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CELEBRACIÓN. Steegmans, a la derecha, festeja con su compañero de equipo Boonen la victoria conseguida en la línea de meta. / EFE
Flandes continúa en guerra
Ciclismo

Flandes continúa en guerra

Steegmans superó en Gante a su líder Boonen tras un final marcado por una caída que bloqueó a la mayoría del pelotón Pereiro sufrió vómitos toda la etapa, pero no cedió tiempo

J. GÓMEZ PEÑA

Martes, 10 de julio 2007, 03:33

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Un disparo y luego una ráfaga. El Quick Step, el equipo flamenco, el de casa, impone el trazado de la entrada a Gante. Hay un vaivén: de izquierda a derecha. Se arrugan las vallas. El alemán Zabel, a rueda de los belgas, tiene un espasmo. Brusco. Quinziato, italiano, le roza. Es el disparo. Cruce de ruedas, de navajas. De inmediato, la ciudad belga oye la ráfaga: una decena de ciclistas arremete contra la valla derecha. Abatidos por la ametralladora. La diana corre hacia la izquierda. Sigue tumbando dorsales hasta arrojarlos por la otra valla. Ola.

Pronto vuela el parte de bajas, de heridos: unos treinta, incluido el líder Cancellara. El esprint cierra ahí su puerta. Ya es sólo para los veinte que pasaron antes de la primera detonación. Detrás queda el resto, tras la barricada: bicicletas, huesos, mataduras en la piel.

Cuando caen los ciclistas, siempre permanece, en equilibrio, una rueda retorcida que gira sin sentido. Loca. Como la recta final que le restaba a la etapa. Flandes tenía un campeón deseado: Boonen. Y tuvo a su gregario, Steegmans, un campeón inesperado.

La segunda era una etapa predestinada. Comenzó en Dunkerque, la playa de mil desembarcos, desde vikingos hasta aliados. El puerto recibió al Tour con el fondo de una tormenta. Olía la tierra. Se levantaba. Frío. Escalofrío en el autobús del Caisse d'Epargne. La guerra iba por dentro. Por las tripas de Pereiro. Ronroneaban. Anticipaban la diarrea. Y se convirtieron en vómitos. Así acudió ayer a la guerra. Vacío. «No ha sido mi mejor día», dijo luego en la meta tras una jornada al raso. «Iba atrás cuando se han caído por delante. Es la táctica del equipo en estas llegadas». En la retaguardia. A cobijo. Había sobrevivido. Buen objetivo en una batalla que mantuvo casi siempre a tres zapadores en fuga: el vizcaíno (Zaldibar) Rubén Pérez, del Euskaltel-Euskadi, más el francés Cédric Hervé y el alemán Sieberg. Ellos guiaron al Tour desde Francia a Bélgica. Por un recorrido rizado. De viento. Con tanto público que asustaba: «Era un peligro cruzar los pueblos», dijo Cancellara.

Rubén Pérez, ciclista moldeado en el perfil de Unai Etxebarria, fue de los tres el más entusiasta. Pero era una lucha desigual. Uno contra el ejército del Tour. Sucumbió a tres kilómetros. Justo cuando Gante iniciaba su viaje a través del tiempo. Es fácil imaginar cómo era hace media docena de siglos. Conserva esas fachadas. Los canales. Los recuerdos de la Guerra de Flandes. Del rey español que hizo desfilar descalzos a los calvinistas. A nadie extrañó, pues, escuchar un disparo a menos de dos kilómetros de la entrada. Después, la ráfaga: «No he podido evitarlo». Ventoso tuvo que elegir: clavar el freno y esperar el impacto por detrás o aguardar con resignación el golpe con la barrera de carne y ruedas que había frente a él. Cayó en cualquier caso. Apenas podía andar. La cadera.

Igual le pasó a otros velocistas: Bennati, Hushovd, Hincapie, Fred Rodríguez Hasta Cancellara, el aún líder, que entró con la mano izquierda a remojo, en cabestrillo. «No es nada», contó. Herida de guerra. Casi 170 corredores se agazaparon en esa trinchera. Hasta que dejaron de sonar las balas.

La sede del Quick Step

Gante no era suya. La reclamaban dos decenas de ciclistas. Los del Quick Step eran los más empeñados. Gante es su sede. Su tablado flamenco. Su domicilio. Y no querían más invasiones. Gante debía ser para un belga. Gert Steegmans llegó al mundo antes que Tom Boonen: justo un mes antes. Así trabaja: siempre por delante de Boonen.

Steegmans es su último lanzador. Hasta el año pasado era un mercenario a sueldo de McEwen, un extranjero, un australiano. Boonen le cambió de uniforme. Le devolvió al equipo de Gante.

El domingo, en la meta de Canterbury, le abroncó. Por precipitarse y dejar pasar a McEwen. Y le puso una misión en Gante: «Allí no podemos fallar. Espera a 300 metros de la meta y tira a tope. Si no puedo pasarte, ganas tú». Así pasó. «No ha sido un regalo», aclaró Boonen. Steegmans sólo ha sido dos veces más rápido que su líder: al nacer y ayer. Al entrar hizo la cruz de la victoria con los brazos. Atrás, en la trinchera, los caídos se hacían cruces. Por salir vivos de Flandes.

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