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EN EL PUNTO DE MIRA. El magistrado Rafael Tirado Márquez, en una fotografía de archivo. / SERRANO
Nacional

El magistrado al que dejaron 'tirado'

Rafael Tirado Márquez no encarceló a Santiago del Valle, pero no se siente culpable. Expedientado por el Consejo General del Poder Judicial, dice que es la cabeza de turco de un caso que condena al juez antes que al asesino de Mari Luz

MERCEDES BENÍTEZ

Lunes, 14 de abril 2008, 03:48

Pese a haber recibido el cerrado apoyo de sus compañeros de la judicatura sevillana (raro es el dÌa que Rafael Tirado Márquez no recibe a varios compañeros en su despacho dándole aliento) el juez que no ejecutó la sentencia del asesino de Mari Luz, Santiago del Valle, está «hecho polvo». No en vano, este magistrado de 45 años que hasta ahora contaba con un brillante currículum a sus espaldas, tiene encima un expediente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que en los próximos meses puede cambiar el curso de su carrera.

Seguramente por eso, el magistrado, que se enfrenta a una inspección «a cara de perro», como dicen sus compañeros de los juzgados sevillanos, no ha dejado de ir a su despacho del Prado de San Sebastián de Sevilla y anda ahora poniendo orden en los papeles. «Irse ahora de vacaciones sería de cobardes», dijo hace algunos días. Y lo ha cumplido. En lugar de quitarse de en medio, aunque ha perdido varios kilos y anda medicándose por una subida de tensión que hizo que el médico acudiera a su despacho, Él sigue al pie del cañón.

«Está hundido», dicen fuentes cercanas al juez, aunque él prefiera el silencio y muestre una cara muy distinta a la del principio, cuando hablaba con la prensa. Ahora calla aunque sea por recomendación de sus abogados. Se ha buscado dos buenos defensas: el famoso penalista Francisco Baena Bocanegra y otro fichaje estrella: el que fuera decano de los jueces de Sevilla, Alfonso Martínez Escribano, que colgó hace algún tiempo la toga de juez para ejercer la abogacía. Los tres se han reunido varias veces la pasada semana y, entre cigarro y cigarro (los nervios han hecho que Tirado Márquez vuelva a fumar en su despacho por más que esté prohibido), preparan la estrategia para el pliego de descargo de un caso en que al asesino le llaman presunto y al juez culpable.

Esa es ahora la prioridad de un juez con un currículum casi impoluto hasta hace poco. Quitando un expediente que le abrieron por retrasos cuando ocupaba la plaza de Lora del Río, sólo había recibido loas. Además de ocuparse de casos sonados como el juicio del derrumbe del muro del bazar España en Sevilla o el de las negligencias médicas de un conocido ginecólogo sevillano, el magistrado llegó a instruir parte del Caso Juan Guerra. Eso fue cuando apenas contaba 28 años y ocupaba plaza en Barbate.

Entonces le tocó instruir el caso Puerto de la Plata, la trama inicial de la que luego se desprendió el caso del 'hermanísimo' y que, por cosas del azar, recayó en otro juez de la misma familia: Ángel Márquez.

Sensible al maltrato

De hecho Rafael Tirado Márquez, cordobés de nacimiento aunque lleve toda su vida en Sevilla, desciende de una familia de magistrados en la que es el séptimo en la judicatura. En su familia recuerdan cómo cuenta con dos premios en su haber que reflejan su sensibilidad con las maltratadas: el Plácido Fernández Viagas y el Meridiana de la Junta de Andalucía. También fue presidente de la Asociación Profesional de la Magistratura y ha acudido a varios foros y debates sobre violencia de género.

Cuando todas las tintas cargan contra él, la sensación que le embarga, según un juez primo suyo, es la de que «podía haberle pasado a cualquiera». De hecho Tirado, que se refugia en su familia (está casado y tiene cinco hijos pequeños) no tiene sensación de culpabilidad. «Yo me empeñé en condenar a Santiago del Valle», relató hace algunos días.

Recordaba lo difícil que fue dictar una sentencia, pese a que la prueba de cargo era cuestionable por basarse en una declaración grabada en vídeo y no en el testimonio de la pequeña en el juzgado. Ni ese impedimento ni el hecho de que el fiscal (que ahora se lava las manos) proyectara pedir la absolución de Santiago del Valle, hicieron mella en su decisión de condenar al pederasta.

Aunque no ejecutara la sentencia, no es de esos jueces que trabajan de 8 a 3. Es respetado en el mundo judicial y no tiene «el punto de engreimiento» que abunda en el gremio. Siempre ha sido cercano con los medios de comunicación y es muy apreciado por los abogados, algunos de los cuales recuerdan la relación «directa y cordial» que tenía con ellos y lo elaboradas que eran sus sentencias que, como otros magistrados, casi nunca redactaba en el juzgado, sino tras acabar su jornada, en casa.

Ahora sus cercanos recuerdan que la del juez es una profesión en la que «se está muy solo». Como lo estuvo en Barbate. O como lo está, pese a la escolta policial que tiene, en sus paseos por la playa de Rota, el refugio al que se escapa en su tiempo libre.

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