a verles precipitarse, mejor que sea sin paracaídas.

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