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Manuel Ferrero durante la entrevista. / J. PAÑEDA
«Me voy con una espina clavada: el crimen de Rambal»
MANUEL FERRERO GARCÍA COMISARIO JUBILADO DEL CUERPO NACIONAL DE POLICÍA DE GIJÓN

«Me voy con una espina clavada: el crimen de Rambal»

«Fue el caso en el que más trabajó la Comisaría y hubiésemos incluso dado nuestro sueldo por resolverlo»

OLAYA SUÁREZ

Viernes, 20 de febrero 2009, 09:43

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Manuel Ferrero pasa página al capítulo más largo de su vida. Atrás deja 42 años de intensa y prolífica carrera policial. «Me voy con pena», asegura. Se jubila, pero quienes le conocen dicen de él que «siempre seguirá siendo policía». Comisario, jefe de la Brigada de Policía Judicial e inspector de Servicios, lleva la profesión en la sangre. Hijo de un comisario de Barcelona y padre de una policía en prácticas. Su única cuestión pendiente: esclarecer el crimen de Rambal, el popular personaje de Cimadevilla que apareció cosido a puñaladas en su domicilio en 1976.

-¿Se va satisfecho?

-Hago un balance muy positivo de mi carrera. He llegado a todo lo que un policía puede aspirar y me voy con la sensación del trabajo bien hecho.

-En cuatro décadas habrá visto cambiar la ciudad, pero también la propia Policía.

-Cuando llegué a Gijón en 1982 teníamos unas instalaciones mínimas y trabajábamos con muy pocos medios. En un despacho de 18 metros cuadrados estábamos todos los efectivos de la Brigada de Investigación, con los negativos de las fotos colgados con pinzas. Ahora, tenemos una comisaría del siglo XXI y la ciudad es mucho más segura que antes.

El avance del ADN

-¿La técnica ha contribuido al esclarecimiento de los delitos?

-Sin duda alguna. La identificación del ADN ha facilitado mucho las investigaciones. Antes se necesitaba un trabajo mucho más arduo y también una buena dosis de fortuna. Recogías una muestra de sangre, tenías que mandarla a Madrid y los resultados siempre tardaban en llegar. Ahora se aprecian avances desde el principio.

-¿Le llega la jubilación con alguna espina clavada por no haber resuelto algún caso?

-El crimen de Rambal, por ejemplo. Se nos criticó mucho a pesar de que fue el caso en el que más trabajo y tiempo invertimos. Movimos tierra y cielo, pero no había casi pruebas porque los bomberos entraron a sofocar el incendio que el asesino provocó después de matarlo. Creo que si hubiésemos tenido los avances técnicos, ese caso estaría resuelto.

-Se llegó a decir que la Policía tenía interés en tapar al culpable porque era alguien con mucho poder.

-Se dijo eso y otras mil cosas, pero sólo el que es policía sabe la satisfacción que produce resolver un caso, y cuanto más difícil, mejor. Pero no somos infalibles; si no seríamos sobrenaturales. Las 7 personas que trabajamos en el crimen de Rambal hubiésemos dado incluso nuestro sueldo para esclarecerlo.

-Pero sí resolvieron otros muchos.

-Muchos y muy difíciles. Sobre todo en los años 80.

Una medalla robada

-Con tantos años de servicio, ¿se desarrolla un sexto sentido?

-Como en todas las profesiones, aprendes ciertas tendencias, como que los delincuentes siempre vuelven a lugar del crimen y en ocasiones dan incluso la cara.

-Como en el caso de la sevillana Marta del Castillo...

-Sí, aquí también ha pasado. Incluso una vez, hace mucho años, el propio homicida entró al día siguiente en la Comisaría para pedir trabajo. Fue una cosa curiosa. Yo estaba al teléfono con una mujer que lo había visto y según me dio la descripción, vi que lo tenía delante. Le mandamos vaciar los bolsillos y allí tenía una medalla que le había robado a la víctima.

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