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Manuel Samartino sopla las velas junto a su mujer, Flora Fonteiriz.
101 años y trabajando hasta los 90

101 años y trabajando hasta los 90

«Cuando me jubilé no tenía nada, así que tuve que seguir», dice Manuel Samartino

PABLO SUÁREZ

Jueves, 25 de agosto 2016, 01:03

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Su vida bien podría protagonizar una novela, aunque probablemente se precisaría de varias entregas para poder recopilar todas sus anécdotas. A sus 101 años, cumpleaños que celebró ayer, Manuel Samartino recuerda perfectamente todas y cada una de las historias que han conformado su vida, llena de esfuerzos y sacrificios. «Trabajé día y noche para que mis hijos no pasasen por lo que yo pasé», cuenta Samartino, nacido en Obiaño (Lugo) y asentado en Gijón desde 1980.

Su periplo vital podría dividirse en tres partes, que a la vez son tres vidas distintas. Trabajó hasta su jubilación como campesino, arando tierras y plantando hortalizas. Una jubilación que le llegó a los 65 años, edad a la que este gallego decidió que era buen momento para trasladarse desde su aldea a Gijón y continuar aquí su aventura. Lo decidió él, pero las circunstancias también ayudaron. «La situación del campesino era muy dura, apenas había para comer. Yo cuando me jubilé no tenía nada, así que tuve que seguir trabajando».

Recién llegado a Gijón, encontró ocupación como ayudante de albañil. Pero no era suficiente. Samartino decidió trabajar entonces de día en la obra y de noche como vigilante en un garaje. «Nunca conocí el cansancio», cuenta en tono jocoso un hombre que no dejó de trabajar hasta cumplidos los 90 años.

Pese a este 'nuevo comienzo' en Gijón, Samartino ya contaba con mucha experiencia a sus espaldas. Nacido en 1915, su juventud se desarrolló entre una República y una Guerra Civil, que le tocó muy de cerca. «Durante la guerra trabajé veinticuatro meses como cocinero en un cuartel», dice tras explicar que, cuando tuvo que pasar el reconocimiento médico, se hizo el sordo y evitó así ser enviado al frente.

Acabada la guerra, volvió a sus labores agrícolas en su aldea (situada en el límite con Asturias) y llegó a conocer a Franco en una de sus habituales jornadas de pesca en el Cares, donde Samartino también colaboró durante unos años. «Franco era muy pequeño, pero también muy fuerte. Nadaba muy bien y la pesca no se le daba nada mal», recuerda aún hoy de aquel encuentro.

Sobrevivió a un atropello

Su vida ha pendido de un hilo en varias ocasiones, lo que le convierte en todo un superviviente. «Cuando era joven, casi me ahogo en una inmersión para pescar truchas. Por poco no lo cuento», relata. Y hace poco permaneció un mes ingresado en el hospital por las heridas sufridas al ser atropellado por un coche. «Los médicos no confiaban mucho en que saliese, pero mírame», dice satisfecho.

Samartino, al que le gusta ver los partidos del Sporting, reconoce no tener secretos para haber superado la centena con una calidad de vida envidiable. «No existe un truco para llegar, yo he sido siempre un luchador y he intentado no faltar para que mi familia pudiese subsistir», confiesa visiblemente emocionado. Pese a su edad, Samartino mantiene intacta su memoria, parándose a pensar y reflexionar antes de dar una fecha o el nombre y los apellidos de alguien.

Desde hace tres meses acude al centro de día para mayores de El Arbeyal, junto a su esposa Flora Fonteiriz, de 84 años. «Él venía al centro social y siempre pedía que le metiésemos en el centro de día, pero al estar en tan buenas condiciones lo tuvimos mucho tiempo en lista de espera», cuenta Aurora Gayoso, la trabajadora social del centro. Un centro en el que se le quiere como en casa, y en el que ayer recibió un cariñoso y más que merecido homenaje junto a su mujer y su hija, que aportó una gran tarta de cumpleaños a la celebración. Y es que 101 años no se cumplen todos los días.

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