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Cultura cazalla
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Cultura cazalla

COSME CUENCA

Viernes, 14 de agosto 2009, 05:07

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R ECUERDO que la publicidad que acompañaba, no hace mucho, las retransmisiones taurinas por televisión abundaba en productos de caza, pesca y otras depredaciones, en el cante y el cine de posguerra -«A mí la Legión»- y en los licores fuertes. Nadie nos conoce mejor que quienes intentan vendernos cosas -objetos, ideas, salvaciones- así que según aquellos mensajes los propensos a lo taurino apuntábamos maneras feudales de horca y pernada, como alcaldes antiguos. Todo un perfil.

Deduzco, pues, que si tal perfil no es el suyo no debe iniciar su relación con el espectáculo taurino por vía directa, es decir, empezando por ir, ya de mayor, a una corrida porque lo probable es que le disguste. Apúntese, si puede, a visitar una ganadería brava. Vea el toro en el campo y admire su fortaleza plácida y cachazuda. Sitúese luego en la plaza de la propia ganadería y asista al examen de bravura que determinará el destino de la vaquilla de turno, la tienta. Y asómbrese ante el milagro: la vaquilla brava vuelve una y otra vez a acometer al caballo donde la vara le hace sangre, muy poca eso sí, y observe cómo después de aquella despendolada salida al ruedo la vaquilla puede acabar por acoplarse templada a la muleta sabia hasta componer figuras, hombre y animal, de belleza plástica emocionante.

Si todo esto le ha interesado y si quiere comprobar qué guarda dentro aquel toro adulto cuando se siente provocado y quien y cómo es capaz de aguantar sus acometidas hasta transformar la pulsión desbocada en geometría, entonces vaya a los toros.

No se ilusione demasiado, los milagros son escasos o no son milagros. Si le acompaña algún aficionado discreto, mejor. En todo caso, abstráigase del público, no escuche al gracioso castizo, ignore, si es posible, al entendido próximo que le haya tocado en desgracia que lo sabe todo pero no entiende nada, uno y otro son subproductos inevitables del festejo, cultura cazalla. Acuérdese de la vaquilla y del respeto que le impuso su cercanía y trate de ser consciente del cambio de escala. A partir de ahí todo es posible.

¿Cultura, barbarie, circo? Creo que al toreo le cuadran mal las etiquetas pero no puedo dejar de admitir que lo que más profundamente nos ancla en lo que he llamado cultura cazalla es la costumbre bárbara de mutilar al toro como medida y seña del triunfo del torero. ¿Cómo puede culminar la ceremonia de la bravura, el valor, la plástica y el riesgo en la exhibición de apéndices cartilaginosos sanguinolentos del primer protagonista de la función?. No tengo respuesta y las que intuyo no nos dejan en buen lugar.

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