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Javier Suárez Quirós y Juanjo Palacios, responsables del proyecto acústico, en EL COMERCIO. :: p. citoula
La ciudad busca su diseño en el sonido

La ciudad busca su diseño en el sonido

«Se trata de concebir el ruido como un recurso no como un residuo, algo que hay que integrar en la reflexión sobre el modelo urbano deseable»

CRISTINA TUERO

Miércoles, 18 de febrero 2015, 00:18

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¿Por qué no enmascarar el sonido que origina el tráfico en una avenida con el que genera el agua de las fuentes? ¿Por qué no diseñar el retranqueo de nuevos edificios en construcción de una manera tal que rebote el sonido y no moleste? ¿Por qué no hacer más armónicos los ruidos de una ciudad y pasar de considerarlos un residuo eliminable a tratarlo como un recurso? Es lo que pretende el proyecto 'Holistic City Soundscapes', que dirige el profesor de la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón y coordinador del grupo I3G, Javier Suárez Quirós, y que acaba de recibir financiación del IUTA (Instituto Universitario de Tecnología Industrial de Asturias).

El objetivo principal de este trabajo, que se realiza con la colaboración del fonografista Juanjo Palacios, y en el que se pretende ir involucrando a otros investigadores y alumnos de la EPI, es conseguir un método innovador, en clave 'smart city', para medir el paisaje sonoro urbano, incorporando las percepciones y sensaciones humanas. De esta manera, se lograría sustituir los actuales mapas de ruido que únicamente tienen en cuenta el nivel de presión, por un «atlas sonoro» capaz de establecer una relación más cercana entre sonido y ciudad. «Se proporcionaría a los ciudadanos una mayor información sobre la ciudad en la que viven, dando así un elemento más para la reflexión pública sobre el modelo de ciudad que se desea», señala el profesor Suárez Quirós en la memoria del proyecto.

Actualmente, el mapa de ruido de Gijón que analiza la aglomeración de la ciudad establece tres focos generadores: el tráfico viario, destacando especialmente la AS-19, la AS-18 (avenida Príncipe de Asturias), la A-66 (autovía Gijón-Oviedo), la A-8 y la ronda Sur; el tráfico ferroviario, y la industria, con la identificación tanto de las grandes instalaciones como de los polígonos empresariales. En todas estas zonas, y con una periodicidad que dictamina una normativa estatal que mide la contaminación acústica de las grandes ciudades, se analiza la intensidad del ruido. Únicamente eso. Índices acústicos que determinan si una determinada presión hace mella en la calidad de la vida de los ciudadanos.

Pero Javier Suárez Quirós plantea ir más allá. «La intensidad no es el único parámetro que realmente define si una determinada sensación acústica es o no molesta. Simplemente era la más fácil de medir. Por eso, frente a ese análisis reduccionista y peyorativo, nosotros incorporaremos la valoración de las personas. Cómo lo percibe psicoacústicamente y también emocionalmente», apuntó. ¿Cómo se llevará a cabo? Primero se identificarán una serie de lugares de Gijón, similares a los que se emplean en la actual configuración de esos mapas de ruido «y alguno más», en donde se llevarán a cabo mediciones «en diferentes momentos del día, de la semana y del año».

Simultáneamente, mediante cuestionarios «sencillos y rápidos» basados en adjetivos y realizados en el mismo lugar de la medición, «sacaremos las impresiones, las sensaciones de la gente, cómo y qué perciben». Unas respuestas que después se analizarán estadísticamente y que se sumarán a las grabaciones. El resultado final será una cartografía aural que proporcionará información acústica, perceptual y afectiva. «Esto llevará a la práctica que no nos vamos a preocupar tanto de medidas barrera para minimizar los ruidos, sino que se podrá hacer que el paisaje sonoro resulte armónico y placentero», apuntan. Eso abre la puerta a otras muchas cosas: «Habría que empezar a diseñar las ciudades para ver cómo suenan y resaltar lo sonoro como elemento artístico, singular y diferenciador. Presumir del sonido, como presumimos de lo visual».

Avance normativo y negocio

A final de año se presentarán los resultados de un proyecto que, a juicio de sus autores, «hace preconizar un cambio normativo que está en el horizonte, porque no somos los únicos que nos damos cuenta de que solo la medición de la intensidad del ruido es ineficaz». Un cambio que ha empezado, señalan, con la aprobación de dos nuevas normas ISO referidas a esa definición del paisaje sonoro y de los elementos que lo constituyen.

A partir de los resultados obtenidos, el Ayuntamiento de Gijón puede diseñar acciones en clave de armonización sonora urbana. Aunque, dicen sus autores, «lo que necesitaría el Consistorio es un observatorio permanente, algo que se pueda monitorizar, vigilar y facilitar la participación ciudadana». Una herramienta, por cierto, con la puerta abierta al negocio porque «vale para cualquier ciudad y ofrece muchas posibilidades al ámbito de la consultoría sonora».

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