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HISTORIA. Palacio Valdés con María Guerrero en 1924.
El año que Palacio Valdés no ganó el Nobel
Cultura

El año que Palacio Valdés no ganó el Nobel

Hoy comienza en Laviana el tercer congreso sobre el autor de 'La aldea perdida', en el que se abordará la repercusión internacional del asturiano, un aspecto que se analiza en este artículo

JOSÉ LUIS CAMPAL FERNÁNDEZ

Miércoles, 3 de octubre 2007, 03:30

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REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS El premio Nobel de Literatura fue la guinda que le faltó a Armando Palacio Valdés (según Andrés Trapiello, un literato «vanidosillo») para cerrar sus ojos tranquilo en el Parnaso de la inmortalidad, por más que a día de hoy sea un narrador completamente marginal entre sus compañeros del XIX. Le fue esquivo el Nobel, pero no se puede decir que el novelista no lo intentara. El 19 de junio de 1926, Palacio Valdés recibió un homenaje popular en el Hotel Francés, de Oviedo, con motivo de nombrársele hijo adoptivo de la ciudad, momento en el que el periodista ovetense José María González lanzó la idea de solicitar para el narrador el premio de premios, recogiendo así lo dicho un año antes (1925) por Ángel Cruz Rueda en su 'Armando Palacio Valdés (Estudio biográfico)', cuando manifiesta: «Sólo una distinción honrosísima, el premio Nobel, echamos de menos entre las que ha conquistado. Palacio Valdés la ha merecido; no se le ha otorgado; aún sería tiempo».

En 1927 y 1928 su candidatura para el Nobel se vio frustrada por las circunstancias políticas que atravesaba España. La primera petición la presentó oficialmente Cruz Rueda el 30 de marzo de 1927 pero llegó fuera del plazo legal establecido por la corporación sueca. En 1928 la tesitura ya no le fue tan favorable y el reconocimiento fue a parar a manos de la narradora noruega Sigrid Undset. Años más tarde, Palacio Valdés se referirá al galardón con inconfesado desdén: en noviembre de 1934 le hace saber a un periodista, y así lo recoge el diario gijonés 'La Prensa', que la concesión del Nobel «no le causa ningún desvelo» porque «es una especie de lotería que administra la Academia sueca y da pretexto para que los embajadores queden bien apoyando a los artistas de sus países», y remata su ¿amargura? indicando que «en el jurado no hay más que un miembro que sepa castellano».

Curiosamente, esta valoración negativa ya la compartía el escritor a principios de 1928, tal vez resquemado por la tentativa fallida del año anterior, y es como si no creyera en sus posibilidades, pues la segunda semana de enero afirma que «el premio Nobel no significa más que dinero y casi nunca es justo, porque muchas veces depende del capricho». Se está poniendo la venda antes de la herida.

Hoy, casi ochenta años después, no está de más recordar la instancia, convenientemente avalada por las correspondientes firmas de personalidades y entidades, que se redactó en Oviedo el 15 de enero de 1928 y se remitió a la Academia sueca, la cual ya la había aceptado el día 20 de marzo. He aquí el cuerpo central, la justificación del reconocimiento que se solicitaba para el autor asturiano: «Habiendo hablado la gloriosa Academia Española sobre los merecimientos del propuesto, del que dijo con su soberana autoridad en su mensaje a la insigne Academia de Suecia: 'No sólo es Palacio Valdés el primer novelista entre los que actualmente escriben en lengua española en uno y otro hemisferio, sino que es el más completo, el más variado y aquel cuyas obras han logrado mayor difusión en todo el mundo', a la tierra del ilustre asturiano no le cumple más que señalar a la consideración de esa recta Corporación la unanimidad con que España patrocina esta candidatura: Academias, Universidades, Prensa y Ateneos expresaron uno y otro día al periódico 'Abc' de Madrid, donde se lanzó tan patriótica iniciativa, su fervorosa adhesión a la petición del premio Nobel para esa gloria de la Literatura. Hasta nuestro culto Rey expresó su deseo de que se otorgue el premio Nobel a Palacio Valdés en carta que nos dirigió cuando el feliz viaje del digno rey de Suecia a España. Y la nación celebra en estos días con entusiasmo las bodas de oro literarias de su ilustre hijo, el patriarca de las letras españolas como cariñosamente le llaman».

El documento peticionario no olvida la actualidad literaria de que es objeto el autor de Entralgo: «Si el inmortal Alfredo Nobel quiso premiar vidas útiles a la Humanidad, Armando Palacio Valdés, que a los 75 años de edad y a los 50 de su producción literaria publica en estos días su última novela 'Los cármenes de Granada', es una vida ejemplar. Palacio Valdés es el hombre bueno y genial, maestro del humorismo y el sentimiento, que con sus célebres creaciones laboró por la felicidad de los hombres alegrándoles y enterneciéndoles y mostrándoles con inmarcesibles pensamientos de sabio direcciones morales de venturosa eternidad».

¿Quiénes firmaron la petición? Al pie de la misma se citan sus nombres. Son los del rector de la Universidad de Oviedo, los directores de los Institutos de Oviedo y Gijón, el presidente de la Academia de Bellas Artes de San Salvador, el director de la Escuela de Artes y Oficios, el presidente de la Asociación de la Prensa de Oviedo, el director de EL COMERCIO Alfredo García 'Adeflor', el escultor Víctor Hevia; los catedráticos José Ramón Lomba, Augusto Díez Carbonell, Acisclo Muñiz Vigo, José Luis Bañares Zarzosa y Gerardo Diego; y los académicos Braulio Álvarez Muñiz, Constantino Cabal, Aurelio de Llano Rozada, Julio Somoza y José María González 'Columbia'.

A las pocas semanas, ya se habían sumado otros dos rectorados a la «férvida manifestación del anhelo público español», como la bautizaron, rimbombantemente, los periódicos regionales, para los cuales era casi pan comido salirse con la suya: a primeros de febrero, según 'La Voz de Asturias', «una elevada personalidad de la Academia escribió a nuestro paisano Columbia que no les cabe duda de que le otorgarán el premio a Palacio Valdés».

Fue, por lo demás, 1928 un año que comenzó de forma ajetreada para el anciano escritor, ya que, a la iniciativa de hacerlo protagonista de un segundo y último intento para inscribir su nombre entre los ganadores del Nobel, se constituyó una pintoresca comisión para celebrar el año jubilar del narrador, de todo lo que cual daba cuenta 'El Carbayón'. Los deseos programáticos de ésta eran tan ambiciosos como ilusos: «Se solicitará -dice el veterano rotativo- del Gobierno y del Rey la concesión para una de las nietas del ilustre escritor el condado de Palacio Valdés; la creación de la cátedra Palacio Valdés en la Universidad Central, dedicada a investigaciones sobre la historia de la novela española; la creación en Madrid de la Academia de Letras Hispanoamericanas Palacio Valdés; la creación de un monumento-biblioteca que, al perpetuar en mármol y bronce la figura humana de Palacio Valdés, perpetúe también la de sus obras».

A todo ello hay que sumar más novedades: en enero aparece 'Los cármenes de Granada', el 13 de febrero se estrena la primera versión, ésta muda, de las cuatro que se harían de 'La Hermana San Sulpicio', y el día 27 sufre una caída al bajar del tranvía y se fractura el fémur. Más alegre fue la propuesta de un socio del Centro Asturiano de La Habana que, informa la prensa ovetense, «abrió una suscripción para adquirir un cuadro al óleo» de Palacio Valdés que sería colocado en la biblioteca de la institución astur-cubana, un lienzo, dice el periódico habanero 'La Lucha', que tendría las mismas dimensiones (no fueran a sembrarse envidias entre compatriotas) que otro de Jovellanos existente en sus dependencias. Para redondear este inicio de 1928, Palacio Valdés respondió a una encuesta de 'Abc' señalando que su gobernante ideal sería un «tirano inteligente y bueno»; la ganadora del Nobel de Literatura en 1928 se distinguiría, años más tarde, por oponerse a la invasión nazi de su país, durante la II Guerra Mundial, lo que la forzó al exilio en EE UU y le valió, más tarde, la Gran Cruz de San Olav.

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