Borrar
EL PRIMERO. Duque levanta sus brazos al cruzar la meta. / EFE
Duque, versión colombiana del esprint
I CICLISMO I VUELTA A ESPAÑA

Duque, versión colombiana del esprint

Formado en Bélgica, el velocista de Medellín se hace con el triunfo en la etapa de Puertollano

J. GÓMEZ PEÑA

Miércoles, 19 de septiembre 2007, 09:44

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Joan Horrach y el ruso Kolobnev habían conseguido llegar al esprint. Pero ese no era su sitio. Pertenecía al tercero de la fuga. A Leonardo Duque. Un vecino de Medellín y temporero en Bélgica al que le había costado una vida estar ahí. Como para ponerse a dudar en ese momento. Un colombiano al esprint. Todo es posible en Puertollano, que, como se sabe, ni es puerto ni es llano. Como le pasa a esta Vuelta: no tiene cuestas ilustres, pero no deja de subir.

Puertollano es un milagro de la industria. La Mancha. Anchura. Un abismo de campo. Y de repente, un nido de centrales térmicas, el cráter de una mina de carbón y los intestinos metálicos al aire de una refinería. Petróleo. ¿De dónde? ¿Manchego? No. Viene de Málaga, del puerto. A través de un largo oleoducto. Así brota el oro negro entre los encinares. Si eso es posible, ¿por qué no un colombiano al esprint? Tuvo que ser en Puertollano. Ciudad de boina y casco coronada por el monumento al minero. Buen símbolo para Duque. Para ser ciclista tuvo que escarbar con sus uñas una galería entre el velódromo de Medellín y una esquina de Bélgica.

En Medellín la vida es rápida. Breve. Hay que saber cómo correr a tiempo. Una mala mirada y te 'quiebran'. La supervivencia allí es una subasta. Duque, menudo y compacto, descubrió Europa durante las tarde de mayo de 1987. Con las piernas de Lucho Herrera, el único colombiano que ha ganado la Vuelta. «Tenía sólo siete años, pero eso no lo olvido. En casa no se miraba otra cosa». Bautizo visual. El camino. Se colgó de la bicicleta en el equipo Orgullo Paisa. No subía, no pertenecía a la especie local: los escarabajos. Tenía otro don: la velocidad. Una excepción. Rareza. Allí no pintaba nada. Un ex ciclista, Gustavo Guerrero, le habló de Bélgica, de una familia de amigos que allá vivían, que le dejaban cama. Que probara. 1,70 de altura frente a los colosos. ¿A qué tiene miedo? «A no tener dinero», responde. De Medellín.

Así vino. Con los codos cavó un hueco en la trastienda del ciclismo belga, en el equipo Jartazi. El Cofidis le vio remontar a Nuyens en el Tour de L'Ain. Y alquiló sus piernas. Rentables. Sobre todo, ayer. En Puertollano. Petróleo en la dehesa. Ni puerto, ni llano, ni manchego: colombiano. Desde el principio se sabía que la etapa iba a salir a la venta. Destinada a los escapados.

Hubo muchos: Duque, Kolobnev, Horrach y otra vez David López, Fernández de Larrea y Galparsoro, David Herrero, Garate, Ruiz, Bertagnolli, Aerts, Grabsch, Mejías Abultaban, pero no tenían peligro. El pelotón de Menchov, el líder indiscutido, selló el salvoconducto. La etapa era ya para el mejor postor.

El Euskaltel quería ir lento porque tenía al más veloz: a Fernández de Larrea. Los demás preferían apresurarse hacia Puertollano. Al fondo, las mechas atormentadas de la refinería. Debajo, el asfalto recto pero ondulado. Herrero, Kolobnev y Horrach apretaron. Detrás tenían el parque natural de Andújar. Delante, los tubos, las válvulas y tanques de Puertollano.

Buena memoria

Eliminado Larrea, huían de Duque, el otro esprinter del grupo. «Venía lúcido», contó luego el colombiano. Tiene buena memoria. En 2006 había pedaleado por esta misma etapa. «Entonces estuve a punto de coger la escapada. Hoy lo hice». La provocó incluso, con un respingo a 15 kilómetros del final. Se fue con Horrach y Kolobnev. «Con dos es más fácil que con veinte».

Horrach, súrfer mallorquín, esperaba su ola. Paciente. Pero no llegó. Había marea baja, rasa, morena. Duque. «Vi que Horrach y el ruso estaban 'mocheándose'. Sabía que se iban a 'cuidar' entre ellos». Lo contó en colombiano. A su manera. Igual que corre: listo. Les arrancó cuando los otros esperaban el esprint. «No era para irme, sino para llevarlos rápido hasta la meta. No quería que los de detrás se nos echaran de encima». Pedaleaba con los ojos en el cogote. Era el más rápido. El mejor del esprint. «Nací así».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios