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Alfredo González.
Fallece a los 56 años Alfredo González, alma del Escocia

Fallece a los 56 años Alfredo González, alma del Escocia

Popular hostelero tras 28 años al frente del pub de Cimavilla, había reorientado su vida hacia la fotografía

elcomercio.es

Miércoles, 21 de diciembre 2016, 19:22

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Alfredo González Vega (Gijón, 1960) ha fallecido este miércoles después de media vida dedicada al popularísimo Escocia de Cimavilla. Un cáncer fulminante terminó con la vida del hombre de la eterna discreción, el creador de una fórmula mágica que cautivó a miles de gijoneses desde su apertura, en diciembre de 1981, hasta su traumático cierre, tras un litigio con la propiedad del edificio, en junio de 2010. Veintiocho años plenos de bullicio nocturno y casi diario.

Alfredo, el mayor de tres hermanos, fue al Codema y luego cursó estudios de diseño industrial. Cuando el Escocia iba viento en popa desdobló su actividad y abrió una oficina, Digraf, en la calle Linares Rivas, que mantuvo unos años abierta al público. Luego se volcó de nuevo en el pub y en sus aficiones: la música, el esquí y la fotografía.

Alfredo era hijo de toda una institución de la hostelería local, Alfredo González, quien abriría el primer Escocia en 1965, como bôite, y también El Mesón del Gallo (impulsor de la leche de pantera), la discoteca Play Boy, la Cafetería La Gloria, El Jazz 76 (reconvertido en Jazz 81 y La Torre del Oro) y las tiendas Sherman, una en Gijón y otra en Barcelona, estas últimas gestionadas hoy por sus otros dos hijos. Y tras el cierre del Escocia, intentó mantener la vena familiar con el mismo nombre, pero distinta ubicación. Le puso todo el mimo al nuevo proyecto. Sin embargo, el intento de la Ruta fracasó en apenas un año. Entonces fue cuando se volcó en la fotografía, a través de la cual encontró un medio de expresión para esa «vena artística» que fluía en su interior. A ello se dedicaba últimamente; acababa, de hecho, de firmar un contrato con una empresa hotelera para una campaña nacional.

Alfredo estaba «muy ilusionado» en lo que venía a ser la consagración profesional de su afición por la fotografía. Sin embargo, de repente, llegó el fundido en negro de una enfermedad detectada hace apenas cuatro semanas en el hospital de Cabueñes, donde acudió al darse cuenta de que no podía teclear en el ordenador. Mañana, a la una, en el tanatorio, su padre, de 85 años, sus dos hermanos y el resto de la familia estarán más que arropados para despedir al alma máter del Escocia.

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