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MANUEL ALCÁNTARA

Vidas privadas

PPLL

Lunes, 3 de septiembre 2007, 03:12

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YO sé quiénes se han inventado eso de que no es lícito inmiscuirse en la vida íntima de los hombres públicos: han sido ellos. Unos, por la cuenta que les tiene, para que nadie haga conjeturas sobre su capacidad de ahorro y sienta la curiosidad por saber cómo logran guardar al mes más de lo que ganan mensualmente; otros porque de ningún modo quieren mezclar su cochambrosa conducta con su brillante gestión. ¿Por qué no tenemos derecho a saber cómo son de verdad y tenemos que conformarnos con conocer su apariencia? Un ciudadano particular puede celar su comportamiento, pero no alguien que influye en nuestro destino. No se trata de ser cotillas, sino de saber con quién nos gastamos los cuartos. Ya dijo Ortega que el mando debe ser un «anexo de la ejemplaridad».

No se trata de convertirlo todo en 'Aquí hay tomate', pero divulgar ciertos hechos sí ayudaría a desenmascarar a algunos golfos que mantienen una intachable apariencia de respetabilidad. El marido de la mujer del César también está obligado, además de ser honesto, a parecerlo. El caso del senador del partido de Bush, el tal Larry Craig, es un ejemplo arquetípico. Edificó su reputación luchando contra los derechos de los gais y lo denunció un policía de paisano al que le hizo una oferta en un urinario público. El vil investigador de braguetas no ha negado los hechos y ha tenido que dimitir. Y no volverá al Congreso, pero también se le debería prohibir la entrada en los meódromos colectivos.

No es más que un caso, eso sí, suficientemente sórdido, pero ¿cuánta gente anda por ahí predicando lo contrario de lo que hace? Hay plusmarquistas del adulterio, o sea, personas que no se conforman con el cupo normal, que asisten a misa los domingos con su señora esposa, y usureros que hablan de economía. Sepamos quien es quién antes de votar.

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