La Mercedes desde dentro
La ingeniera gijonesa Alba Morell abarrotó el Aula Magna de la Politécnica para hablar de su trabajo en la factoría alemana
Eva Montes
Sábado, 7 de febrero 2015, 00:13
Si la Universidad se plantea como problema la participación de los alumnos más allá de la docencia, la respuesta la tuvo ayer en el Aula Magna de la Escuela Politécnica de Ingeniería. Con sus 150 butacas llenas, los pasillos abarrotados, el suelo sembrado de estudiantes y las puertas abiertas para que los más retrasados pudieran escuchar desde el corredor del aulario. La expectación era tal que la invitada de honor, quien apenas hace cinco años estaba al otro lado del atril, bromeó nada más coger el micrófono. «Muchos puntos os tienen que dar en Dibujo para que vengáis tantos».
La chanza de Alba Morell enseguida fue matizada por el director de la escuela, quien puso más nerviosa aún a la exalumna cuando aseguró que no hubo ningún tipo de incentivo académico para convocar a más de 200 estudiantes. «La automoción mueve mucho a los alumnos», le justificó Juan Carlos Campo, quien se vio ratificado en sus palabras por el aluvión de preguntas a la joven ingeniera técnica en Mecánica que trabaja en la factoría Mercedes de Stuttgart.
Y es que ante una generación terriblemente cercana a la suya, Alba Morell desnudó no solo sus conocimientos sobre cómo se fabrica un 'mercedes', sino su admiración, su deslumbramiento por una forma de trabajar y, sobre todo, por una manera insaciable de aprender. «Cuando afrontas la fabricación de un nuevo vehículo, la inspiración del diseño puede venir de cualquier sitio, de un cómic mismamente, y el departamento parece una guardería, lleno de lápices y rotuladores». Y explicó cómo compiten entre sí los centros de diseño de Asia, Estados Unidos y Alemania, como introducción a todo un mundo, «que tiene un departamento por cada una de mis tres asignaturas preferidas», resumió.
También habló de cómo llegó, con sus 25 años, tan lejos. «No hay que tener miedo y sí muchas ganas de aprender y de probar. ¿Por qué no? Probemos», se preguntó en el más puro espíritu Kennedy.