Un clamor popular
Tras el último desastre en el Rif, una gran manifestación exigió ante el Ayuntamiento la vuelta de los soldados de cuota
Había miedo... y era razonable. Un año después del pavoroso desastre de Annual, nuevas andanadas de las cabilas rifeñas sobre los batallones de soldados españoles -y ahora, como recordarán nuestros lectores, buenos conocedores de la actualidad de hace un siglo- también asturianos- habían generado tal fatiga en la población que esta, por primera vez en Gijón, se echó a las calles. Así lo contamos: «Ayer, a las diez y media de la mañana, acudió a las Consistoriales, con objeto de visitar al alcalde una nutrida manifestación de mujeres y de padres de familia, que llenaron por completo el salón de recepciones del Ayuntamiento, pidiendo que se gestionara con la mayor rapidez posible la repatriación de los soldados de cuota del batallón expedicionario del Tarragona».
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Eran los soldados de cuota aquellos que, por el pago de cierta cantidad, conseguían ciertas prebendas, como cambiar las armas por el plumín y la árida arena del Rif por la oficina. Las plazas aumentaban conforme el gasto agostaba al país y, desde Gijón, las familias de los popularmente conocidos como 'soldados señoritos' exigían su regreso. En palabras del alcalde, en carta dirigida al Ministro de Estado, aquella manifestación «de madres y padres de soldados del batallón expedicionario Tarragona número 78, en Tetuán, suplican interceda con su influencia para la propia repatriación, ya por el elevado número de plazas de cuota y demás soldados que han doblado el servicio, como por haber sido reintegrados a la Península otros regimientos que posterior al nuestro fueron llevados a campaña.». Y por si todas esas razones no bastasen, remató: «Conocedores su gran amor para Asturias, esperan ser atendidos». No era aquel el primer intento de repatriar a los 'cuotas', y la tragedia reciente en Salah apuraba las prisas: madres y padres de los interfectos organizaban ya otra «manifestación clamorosa de protesta, en vista de la ineficacia de los procedimientos seguidos hasta ahora». El alcalde, de la que se hacía cruces, pedía el mismo reclamo también para el resto de la soldada. «Reducirlo solo a los de cuota ni sería justo ni humano». Y no le faltaba razón.
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