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Ruth Montero, a la izquierda en primera fila, junto a sus chavales. PETEIRO
Agua helada, agua «templadica»

Agua helada, agua «templadica»

Dirigidos por Ruth Montero, entrenadora de raíces gijonesas, los atletas del Club Scorpio de Zaragoza aprovecharon su paso por Asturias para disfrutar de la playa

P. A. MARÍN ESTRADA

GIJÓN.

Martes, 10 de julio 2018, 01:37

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Una, dos, tres...hasta diecisiete manos se alzan cuando les preguntamos a estos chavales zaragozanos cuántos han probado ya el agua de la playa en la media mañana que llevan disfrutando de ella. Incluso, María, una de las chicas, levanta ambos brazos para dejar constancia que ella se ha pegado otros tantos chapuzones y que además piensa repetir antes de que les llegue la hora de volver a subirse al autocar que les trajo desde la ciudad del Ebro a Gijón.

Son componentes del Club Scorpio de Atletismo, una entidad con casi medio siglo de existencia y más de quinientos socios de todas las edades y categorías deportivas. Al frente del equipo que se ha desplazado a competir en Asturias, Ruth Montero, una maña con raíces playas que bromea ante sus pupilos sobre la temperatura 'templadica' del Cantábrico. Ella es quién lanza ahora el sondeo para ver si a alguno le ha parecido que estaba demasiado fría para lo que están acostumbrados. Y es María, la del doblete de baños, la única que levanta la mano, muerta de la risa: «¡Estaba helada, pero me ha encantado!». Unos la aplauden, otros desaprueban su chanza con el pulgar hacia abajo, los demás corean sus risas.

El día está para ello. Para divertirse y darse uno o varios chapuzones, celebrando que regresarán a casa con varias medallas. Compiten en equipo y ninguno de estos jóvenes atletas se quiere atribuir el mérito en los triunfos. Algunas manos revoltosas señalan a una de las chicas más discretas y calladas del grupo: Anguille. Ella ni lo admite ni lo desmiente. Sonríe, meneando la cabeza y echándose el pelo para atrás. Como si la cosa no fuera con ella. «Son todos geniales, unos verdaderos campeones», proclama su entrenadora. «Les había prometido traerlos a la playa donde yo me bañaba de cría y aquí estamos, en esta ciudad maravillosa que me recuerda tantos veranos». Y habla de la tierra de sus mayores con el mismo orgullo que de su equipo de campeones. «Sigo viniendo siempre que puedo. Gijón es mi segunda casa», detalla mientras varios de sus corredores resuelven desprenderse de sus camisetas y sus zapatillas para volver a zambullirse en el agua.

Javi es de los que no se decide a seguir el camino de sus compañeros. Escucha atento a las palabras de Ruth y cuando ella concluye, se nos acerca para ofrecerse, con toda su seriedad, como portavoz del equipo. «Pueden preguntarme a mí lo que quieran», dice colocándose las gafas de sol, como alguien que está acostumbrado a responder sin cortapisas a cualquier acoso mediático. Y como una genuina estrella del deporte o el responsable de comunicación de una gran empresa él mismo nos sugiere lo que le gustaría contestar: «¿Por qué no me preguntan si compito por ganar o por los viajes que hacemos?». Y él mismo se responde que las dos son buenas razones para seguir entrenándose y mejorando en el equipo. «Conoces a mucha gente. Está muy bien. En la pista todos luchamos, pero luego somos amigos. No hay rivalidad», explica. Sus compañeros Blanca y Pablo, asienten a las declaraciones de Javi, el único preocupado porque se anote su apellido: Espiau. Él mismo lo deletrea con obstinada claridad. «La verdad es que hemos tenido un día estupendo», apunta Ruth, la entrenadora.

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