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Diego Castro se va de Kaladze. La zaga del conjunto milanista se vió lenta ante los rápidos contraataques del pontevedrés. / FOTOS: PAÑEDA Y PIÑA
El Sporting ridiculiza al Milan
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El Sporting ridiculiza al Milan

Dos extraordinarios goles de Barral y Bilic tumban a un rival que ofreció una imagen decepcionante y dejan en casa el Villa de Gijón

MANUEL ROSETY GIJÓN

Lunes, 25 de agosto 2008, 22:38

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El Sporting fue el rey de su fiesta, en la que el superpoderoso Milan sólo tocó de oido. Un Molinón a rebosar, con un ambiente de gala, se deleitó con los rojiblancos en un partido con emoción, fases de buen fútbol, goles y una imagen esperanzadora de los de Preciado con vistas al inicio liguero del próximo domingo.

Dos goles de espléndida ejecución, con Barral y Bilic de protagonistas, derrotaron a un Milan que llegó descafeinado a Gijón. Le faltaban la mayoría de sus figuras. Algunas reservadas por decisión técnica, pero si lo de ayer fue una prueba para Ancelotti, seguro que tendrá que apurar para hacer algunos fichajes. Porque necesita más que el Sporting para tapar sus vergüenzas. De todas formas, la imagen milanista fue la que quiso su técnico.

El Sporting se vio sorprendido al principio por la calidad de los italianos. Que no hayan venido los Gatusso, Kaká, Inzaghi, Ronaldinho o Pato no quiere decir que los que estaban en el campo eran cojos. Ni mucho menos. Pirlo empezó el partido con mando en la plaza, o sea, en el centro, y cerca estaba Seedorf, capaz de hacer fácil cualquier jugada.

El Milan puso un ritmo lento para afrontar el trámite de Gijón. Los rojiblancos empezaron a perder pronto el respeto a un rival que se hacía respetar. Paloshi, el atacante más específico, pudo haber desnivelado el encuentro. Hubiera sido injusto, pese a los lunares defensivos del equipo de Preciado, pero el joven Paloshi falló dos primeros remates. El tercero se lo abortaría Sergio, ya cerca del descanso.

El equipo gijonés salió más metido en el partido y poco a poco le fue ganando terreno al conjunto de Ancelotti, que empezaba a pasar algunos apuros con los contraataques gijoneses. Pedro dio el primer aviso al ganar la posición a Jankulovski, pero Kaladze se revolvió bien cuando Barral estaba en boca de remate. A la siguiente jugada, el checo no pudo repetir la anticipación en un centro de Canella que el gaditano cabeceó lejos del alcance de Abbiati.

Con el gol a favor, el Sporting tranquilizó su fútbol. Con las excepciones de despejes absurdos y sin sentido desde la zona defensiva, lo que convertía en peligroso un rechace al que no se le daba un carácter de practicidad. El Milan, con un gol en contra, empezaba a querer, pero no podía. La culpa era de los rojiblancos. El trabajo de Míchel y Matabuena en el centro del campo era fructífero para el equipo. En los italianos, Pirlo se quedaba solo y Seedorf no tenía los apoyos precisos. Sólo se dejaba notar algo Brochi, con mucho desgaste, pero sin dar sensación de equipo.

El Sporting pudo aumentar la diferencia antes del descanso, en una falta pasada lanzada por Pedro que Míchel cabeceó por encima del larguero en una magnífica posición. Luego, Sergio cortó el remate de Paloshi para llegar al descanso con la euforia en las gradas por la superioridad del equipo de Preciado.

En el intermedio empezó el rosario de cambios, aunque no quitaron vistosidad al juego. En el caso del Sporting, Maldonado y Carmelo dieron más vistosidad al juego, mientras que en el veterano Milan empezó a destacar Emerson, cuya presencia en el centro del campo permitió a Seedorf tener más libertad de movimientos y escorarse a la derecha para tener más espacios de entrada.

El conjunto italiano salió rabiado del vestuario. Es fácil que Ancelotti haya montado la bronca de rigor por la imagen de ridículo que había dado el equipo lombardo. Un club de su prestigio no puede ofrecer esta impresión.

El control ofensivo del Milan favorecía el contraataque letal del Sporting, que llegó con algunas jugadas polémicas. La primera fue un emparedado a Maldonado. El colegiado, cerca de la jugada, mandó levantarse al gaditano, pero la acción dio sensación de ser punible. Más claro fue un agarrón a Carmelo. Favalli se enredó en el cuello del canario, al que tiró al suelo con aire de lucha libre. Lo fácil, lo justo y lo lógico hubiera sido señalar penalti, pero César Muñiz no lo vio así y se ganó la bronca del respetable. El único lunar de un árbitro que tuvo una actuación correcta.

Bilic fue el encargado de sentenciar al Milan. Un avance de Maldonado acabó en falta. El croata se encargó de la ejecución. Casi sin tomar carrera, lanzó un disparo por encima de la barrera, ajustado al poste derecho de Abbiati, que sólo pudo certificar que el balón estaba dentro de la portería.

La fase final del partido fue de fiesta rojiblanca, con olés incluidos. El Milan estaba roto. Había desaparecido del campo ante un Sporting pletórico, que controlaba el juego y, sobre todo, el contraataque.

El final llegó en medio de una explosión de júbilo. Con el Sporting que se vio ayer hay motivos para el optimismo, pero es más conveniente analizar que el Getafe, que será el primero en pasar por El Molinón, no va a dar una sensación tan pobre como la de los milanistas.

Buen tono en ataque

Ofensivamente, Preciado tiene para elegir. Kike Mateo y Diego Castro estuvieron en un buen tono en el primer tiempo, pero luego salieron Carmelo y Maldonado, que tuvieron cosas espectaculares. Si Pedro dio rapidez, Luis Morán tuvo también decisión para el disparo. Si Barral fue efectivo, Mate Bilic no le anduvo a la zaga. Ambos pusieron su nota de eficacia.

En el centro del campo, Míchel puso mando en su parcela, con ideas atacantes, mientras que Matabuena estuvo en su tono de recuperador incansable. Más alocado salió De Lucas, precipitado en el pase, aunque fue un buen complemento para Andreu.

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