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José Viñas García
Lunes, 4 de mayo 2009, 04:44
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Me decía un amigo: «Hoy la Iglesia estaba llena de gente». Le contesté que era Domingo de Ramos, «es un día importante y siempre acuden muchas personas a misa». Con buen criterio me dijo: ¿y por qué no van el resto de domingos? Pues por lo mismo que durante las fiestas de Semana Santa se llenan las calles de procesiones, parafernalias llenas de lujo, exageraciones y ostentación; simplemente: puro teatro). Lo mismo que en las grandes ciudades, las catedrales e iglesias se llenan de personas con lujosos vestidos y joyas; esto tiene un nombre: hipocresía.
Dios nunca estaría de acuerdo. Igual que expulsó de las sinagogas a aquellos falsos creyentes, ahora dejaría las iglesias, procesiones y lugares sagrados como un solar; no quedaría ni el sacerdote. En mis tiempos de niño, los sacerdotes tenían alegría, estaban con los feligreses dentro y fuera de la iglesia, desprendían una agradable sensación de que ellos estaban influidos por Dios. Catolizaban. Ahora es difícil no encontrarte un cura con cara de amargado, enfadado con los vecinos y con prisas. ¿Y qué me dicen de la Conferencia Episcopal metiéndose en política y tratando de injerir en los modos de gobierno, recordándoles siempre al lado del poder, incluso cuando dictaduras o tiranías, viviendo en la pomposidad? Esos obispos envueltos en vestidos que tal parecen hechiceros del pasado, contrastando con el recato de Jesús, durante su vida como hombre. Esas iglesias y catedrales llenas de lujos y de hipócritas. Todo eso no hace católicos.
Siento que soy duro, sobre todo con algunas personas que se sentirán mal, porque realmente van con fe. Pero rodeadas de muchas que sólo buscan estar, donde sólo podrían acudir cuando se hubieran comportado dignamente en su vida cotidiana. Acuden a la casa de Dios como personas de bien, comulgan sin confesar y, lo que es peor, no engañan ni siquiera al más cándido que allí se encuentra, sólo a su egoísmo hipócrita.
Siento un profundo respeto por la religión y los que siguen sus dogmas de fe. Comparto sus creencias. Pero toda esa grandiosa pomposidad que rodea dichas fiestas, las seos llenas de oro e imágenes perfectas y lujosas, sólo hacen huir a los jóvenes de la Iglesia, no de Dios, por suerte para ellos. ¿Han visto las procesiones en Cuba? Modestos santos y personas humildes, pero llenas de verdad. Aquí solo espectáculo. Recuerden: Dios dijo claramente que los ricos no entrarán en el reino de los cielos. Ellos ni se enteran. Pasan casi toda su vida rodeados de abundancia, sin repartir, sin dar trabajo digno, de fiesta en fiesta, olvidando que morirán de igual modo que los pobres. Pero de igual modo que, en el entierro del rico, muchas personas acuden, y solo falta alguien que llore su muerte, sólo pensarán en repartirse su botín. Sin embargo, en el entierro del pobre, son poquitas personas las que acuden, pero qué suerte tiene, todas le lloran y le rezan.
Luego vemos que todas esas personas que se bañan en la abundancia o pasan la semana criticando, odiando, envidiando y obviando y poniendo obstáculos al vecino, acuden a misa, seguro que intentando engañar a Dios, que haga la vista gorda, con rezos que no calaran. Es cierto que mejor tarde que nunca, pero acuérdense antes y tengan esos arranques de conciencia cuando Dios sí entiende que han sido solidarios y merecedores de perdón.
Hipocresía es: decir lo contrario de lo que se piensa, hacer de cara a los demás, lo que en privado sería lo contrario. Todos cometemos errores y pecamos. Pidamos perdón y tratemos de no seguir cometiendo los mismos. Dios eso sí lo perdonará, pero jamás lo hará con quien, a sabiendas, vive en la abundancia y no reparte con quienes lo necesitan. Creo que el único egoísmo que se justificaría y sería aceptable, sería aquel que procura que todos estén bien para él estar mejor. Esas personas que acuden a procesiones llenas de espectáculos comerciales, algunos dándose golpes, cosa que con seguridad Dios no estaría de acuerdo y para nada tienen que ver con el ejemplo de Jesús Hombre. Una vida llena de amor, humildad, estando siempre con los pobres, pecadores y enfermos, en una palabra, hacia una vida completamente contraria a las personas que acuden en estas fiestas. El creyente irá todos los domingos o no, pero tomará los dogmas de fe y cumplirá el primer mandato de Dios: amar al prójimo como a si mismo. ¿Te suena de algo, Jiménez Losantos? Y todos aquellos que hablan en la cadena radiofónica de la Iglesia, ¿Dios no les daría una patada a todos ellos? Se enfadan, discuten, insultan y odian a quienes ven pecadores, rojos o nacionalistas. Se creen con el patrimonio de la religión.
Un abrazo a quienes son creyentes de corazón, y otro a quienes dudan o no creen, simplemente los profetas actuales no dan ejemplo de catolicismo. Espero que a partir de hoy no alabemos la belleza en exceso o detestemos la fealdad; no es mérito ni demerito de nadie.
Leyendo un día atrás un escrito de Concepción, titulado 'El amor tiene una barca', sentía que, a pesar de todo, existen personas que prefieren una canción, un paisaje, una sonrisa o un amigo a todos los bienes materiales y odios. Eso me hizo sentir bien.
«Para las personas creyentes, Dios está al principio; para los científicos, al final de todas las reflexiones». Esta es mi reflexión: Dios nos perdonará su negación. ¿Hará lo mismo, con nuestra hipocresía?
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