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ALBERTO PIQUERO
Viernes, 29 de febrero 2008, 04:01
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LA explicación habrán de darla los astrónomos o el calendario juliano. El caso es que las órbitas planetarias tienen un grado de inexactitud o que los relojes atómicos son más puntuales de lo debido. Dejemos esas pesquisas al arbitrio de los telescopios. En el microcosmos rutinario o economía doméstica, que nos pongan un día de más en el almanaque sólo es fuente de alimento para los astrólogos o acaso manantial de inspiración para Iker Jiménez, que haberlos, haylos.
El resto de los mortales, aunque este año resulte coincidente el 29 de febrero con la fiebre del viernes noche, continuaremos padeciendo los mismos achaques que un miércoles de ceniza y ni siquiera nos salvará de la quema un rock & roll.
Nacer un día tan peculiar no impide que cumplas aniversarios cada cuatro trimestres. Y si lo que toca es irse al otro mundo, cualquier semana es la de los santos inocentes.
Las fechas señaladas no vienen anunciadas.
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