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ALBERTO PIQUERO
Sábado, 15 de septiembre 2007, 03:24
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Eduardo Mendoza, quiso en su conferencia sobre la presunta muerte de la novela, comenzar quitando dramatismo a la cuestión. «No es nada raro, ni escandaloso, ni apocalíptico, que cambien las formas». Puso a modo de ejemplo la moda, y la evidencia de que nadie se alarmaría por «la muerte del bombín».
Y reparó particularmente en los lectores de novelas, que ya no son «las mujeres del XIX de los países cultos», ni tampoco aquella «figura social que representaba a una minoría selecta».
La novela se habría hecho «novela de verano», ganando «en extensión lo que ha perdido en profundidad».
Un dato: «En Nueva York, se ha pasado en pocos años de tener 300 librerías, a treinta».
Con todo, en su opinión, queda una pregunta pendiente: «¿De dónde sacamos una construcción moral del mundo?». Y en la respuesta se articulan las alternativas que podría encontrar la novela, manejando nuevas formas, «más cerca del reportaje, de la Historia o de la actualidad».
Lo que habría muerto es la novela como «fenómeno social», pero sustentando nuevas ramificaciones.
En cuanto a que el soporte sea digital o de papel, Mendoza no se siente nada nostálgico: «Es un asunto demasiado serio para que reparemos en el sentido del tacto sobre un papel perecedero. Son falsos afectos».
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