A ver quién da más

DESDE que el amabilísimo presidente prometió recompensar los gratos trámites necesarios para la reproducción de la especie, se han desencadenado otras ofertas. Como prometer no ha llevado a nadie a la ruina, nos están lloviendo ofertas de verano, todas vigentes para el resto del año. Lo de Zapatero fue un alarde: ponerle precio a todo nuevo español, sin distinguir si los va a guardar Dios, ni si va a custodiar un corazón caliente o uno más propenso a quedarse helado por una de las dos Españas. Hay que reconocer que la promesa presidencial juega a favor de corriente, ya que los trabajos horizontales que se requieren para hacerse merecedor son agradables y los 2.500 euros por hijo, para algunas parejas, lo son todavía más.

Hacen falta más pobladores de la ínsula ibérica, ya que últimamente, con eso de las hipotecas, la gente duda mucho para decidirse a hospedar a un desconocido en su pequeño habitáculo. Alguien que requiere constantes atenciones desde el mismo momento en el que adquiere la condición de inquilino. No es que los niños no sepan comportarse cuando llegan a una casa: es que no tienen costumbre de la conducta que se les exige a las visitas. «La vida empieza en lágrimas y caca», que dice Quevedo. Y esas molestias hay que pagarlas, para compensar a los anfitriones.

En vista de la tarifa anunciada por Zapatero, ha contraatacado Rajoy. ¿A ver quién da más? Acuciado por la promesa económica a la paternidad, ha decidido actuar con rapidez y anuncia una bajada general de impuestos si gana las elecciones. También asegura que si se produce su victoria electoral, improbable, pero posible, eliminará el impuesto del Patrimonio. Una oferta especialmente sugestiva para quienes lo tienen. También tendrán ventajas y deducciones los que tengan que mandar a sus niños al colegio y los que cuiden a sus padres. No sabemos con quién nos irá mejor.