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El podólogo gijonés Miguel López Vigil con Carmen Rodríguez, directora de su tesis. El codirector fue Santos Suárez. E. C.
«Es bueno revisar los pies de los niños a partir de los cuatro años y medio»

«Es bueno revisar los pies de los niños a partir de los cuatro años y medio»

El podólogo Miguel López Vigil resuelve en una tesis las dudas sobre efectos secundarios de las cirugías mínimamente invasivas en la metatarsalgia

O. ESTEBAN

GIJÓN.

Sábado, 17 de agosto 2019, 02:21

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Quería contestar a las dudas que habían surgido en la comunidad científica sobre posibles efectos secundarios de un tipo de cirugía mínimamente invasiva en el pie. Y las ha contestado con una tesis doctoral, cinco años de trabajo, unos cuantos pacientes de su clínica y diez pies de cadáveres cedidos por la Universidad de Oviedo. Miguel López Vigil, podólogo gijonés con gran experiencia, leyó recientemente su tesis doctoral 'Evaluación del acortamiento del segundo metatarsiano y de la posible alteración de la placa plantar del pie después de osteotomía distal tras incisión mínima para el tratamiento de la metatarsalgia' en la Facultad de Medicina, ante cinco doctores.

«Es una de las consultas que más vemos los podólogos, las metatarsalgias, un problema que afecta más a mujeres que a hombres y que es un dolor bajo las cabezas de los metatarsianos», explica Vigil. Cuando fracasan todos los tratamientos conservadores, «tenemos que plantearnos dar solución al paciente». Y llega la cirugía. Durante mucho tiempo, y aún hoy, se han utilizado los métodos tradicionales. Pero Vigil apuesta por la mínimamente invasiva porque «tiene unos beneficios que la tradicional no puede, si conoces bien la técnica y usas el material adecuado». Entre esos beneficios, el tiempo de recuperación: «El paciente sale caminando, sin bastones ni muletas». La técnica, en la que se realizan incisiones de dos milímetros, no es nueva, pero la comunidad científica tenía dudas. «Como nosotros operamos a campo cerrado, no abrimos y por lo tanto no vemos, existía la duda de si afectábamos a una serie de tejidos blandos que no vemos».

No hay afectación

Miguel Vigil estaba dispuesto a demostrar que no. Así que con piezas anatómicas, esto es, «pies de cadáveres cedidos por la Universidad de Oviedo, se les ha operado igual que a un paciente de la clínica». Una vez intervenidas, las piezas eran congeladas y luego, mediante un corte sagital, se comprobó que no había afectación de la placa plantar. También se midió «el acortamiento que se produce en el metatarsiano, que es milimétrico». Su tesis tiene, por tanto, «un componente clínico, el de los pacientes que entraron en el estudio, y una parte de análisis descriptivo sobre piezas anatómicas».

Como los resultados eran claros desde el principio, solo necesitó intervenir diez pies.

Miguel Vigil es un firme defensor de las técnicas mínimamente invasivas, algo que hasta ahora estaba mucho más extendido en intervenciones del resto del cuerpo, pero no en los pies. ¿Por qué? Por dos motivos principales. Primero, porque el pie, en mayor o menor medida, «siempre va tapado», siempre va calzado. Y porque «la figura del podólogo era menos conocida». Hay que seguir avanzando, dice, no obstante satisfecho por el trabajo que el Consejo General y los colegios profesionales están realizando.

Plantillas y tacones

Una labor que, entre otras cosas, asegura, ha ayudado a que «los padres cada vez traigan más a la consulta a los niños». Un mensaje claro: «No solo son importantes los ojos, la boca o la alimentación. Los pies van a llevar a ese niño y con su estudio podemos evitar muchos problemas futuros». Y aunque hubiera que poner plantillas, ya nada es tan traumático como hace años. «Son muy finitas y de colores y siempre se les puede explicar que los grandes deportistas las usan para entrenar». Vigil recomienda consultar con un especialista a partir de los cuatro años y medio o cinco, no antes, especialmente si se cree que hay algún problema.

Problemas que, asegura este especialista, tienen un importante componente genético. En contra de lo que se ha creído tradicionalmente, «el tipo de zapato no tiene la culpa». Es decir, puede haber afortunadas que pese a llevar tacones de infarto a diario no sufran ni una sola dolencia en sus pies.

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