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Carmen Eva Pérez, ayer en su casa, con una fotografía tomada en julio de 2003 en la que posa con Marcelo y Encarna.
«Mi tío fue un político enormemente humano»

«Mi tío fue un político enormemente humano»

diputada regional y sobrina-nieta de Marcelo García

Laura Mayordomo

Sábado, 12 de diciembre 2015, 00:46

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De todos los descendientes de Marcelo García y Encarna Vega, la abogada Carmen Eva Pérez Ordieres -gijonesa, de 44 años- es quien ocupa en estos momentos «la primera línea» de la actividad política, como diputada en la Junta General del Principado, pero no la única implicada con el Partido Socialista. Porque tanto el presidente del PSOE gijonés, fallecido el martes, como su compañera de vida supieron inocular en sus allegados el 'veneno' del compromiso social y la defensa de unos ideales. «En aquella casa de la calle Dindurra a los niños no se nos decía eso de que hay que estudiar. La frase que siempre oíamos en aquella casa era 'hay que luchar'. Y nos lo repetían tanto Marcelo como Encarna: 'Hay que luchar, que no se os olvide nunca'».

¿Cómo era Marcelo como tío, como persona y como político?

Es imposible desligarlo todo. Son facetas que van unidas. No hay una gran diferencia entre el hombre, el político y el familiar. Para él todo era política. Su coherencia era tal que respiraba política.

En las palabras que le dedicó en el tanatorio, decía usted que 'nunca fue un hombre común'.

Lo cotidiano era algo que no existía para él. Cuando te encontraba no te preguntaba '¿qué tal, cómo te va el trabajo?, ¿cómo está tu madre?', como haría cualquier familiar al que hace tiempo que no ves. Aunque a veces sí lo hacía, no esperaba la respuesta porque ya tenía otra pregunta en la cabeza. Y la siguiente era más importante, generalmente ya era algo relacionado con el partido, porque el partido era mucho más que su vida.

¿Hasta ser más importante que su propia familia?

Marcelo era un hombre enormemente político y un político enormemente humano, como yo nunca conocí a nadie. Tenía una carga de sentido común impresionante y un instinto político como nadie. Y era una cosa todavía mejor que todo esto, y es que no era nada sectario. No era humano sólo con los suyos, lo era con todos. Y, aunque suene malsonante, es verdad que mandaba con la misma intensidad a tomar por saco a alguien de los suyos que de los otros. No tenía ningún problema. Como ejemplo, diré que al tanatorio subieron estos días personas de todos los espectros políticos. Gente afectada de verdad, que no iba para cumplir un trámite.

Huérfano de madre desde los cuatro años. Sin padre presente por la guerra. Perseguido, encarcelado varias veces por su militancia, torturado... ¿Eso forjó al Marcelo socialista?

Si eso solo se debiera a los genes o a las circunstancias en las que nace y vive, todos los niños que nacieron en esa época en similares circunstancias serían Marcelo y no lo son. Supongo que sería un cúmulo de condiciones sociales, económicas, políticas, familiares, de carácter, de temperamento... Y luego una forma de ver el mundo. No sé lo que pudo ser. Si lo supiera me encargaría de repetirlo para que hubiera más Marcelos.

Pese a todo lo sufrido, no había en él rastro de rencor.

Encarna el espíritu de la reconciliación. Y es muy necesario y enormemente bueno para nosotros que lo veamos así, porque fue capaz de avanzar. Es un tema del que nunca hablamos, pero yo creo que consideraba que tenía cosas más importantes de las que ocuparse, no quería dedicarle ni un segundo a todo eso. Sería vivir hacia el pasado y él quería vivir hacia el futuro. Se convirtió en narrador de su propia historia. Por eso hablaba tanto, porque no hablaba, narraba.

Cierto, es conocida su verborrea.

Sí, estaba constantemente hablando. Yo creo que muchas veces lo que hacía era pensar en voz alta. Hay personas que piensan y luego hablan, él pensaba hablando. Mi tía Encarna se enfadaba a veces porque iban por la calle y él se iba parando cada cinco minutos y con cada uno que paraba echaba una parrafada.

Una casa y «una lección»

Estos días se habrán acordado mucho de su tía...

Y tanto. Para que alguien sea así de generoso y tenga un matrimonio que funcione necesita a su lado a alguien también generoso. Hay que tener una simbiosis y una comunidad de ideas importante que te ligue. A veces dudo de quién era el arranque de la generosidad y la entrega porque lo de Encarna estaba también fuera de toda duda.

¿Eran el tándem perfecto?

Pongo un ejemplo. Su casa estaba siempre llena de gente. Y con eso digo que, muchas veces, sin previa cita, aparecían tres o cuatro compañeros que venían de cualquier sitio, de España o de Europa. Y quien llegaba generalmente se quedaba. Como mínimo a comer. Y muchas veces, a dormir. Eso requiere una logística y detrás de esa logística estaba Encarna. Si él era excepcional, ella lo era también y además pragmática. El café y la comida crecían a medida que llegaban los invitados.

¿Qué recuerdos guarda de ese hogar?

Era un sitio precioso para crecer y vivir. Una casa en la que se vivieron momentos muy duros, pero que era una lección en sí misma. Si a los niños se les suele decir hay que estudiar, la frase en aquella casa era 'hay que luchar. Que no se os olvide nunca que hay que luchar'. Y lo decían tanto Marcelo como Encarna.

¿Qué legado le deja su tío?

Mi tío te regalaba unas gafas, una forma de ver el mundo que ya es imposible quitarte.

¿Y qué se ve con esas gafas?

El mundo se ve más justo, solidario, más preocupado por lo colectivo que por lo individual y menos frívolo. Es una visión posibilista. Ves que puedes. Pero, eso sí, hay una condición sine qua non, que es que tenemos que estar juntos. Esa es la lección final.

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