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CRÍTICA DE TV

Meca

JOSÉ JAVIER ESPARZA

Domingo, 13 de enero 2008, 04:10

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Pena, enorme pena daba ver la otra noche a David Meca en 'Dónde estás, corazón', el desolladero rosa de Antena 3, dando razones de por qué no es un truhán ante la desconfianza de los interrogadores de oficio. El asunto puede resumirse así: el nadador David Meca ha intentado batir el récord de travesía a nado del Estrecho de Gibraltar haciéndolo tres veces; no lo ha conseguido porque en la tercera tanda tuvo que detenerse y ser subido a una barca; conserva, no obstante, el récord de travesía del Estrecho en una sola dirección. Esto, en sí mismo, es una hazaña. Pero aquí todo se vuelve turbio. Meca dice que espera que le validen el récord. Acto seguido, una multitud de voces se ha lanzado a despellejar al nadador. Entre esas voces las hay que cuestionan la triple travesía del Estrecho y las hay que critican al nadador en sí mismo. Estas últimas (cámara oculta mediante) fueron las que 'Dónde estás corazón' mostró al propio Meca, allí presente, para escribir un nuevo capítulo del pertinaz derribo de todo lo que se eleva, que sigue siendo el vicio nacional por excelencia.

Meca contribuyó al incendio al prestarse a la combustión, como hace con frecuencia. De pena, ya digo. Si David Meca fuera norteamericano o neozelandés, es dudoso que le viéramos en este tipo de programas. Alguna universidad lo tendría en su equipo; alguna empresa patrocinaría sus exhibiciones. Con ese colchón económico, el deportista podría dedicarse a nadar. No tendría que buscar el reclamo de unos 'acontecimientos' excesivamente sometidos a riesgo de verificación; tampoco necesitaría inventarse argumentos para aparecer en los barrios más hediondos de la pantalla, porque sus patrocinadores se lo prohibirían. Habría cruzado el estrecho dos veces y la gesta se habría convertido en noticia de telediario, plataforma publicitaria del patrocinador y, tal vez, germen de una escuela de natación en Tarifa y quién sabe si de una asociación hispano-marroquí de nadadores. Después de la proeza, acudiría a algún programa de televisión, por supuesto; pero no de cotilleo, sino deportivo, y allí explicaría los detalles técnicos de la travesía.

En esa tesitura, nadie le saldría con unas declaraciones suspicaces obtenidas de no se sabe quién con cámara oculta y rostro enmascarado, sino que se sometería a examen crítico su técnica y sus objetivos. Y así hasta el próximo reto, que ese Meca ideal podría plantearse a dos años vista, sin andar dando tumbos por los platós donde se cocina el picadillo. Pero Meca es de aquí. Aquí la tele es como es. Y, además, ni Meca ni la tele hacen nada por apartarse del muladar. De pena, sí.

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